por Victoria LePage
Noviembre-Diciembre 2008

del Sitio Web NewDawnMagazine

traducción de Editorial-Streicher
29 Noviembre 2013 - 4 Diciembre 2013

del Sitio Web Editorial-Streicher

Versión original en ingles

 

 

 

 

Arkain - Wikipedia

 


Victoria LePage (1919) es una escritora australiana místico-esotérica que ha publicado numerosos artículos sobre los paradigmas espirituales emergentes en las culturas alrededor del mundo, y ha escrito dos libros.

 

Este artículo de 2008 que hemos traducido apareció en la revista New Dawn N°111 (Nov-Dic 2008), y se trata de la primera parte de dos, publicadas bajo el título de "Arkaim - Russia's Ancient City & the Arctic Origin of Civilisation".

 

Esta primera parte, se centra en el asentamiento ruso de Arkaim, descubierto en 1987.

 

Existe en la red un breve informe oficial titulado "Arkaim - Protociudad del Sol" que convendría leer y tener presente antes de este interesante artículo, porque aquí principalmente se va desarmando la madeja mitológica en la que a la autora le parece que Arkaim está también involucrado y elaborando un tejido que si bien puede no ser enteramente satisfactorio, es al menos coherente.

 

Sitúa LePage a Arkaim en una encrucijada no tan sólo espacial, como es obvio, sino además mítico-religiosa.

 

Y de interés es también la hipótesis de los 'Antiguos.'

 

 

 

Arkaim

Antigua Ciudad de Rusia
 

 

 

 

 

 


Parte 1

1 Noviembre 2008

 

Fuerzas enormes e imprecisas se están moviendo en Asia Central - o mejor dicho en la región mayor que llamamos Eurasia - que pueden cambiar la cara de nuestra sociedad y civilización global para siempre.

Incluso cuando el equilibrio de fuerzas geopolíticas está cambiando inexorablemente a favor de las superpotencias euro-asiáticas - principalmente Rusia, China, los Estados asiáticos centrales e India - un nuevo viento espiritual sopla desde el Asia Interior y sus muchas escuelas místicas ocultas, prometiendo barrer política y culturalmente el nuevo alineamiento de alturas sin precedentes del poder internacional.

 

La inmensidad de la turbulencia próxima ocasionada por este cambio desde el Oeste al Este es incalculable, el síntoma externo de una revolución global de conciencia.

Ya la transformación de conciencia que acompaña este cambio hemisférico está creando tanto exaltación como inquietud en toda la gente sensible al cambio evolutivo.

 

A medida que Occidente va atravesando por un creciente tumulto económico y geopolítico hacia lo que muchos consideran como el nacimiento a una nueva Era mundial, preguntas apremiantes están siendo hechas.

 

¿En qué nos estamos transformando, y qué tipo de realidad social sustituirá a aquellas que conocemos? El misterio y el temor no es tanto por la velocidad del cambio como por su destino desconocido. ¿A dónde nos dirigimos?, ¿hacia qué precipicio pronunciado y temible, o hacia cuál bendita tierra?

Esforzándose por contestar tales preguntas, muchos esoteristas principales hoy se han vuelto a ciertas tradiciones muy antiguas para arrojar luz sobre la crisis de nuestro tiempo.

 

Prestando cada vez más atención a la abrumadora evidencia que confirmaría sus tesis, ellos sugieren que la clave para el futuro de la Humanidad está en su pasado distante, en la herencia de una raza antediluviana desconocida que vivió en un tiempo tan remoto que su existencia ha sido borrada de la memoria racial [1].


 


Una Raza Olvidada

Quizás hace 100.000 años o más, según la hipótesis, un gran pueblo de la Era Glacial que estudiaba las estrellas vivió en la región ártica, que en ese entonces era una zona templada, antes de migrar al Sur hacia el Asia Interior, mientras las condiciones cambiaban y los grandes casquetes polares se derretían.

 

Allí, en una tierra fértil y paradisíaca, estos sabios desconocidos se convirtieron en el núcleo de una raza uralo-altaica que siguió evolucionando durante los milenios, mejorando el stock de la Humanidad primitiva mediante inter-matrimonios, desarrollando ciencias cosmológicas y estructuras políticas que sembraron las semillas de nuestro actual status civilizado, emigrando a través de la Tierra y luego desapareciendo, y dejando detrás de sí leyendas inmortales.

El autor británico John Michell menciona la enorme evidencia que existe para dicha civilización, a la que él considera como esencialmente mágica, y todavía ligeramente visible a través de la Tierra para aquellos que se preocupan de buscar:

"La superficie entera de la Tierra está marcada con los rastros de un trabajo gigantesco de ingeniería prehistórica, los restos de un alguna vez universal sistema de magia natural, que involucraba el uso del magnetismo polar junto con otra fuerza positiva relacionada con la energía solar.

 

De las variadas razas humanas y sobrehumanas que han ocupado la Tierra en el pasado, sólo contamos con los relatos oníricos de los mitos más antiguos.

 

Todo lo que podemos suponer es que algún desastre abrumador... destruyó un sistema cuyo mantenimiento dependía de su control de ciertas fuerzas naturales a través de la Tierra entera" [2].

Michell no es sino una voz entre muchas que afirman que en los archivos de los pueblos prehistóricos una raza olvidada ha dejado rastros de un avanzado cuerpo de conocimientos, aparentemente tanto espirituales como tecnológicos, que puede guiarnos, si quisiéramos, hacia un futuro viable.

A pesar de ser ignorada por los historiadores y antropólogos de la corriente predominante, esta teoría está siendo propuesta como evidencia con cada vez mayor insistencia por investigadores altamente acreditados, pues la enorme antigüedad de nuestra especie sigue siendo encontrada no sólo en las leyendas de las razas en cada parte del planeta sino también en las miles de anomalías tecnológicas que están siendo desenterradas en estratos geológicos improbables.

Los antiguos historiadores griegos tenían mucho que decir sobre esta materia, especialmente acerca de las leyendas de Asia Menor que hablaban de la llegada allí, en las profundidades de las épocas glaciales, de los Hiperbóreos, una misteriosa raza de seres superiores desde las regiones polares y cuyos trabajos de Pilares erigidos en la Tierra procuraban reflejar el cielo estrellado de encima.

 

Pero el Asia Central y el Asia Interior hacia el Este es una vasta tierra de estepas, montañas y desiertos arenosos, cuya gente conserva los recuerdos más significativos de un tiempo más allá de la narración en que las ciudades poblaban los desiertos y una raza antigua se paseaba sobre la Tierra.

 

Y son estas regiones uralo-altaicas las que están tomando ahora el escenario central mientras continúa la búsqueda de las raíces del homo sapiens y del camino hacia un futuro viable.

 

 


Arkaim - una Ciudad de la Edad de Bronce en los Urales del Sur

En 1987, en medio de la estepa rusa, un equipo de arqueólogos rusos desenterró las ruinas de una ciudad fortificada llamada
Arkaim, causando gran entusiasmo en las filas científicas y una oleada de entusiasmo neo-pagano y nacionalista entre los intelectuales rusos.

 

La región se sabía que conservaba vestigios de las culturas más diversas, de todas las épocas y de cada dirección de la brújula, pero Arkaim era la primera evidencia clara de una cultura avanzada antigua que floreció en suelo ruso.

Construido de una forma circular alrededor de una plaza central, con aproximadamente sesenta casas semi-subterráneas edificadas dentro de sus murallones, el asentamiento estaba situado en los Urales del Sur, cerca de la ciudad rusa de Chelyábinsk.

 

Estaba defendido por dos murallones concéntricos de arcilla y bloques de adobe en un marco de madera, y sólo podía accederse a él por medio de cuatro callejones intrincadamente construidos que habrían hecho la entrada de enemigos extremadamente dificultosa. Los habitantes y la plaza central común estaban de esa manera bien protegidos por la plataforma defensiva de Arkaim, orientada hacia dentro.

 

La ciudad se encontró que estaba estrechamente alineada a varios puntos celestiales de referencia, y se cree por lo tanto que habría sido un observatorio así como una fortaleza, un centro administrativo y religioso.

Denominado "el Stonehenge ruso", este asentamiento de la Edad del Bronce tenía aproximadamente 3.600 años y era contemporáneo de la civilización cretense-micénica, del Imperio Medio egipcio y de las civilizaciones de Mesopotamia y del valle del Indo, y más antiguo en varios siglos que la fabulosa Troya de Homero, cuya disposición circular tan cercanamente se parecía.

 

Arkaim fue habitado durante 200 años y luego fue misteriosamente quemado y abandonado.

 

 

 

 

Las exploraciones del equipo ruso mostraron que Arkaim disfrutaba de una tecnología avanzada para su tiempo.

 

Estaba equipado con un sistema de canal de desagüe y de evacuación del agua de las lluvias, y tenía incluso protección contra el fuego: el suelo enmaderado de las casas y las casas mismas estaba impregnado de una sustancia incombustible, un fuerte compuesto los restos del cual todavía pueden ser encontrados en las ruinas.

 

Cada casa daba a un camino circunvalatorio interior pavimentado con bloques de madera; y en cada casa había un fogón, un pozo, sótanos, un horno y provisión para un sistema de almacenaje de alimentos en frío. El horno era tal que puede haber sido posible fundir bronce en él, así como cocer cerámica.

Posteriormente a esta excavación emocionante, más de otros veinte asentamientos fortificados y necrópolis fueron desenterrados en el Valle de Arkaim, algunos construidos con piedras, más grandes y más impresionantes que Arkaim.

 

Con Arkaim siendo posiblemente su capital, el complejo vino a ser llamado la Tierra de Ciudades, y presentó a los científicos muchos misterios.

 

Esta era la primera evidencia concreta de una civilización neolítica perdida en el Sur de Rusia, confirmando lo que se había creído durante mucho tiempo: que el Sur de los Urales y el Norte de Kazajstán, situado en la zona de unión de Asia y Europa, fue una región importante en la formación de una sociedad aria compleja.
 

 

 


Una perspectiva probable fue planteada por primera vez sobre el desarrollo, naturaleza y amplio patrón migratorio de la cultura indoeuropea temprana, y estimuló toda clase de teorías en los círculos rusos sobre las raíces arias de los pueblos eslavos [3].

Esto, sin embargo, ha sido sólo el principio de la búsqueda de una nueva identidad étnica, cultural y religiosa en una minoría rusa pequeña pero influyente desde la desaparición de la Unión Soviética.

 

Rechazando cada vez más la visión estadounidense y europea de una hegemonía global arraigada en el cristianismo occidental, los rusos, además de su interés en sus raíces indoeuropeas, se están volviendo hacia el Este para encontrar una conexión con la variedad étnica turco/mongola.

 

Muchos, sobre todo entre los jóvenes, ya están abrazando la mística de un pueblo euroasiático unido y de una comunidad cohesionada por lazos espirituales mucho más antiguos que los del cristianismo o el Islam. Arkaim se ha convertido en un punto de convergencia para estos ideales, un símbolo de la base futura para la paz mundial.

Ar-ka significa el cielo, e Im significa la tierra, dice Alex Sparkey, un escritor ruso.

 

Él explica que esto significa que Arkaim es un lugar donde el Cielo toca la Tierra. Aquí lo material y lo espiritual son inseparables.

"El Este y el Oeste están fusionados aquí. Hoy, en Rusia sentimos que la Humanidad está enfrentada con la necesidad de elegir la Unidad. La cultura occidental debe llegar a la unidad con la sabiduría del Este. Si esto puede suceder, la armonía que alguna vez imperó en la Tierra de Ciudades será restaurada" [4].

De hecho, es dudoso si la paz y la armonía existieron en el período de Arkaim, ya que dicho lugar y los asentamientos fortificados de los alrededores estaban obviamente orientados a la guerra o al menos a fuertes medidas defensivas en un ambiente hostil.

 

Es significativo que el culto de Tengri, el dios-Cielo mongol-túrquico que desempeña un rol prominente en la religión centroasiática, fomente un nacionalismo competitivo feroz más bien que relaciones pacíficas con los vecinos. Sin embargo, Sparkey tiene razón en enfatizar el principio del acuerdo armonioso implícito en la ideología de Arkaim, señalando, como lo hace, a la herencia de una cultura alguna vez más pacífica del asentamiento.

El jefe del equipo arqueológico observó:

"Un vuelo por encima de Arkaim a bordo un helicóptero le da a usted una impresión increíble. Los enormes círculos concéntricos en el valle son claramente visibles.

 

El poblado y sus alrededores están todos encerrados en los círculos. Todavía no sabemos cuál es el propósito que tienen los círculos gigantescos: si ellos fueron hechos con objetivos defensivos, científicos, educativos o rituales.

 

Algunos investigadores dicen que los círculos fueron realmente usados como pistas de aterrizaje para un antiguo puerto espacial" [5].

La verdad es que Arkaim era una ciudad tipo-Troya, llamada así a partir de la ciudad en Asia Menor que el rey griego Agamenón destruyó durante la Guerra Troyana.

 

Construida según el mismo principio circular que Troya, como está descrita,

  • en la Ilíada de Homero, pero al menos seiscientos años más antigua, Arkaim encuentra su prototipo en la Atlántida de Platón con sus tres círculos concéntricos de canales

  • en la legendaria Electris, la ciudad hiperbórea que algunos dijeron que fue construída bajo la Estrella Polar por el dios marino Poseidón

  • en Asgard, la ciudad sagrada dedicada al dios nórdico Odín, que está descrita en la saga islandesa el Edda.

Todas estas legendarias ciudades tipo-Troya tienen la misma planta circular.

 

Ellas han pasado a la Historia como centros neolíticos de sabiduría y como las sedes de antiguos reyes-dioses, y esto indudablemente arroja luz sobre la función cúltica de Arkaim en su tiempo, como veremos.

En sectores más místicos de Rusia hay un intenso interés en la ciudad antigua, viéndola como el templo de la ciudad construído por el legendario rey Yama, gobernante de los arios en la Edad de Oro, que una vez más se convertirá en el centro del mundo [6].

 

Sin embargo, el descubrimiento del asentamiento ha permitido una abertura histórica sobre mucho más que las batallas y conquistas de un agresivo pueblo indoeuropeo emprendidas a través de Eurasia y hacia el Sur en las tierras de Mediterráneo, donde sus carros de guerra rompieron la paz de la Vieja Europa.

 

Lo que la Tierra de Ciudades ha revelado en su misma estructura e historia es sobre todo el todavía temprano pasado de los pueblos uralo-altaicos, un pasado de tan enorme antigüedad, que presenta más misterios que los que resuelve.

Construida según el molde arquitectónico único de la nórdica Asgard, el santuario más sagrado de los Æsir, de la cual la Edda en prosa refiere que "los hombres la llaman Troya", Arkaim puede haber sido un lugar sagrado dedicado a la religión aria del Sol; pero las raíces de su consagración habrían estado en última instancia en el culto mucho más antiguo de la Estrella Polar.

 

Esencialmente, ésta era la religión del chamán, el mago, el curandero y otros obradores de maravillas en contacto con los espíritus de la Naturaleza.

Así, la esvástica, que se pensaba que era el símbolo exclusivamente ario del culto al Sol del que se apropiaron indebidamente los nacionalsocialistas [7], y encontrada representada en muchos de los potes de arcilla desenterrados en Arkaim, es un símbolo religioso y metafísico más antiguo que el que está ligado al dios Sol ario, y sus raíces están en el chamanismo totémico.

 

René Guénon, el eminente esoterista francés, señala que la esvástica, simbolizando el movimiento eterno alrededor de un centro inmóvil, es un símbolo polar más bien que solar, y como tal fue un símbolo central en el culto de la Estrella Polar, originalmente dedicado a una deidad planetaria relacionada con la Osa Mayor.

 

Este centro, enfatiza Guénon,

"constituye el punto fijo conocido simbólicamente en todas las tradiciones como el "polo" o eje alrededor del cual el mundo gira...".

La esvástica es por lo tanto conocida en todo el mundo como el "signo del polo" [8].

En resumen, sería un error para el orgullo étnico ruso desarrollar un enfoque demasiado limitado sobre el trasfondo ario de Arkaim, ya que el poblado era heredero de una gran fuerza civilizadora que existió en el corredor euroasiático mucho antes de que hubiera indoeuropeos.

 

Un rasgo universal de las ciudades tipo-Troya está faltando en Arkaim - probablemente porque ha sido destruido con el correr de los siglos - y es el pilar del altar en la plaza central.

 

Indudablemente, en Arkaim vemos una expresión tardía de una religión megalítica del Pilar, que alguna vez reinó universalmente en cada esquina del globo, entre casi todos los pueblos, independientemente de su tipo étnico, y que llegó a ser asociada con las ciudades tipo-Troya.

 

Ésta es la religión más antigua conocida por nosotros, y se remonta a la antigüedad más distante, cuando los hombres veían el cielo girando alrededor del eje de la Estrella Polar.

Sólo más tarde el Sol, como el centro del sistema estelar giratorio, sustituyó a la Estrella Polar como la deidad suprema del culto del Pilar y condujo a la elevación del dios Sol de los pueblos indoeuropeos.

 

Esto los llevó a su mayor desarrollo intelectual, a complejas civilizaciones, a artes y ciencias avanzadas y a la transcendencia de la Naturaleza.

Las ciudades tipo-Troya como Electris - y Arkaim - fueron construidas como observatorios estelares. Su función era unir la Tierra al cosmos estrellado de encima según el principio de "como es arriba, así es abajo" por medio de un eje central simbolizado por un pilar de piedra.

 

Así, Diodoro Sículo en el siglo I a.C., citando al historiador Hecateo, describió el santuario de Electris como una ciudad tipo-Troya a partir del modelo de las esferas,

"con lo cual él quería significar un diseño astronómico similar al de Stonehenge y otros antiguos templos solares, en los cuales el esquema de las esferas celestiales o envolturas astrales que rodean la Tierra era representado esquemáticamente por una serie de círculos concéntricos marcados por paredes, zanjas o fosos alrededor de una piedra-pilar central" [9].

Estos santuarios cercados y fuertemente resguardados consagrados a los dioses del gran cosmos estaban habitados sólo por sacerdotes iniciados y sus familias, y estaban prohibidos a los nómadas errantes de más allá de los murallones.

 

El misterio para los arqueólogos es cómo una ciencia astronómica tan avanzada puede haber sido perseguida en una época en que los cazadores-recolectores todavía vagaban por la tierra.

 

Colin Wilson, un investigador altamente acreditado, en respuesta nos retrotrae a los sumerios de la antigua Mesopotamia, un pueblo que casi seguramente tuvo su origen en Asia Central, como la Biblia afirma:

"Cuando los hombres emigraron desde el Este, ellos encontraron una llanura en la tierra de Shinar [Sumer] y se establecieron allí".

Sumer es considerado como el sitio de una de las primeras verdaderas civilizaciones en la historia humana.

Wilson indica que los sumerios eran consumados astrónomos que habían compilado tablas con los movimientos de todos los planetas, incluyendo Urano y Neptuno, tan temprano como hace cinco mil años, mucho antes de la existencia de Arkaim.

 

Él añade que según la biblioteca de tablillas de arcilla compiladas por el rey asirio Asurbanipal (669-626 a.C.) y desenterrada durante el siglo XIX, los sumerios también habían entendido la precesión de los equinoccios, y por lo tanto sabían acerca del Zodiaco [10].

Revelaciones adicionales de la sofisticada ciencia astronómica de los sumerios convencieron a Wilson de que los astrónomos caldeos entendieron nuestro Sistema Solar tan bien como Isaac Newton lo hizo [11].

 

En realidad, Wilson llegó a creer que un conocimiento científico del universo existió en la Tierra ya hace 64.000 años, si es que no mucho antes.

Evidentemente Arkaim era un Centro de Sabiduría en una red de tales Centros que alguna vez relacionaron a todos los pueblos prehistóricos de la Tierra unos con otros bajo la tutela espiritual de la religión del Pilar y sus élites sacerdotales.

 

Los restos de incontables similares círculos de piedra, menhires y ciudades tipo-Troya están dispersos a través de toda Europa, las Américas, Eurasia y las tierras del Pacífico, monumentos conmemorativos a las grandes migraciones de entrecruzamiento de los pueblos, todos leales al mismo principio axial que relaciona a la Tierra con los cielos.

En cuanto a la cuna de esta gran diáspora, el místico pintor y explorador ruso Nicholas Roerich vio miles de tales pilares megalíticos en las tierras altas del Tíbet, y creía que ellos eran más antiguos que cualquiera encontrado en otra parte.

 

Él sugirió que ellos tenían una fuerte relación con las obras de los celtas y las tribus escitas, como también con los megalitos de Carnac en Bretaña, y que ellos representaban un culto del Pilar que tuvo sus inicios hace mucho en los Trans-Himalayas del Asia Interior [12].

Esta cuna euroasiática propuesta del fenómeno de la ciudad tipo-Troya es reforzada por las investigaciones de Jacob Bryant en 1776.

 

Bryant, un célebre experto en la Troya homérica, publicó una enciclopedia de mitología antigua en la cual él afirmó que los troyanos descendían de una muy antigua raza "atlante" que hace mucho se había establecido a través de toda Eurasia [13].

 

Si las primeras ciudades tipo-Troya fueron construidas en Asia Central, ¿podría también la religión del Pilar universal haber tenido su principio allí?

Como he dicho, distintas versiones del culto del Pilar del Mundo como se difundió alrededor del mundo fueron alguna vez conocidas desde las Américas a África del Norte, donde los rubios tamahus adoraban a la Magna Máter y a su esposo el Portador del Cielo, tal como lo hicieron sus primos en Bretaña y España.

En la India hindú el Eje del Mundo, el monte Meru, ascendió a los cielos giratorios a través del centro de los tres mundos, y en las islas Canarias los Guanches cromañones, ahora extinguidos, adoraban con sacrificios al dios del Pilar del Mundo a quien ellos llamaban, "el Dios que Sostiene el Cielo" y quien de esa manera "impedía el colapso de los fundamentos del mundo" [14].

Un remanente de ese sistema de creencias sobrevive en la leyenda de la escala de Jacob en el libro hebreo del Éxodo, en el cual aprendemos que por esa escala los ángeles suben y bajan entre el cielo y la tierra.

Cada raza ha considerado a un cierto árbol como simbólico del Pilar del Mundo, y por lo tanto sagrado. En el Völuspá, la canción de la antigua profetisa nórdica, el árbol en cual el dios Odín permaneció colgado a fin de recibir las runas sagradas era llamado Yggdrasil, el polo del cielo o eje del mundo.

 

El Fresno del Mundo, Yggdrasil, fue declarado como el más grande de todos los árboles y el mejor; sus ramas se extienden sobre el mundo y sobre los cielos, su tronco es el pivote del cielo siempre girante. Al pie de aquel árbol fueron primeramente proclamadas las leyes por los Æsir, los dioses nórdicos, e Yggdrasil fue adorado como la fuente de todo el conocimiento superior [15].

Para los habitantes de Sumer, cuyo lenguaje es desconocido - no siendo ni indoeuropeo ni semítico - el Pilar era un rasgo religioso dominante: así Nippur, una de las principales ciudades de Sumer, ya en 3800 a.C. tenía el significado de "Lazo entre el Cielo y la Tierra".

 

Un prominente investigador sobre esta materia dice que en el texto del sumerio "Enuma Elish",

"las claves en cuanto al propósito de Nippur fueron encontradas en las referencias a un alto pilar que llegaba hasta el cielo" [16].

En el antiguo Egipto, la tierra de los pueblos camíticos, la ciudad de An o Anu, que fue renombrada como Heliópolis por los griegos, originalmente significaba Ciudad del Pilar [17].

 

Como un comentarista ha señalado, este hecho puede arrojar luz sobre el misterioso pilar Djed, la "columna vertebral de Osiris", a menudo asociada con Heliópolis [18].

Como otras de las fraternidades del Pilar, el chamán totémico también dedicaba su vida y su vocación a la visión del matrimonio del cielo y la tierra, conseguido por medio de un Árbol de la Vida soportante del cielo.

 

En la antigua Creta él era un allegado adjunto a los rituales del templo de la Gran Madre Deméter; en Siberia, Mongolia y las Américas, él era el mago y el sabio de su tribu.

 

Golpeando su tambor y subiendo por el poste central de su yurta [tienda de campaña], el pilar simbólico por medio del cual él se comunicaba con los espíritus del cielo superior, el chamán así descendía con sanaciones, profecías y consejo de los antepasados para la gente de su comunidad.

 

La tradición chamánica turco-mongola con su dios del cielo Tengri y su Árbol del Mundo todavía sobrevive en un área enorme del planeta, aunque sus raíces se pierden muy atrás en las brumas de la época paleolítica.

El misterio de Arkaim es en realidad el misterio de la religión del Pilar.

  • ¿Quién entregó a todos los pueblos primitivos de la Tierra este conocimiento del Eje Polar, uniéndolos durante muchos miles de años en una cultura planetaria común?

  • ¿Quién les enseñó los secretos astronómicos del Sistema Solar, el Zodiaco y la precesión de los equinoccios en un tiempo en la pre-Historia cuando se suponía que la inteligencia humana no estaba lo suficientemente evolucionada para haber desarrollado por sí misma aquel conocimiento?

  • ¿Y qué papel desempeñó Arkaim en aquella diseminación?

 

 

 




Rastreando los Orígenes Árticos de la Civilización

Los babilónicos creían en un misterioso paraíso en "el lejano Norte" donde vivía una raza de grandes sabios; y los griegos antiguos también honraban un Elysium nórdico (Campos Elíseos) en el cual ellos creían que los hiperbóreos, una raza sabia, pacífica y de larga vida, vivía en gran esplendor y prosperidad.

 

Incluso aunque Delfos era considerado como el centro del mundo griego, su dios Apolo y la hermana de éste la diosa Ártemis eran reconocidos como deidades que originalmente eran de aquella tierra secreta lejos en el Norte, donde estaba el eje cósmico que los griegos llamaban Hélice, "aquel que gira".

 

Muchos historiadores griegos así como estudiosos posteriores localizaron este paraíso nórdico en Escitia o en las montañas Altai, y como teniendo su fuente en el chamanismo que se desarrolló alrededor de los semi-míticos magos y señores altaicos del polo.

 

Pero tanto la investigación como la tradición sagrada sugieren que sus orígenes se remontan más atrás todavía en el Asia del Noreste dentro del Círculo Ártico, hasta una sociedad que prosperó en las orillas del mar siberiano.

Desde hace cuánto tiempo esta cultura circumpolar puede haber existido nadie lo sabe: posiblemente 200.000 años o más.

 

En The Interpretation of Radium, el aclamado físico Frederick Soddy declaró que algunas de las creencias y leyendas que han llegado hasta nosotros desde la Antigüedad pueden ser,

"pruebas de una antigua civilización totalmente desconocida y no sospechada de la cual toda otra reliquia ha desaparecido" [19].

Puede haber habido, sugirió, ciclos anteriores en la historia no registrada del mundo en los cuales vivieron hombres civilizados,

"en un pasado posiblemente tan remoto que incluso los mismos átomos de civilización literalmente han tenido tiempo para desintegrarse" [20].

Sobre la base de años de investigación, Charles Hapgood, un profesor estadounidense de Historia (1904-1982), declaró en 1982 que posiblemente ya hace 100.000 años a.C. lo fundamental de una civilización marítima mundial con un nivel muy desarrollado de conocimiento científico debe haber estado existiendo en el Círculo Ártico [21].

 

Hasta hace poco los hallazgos de Hapgood, presentados en "Earth's Shifting Crust" (La Cambiante Corteza de la Tierra, 1958) y "Maps of the Ancient Sea Kings" (1966), habían sido en gran parte ignorados en círculos científicos, pero hoy el interés en ellos se multiplica entre un número creciente de investigadores altamente acreditados.

René Guénon apela a las más antiguas y más auténticas tradiciones esotéricas al afirmar que mucho antes de que surgieran las razas indoeuropeas, en una época en que una Humanidad de cazadores-recolectores estaba todavía en un estadio primitivo de desarrollo, la zona tropical estaba diferentemente distribuída y una gran cultura hiperbórea prosperaba alrededor del Círculo Ártico,

"en las Islas de los Bienaventurados en las orillas del Océano donde gira la gran vorágine" [22].

Sólo más tarde, después de un cambio catastrófico de las condiciones geológicas, esta antigua raza emigró hacia el Sur, unos a Asia Central, otros, posiblemente cruzando el Estrecho de Bering, hacia Atlántida al Oeste.

 

Estos últimos ha sido localizados por algunos investigadores en las Antillas, dos islas grandes más allá del Golfo de Méjico, ampliamente consideradas como los restos de lo que alguna vez fue una gran masa continental que se hundió [23].

 

(En apoyo de esta teoría, los caribes y las tribus de la isla Española han tenido durante mucho tiempo una tradición referente a que muchas de las islas de las Antillas, una reconocida zona sísmica, estuvieron conectadas alguna vez por una sola masa territorial, antes de que un gran cataclismo hace aproximadamente 15.000 años sumergiera la conexión y dejara sólo los fragmentos de isla conocidos). [24]

Dejando aparte la referencia indirecta de Guénon a los dos refugios sureños de los hiperbóreos que están en Rusia y América Central, él sugiere que en ambos casos los dos grupos llevaron con ellos avanzados conocimientos matemáticos y astronómicos y las semillas de artes y ciencias que serían transmitidas finalmente a nuestros brutos antepasados para convertirse en la base, hace aproximadamente ocho mil años, de nuestras propias civilizaciones.

Tanto Sumer en Oriente Medio como América Central tienen historias de diluvios escritas mucho antes del relato bíblico del diluvio de Noé, y en todas estas historias la actividad salvífica realizada por la Raza Antigua es fundamental.

 

Está la historia sumeria de Utnapishtim y su esposa, quienes, ayudados por los dioses, sobrevivieron a un diluvio y se hicieron inmortales; y del mismo modo, antiguos relatos americanos cuentan cómo el dios Viracocha, quien "vino desde el Este", destruyó la tierra con una gran inundación.

 

Más tarde, después de que un hombre y una mujer sobrevivieron refugiándose en una caja flotante,

"Virachocha creó de nuevo los pueblos de la tierra, y les dio a cada uno su propio lenguaje y canciones" [25].

Wilson cita muchos de tales casos en los cuales las historias de inundaciones acerca de los hiperbóreos y la salvación que hicieron de nuestra raza se encuentran tanto en el Viejo Mundo como en el Nuevo.

Guénon es enfático, sin embargo, en cuanto a que de las dos localizaciones primarias que han llevado a veces el nombre de Tula (conocida por los griegos como Thule), la de Asia Central era la más antigua.

 

La Tula atlante, dice Guénon, debe ser distinguida de la Tula hiperbórea, la Tierra Santa suprema, ya que esta última representa el primer y supremo centro del actual manvantara entero, y es la "isla sagrada" arquetípica.

"Todas las otras "islas sagradas", aunque en todas partes llevando nombres de significado equivalente, son todavía sólo imágenes del original. Esto incluso se aplica al centro espiritual de la tradición atlante, que sólo gobernó un ciclo histórico secundario, subordinado al manvantara" [26].

Platón mismo nota esta distribución jerárquica: el Imperio atlante - dijo él - era sólo un nexo establecido por los dioses en una red aún mayor de Centros cuya capital estaba en otra parte "en el centro del Universo" [27].

 

Así, el centro de la zona euroasiática, dice Guénon en su obra breve pero innovadora "Le Roi du Monde" (1927), en efecto se ha convertido en aquel "centro del Universo", el auténtico "país supremo" que,

"Según ciertos textos védicos y avésticos, estaba originalmente situado hacia el Polo Norte, incluso en el sentido literal de la palabra.

 

Aunque puede cambiar su localización según las diferentes fases de la historia humana, sigue siendo polar en un sentido simbólico porque esencialmente representa el eje fijo alrededor del cual todo gira" [28].

Sin embargo, esto todavía no nos dice por qué la localización en Asia Central fue elegida como el destino primario de los hiperbóreos.

 

La respuesta de Guénon a esta pregunta es críptica en extremo. Él confiesa que está tratando con un material proscrito que no le está permitido divulgar, pero llega tan lejos como a revelar que el monte Meru, la "montaña polar" está en el centro del "país supremo"; y el monte Meru, como es generalmente entendido ahora, simboliza el misterioso Eje del Mundo o el Árbol del Mundo de la tradición esotérica.

 

En otras palabras, Asia Central fue elegida porque el Eje del Mundo estaba allí; ése era el verdadero objetivo de la migración. El Eje del Mundo era, y es, el "centro del Universo"; es el Eje del Mundo el que hace de su posición geográfica una Tierra Santa, un hecho que sólo ahora está haciéndose más comprensible en círculos paracientíficos.

Como veremos en la segunda parte de este artículo, la estructura esotérica de la Tierra es un asunto que ha sido velado en el secreto durante miles de años, y esto se aplica sobre todo al místico monte Meru o Eje del Mundo.

 

John Major Jenkins, en su libro "Galactic Alignment" (Alineación Galáctica), es uno de los primeros investigadores modernos en aclarar el sentido de esto y de muchas otras tradiciones hiperbóreas de las que Guénon era reacio o incapaz de hablar.

 

Más allá de referirse a la raza antigua como "los guardianes de los misterios sagrados de la Tierra", los votos de iniciación de Guénon lo mantuvieron silencioso.

¿Quiénes eran, entonces, estos misteriosos Hiperbóreos, o, como podríamos quizá llamarlos mejor, estos Antiguos, estos tempranos Maestros de Sabiduría que entendían la importancia del Eje del Mundo?

 

Los registros de la mayor parte de las naciones de la Edad del Bronce tienen alguna leyenda acerca de una raza desconocida de Antiguos que nos dio la monarquía y la civilización, y que ellos descendían de los dioses y entendían los secretos más poderosos de nuestro planeta, secretos que desde entonces han estado perdidos.

Los Antiguos han sido conocidos como los Nephilim, llos Vigilantes, los Hijos de Dios, los Anunnaki, y muchas otras denominaciones.

 

George I. Gurdjieff habló de ellos como agentes del divino Demiurgo, de un ciclo anterior de la Humanidad. Pero más allá de ser acreditados con una gran sabiduría y poderes mágicos así como atribuírseles el tener una estatura gigantesca y cráneos muy altos, sólo un poco más se sabe acerca de ellos.

 

¿Realmente existieron ellos?

 

Todo lo que puede ser dicho con certeza es que ellos permanecen como una difusa presencia benigna que se mueve inescrutablemente en el fondo de prácticamente todas las tradiciones prehistóricas de nuestra raza.

Estas almas provenientes de Sirio - dicen los textos antiguos - descendieron por el Eje del Mundo y se encarnaron aquí en la Tierra hace mucho a fin de ayudar a nuestra especie en ciernes.

 

Cuando una gran catástrofe hacia el final de la Época Glacial, alrededor del duodécimo milenio a.C., nos amenazó con la extinción, estos hijos e hijas de los dioses instituyeron el hieros gamos [matrimonio sagrado], una ciencia genética que mezcló sus genes con los nuestros y de esa manera crió una raza humana superior con un mayor potencial de supervivencia, que se extendió gradualmente desde el centro de Asia por una parte, y de la Atlántida por otra, hacia el resto del mundo [29].

El clima cambió otra vez alrededor del noveno milenio a.C., período que es extensamente considerado como la fecha de la desaparición de la Atlántida y de la dispersión forzada de su gente tanto hacia el Oeste a América Central como hacia el Este a Europa.

 

Llevando terremotos catastróficos e inundaciones costeras a enormes áreas del globo [30] y una amenaza severa para la supervivencia de nuestra especie, aquella fue una crisis racial que provocó otra respuesta de la raza superior.

Aunque los Antiguos se hubieran ido, sus descendientes dinásticos, una larga línea de reyes-sacerdotes neolíticos, comenzaron un nuevo programa evolutivo. En sus migraciones desde Asia Central, a la raza uralo-altaica se le atribuye el establecimiento en cada esquina de la Tierra de su religión del Pilar, que el Critias de Platón describe vívidamente como la religión de los atlantes también.

 

Altares de pilares de piedra han sobrevivido en Malta desde aproximadamente el 5.000 a.C., y también en Catal Hüyük, en Anatolia, cerca del 5.800 a.C. [31].

 

La religión del Pilar es el más temprano vehículo conocido de un cuerpo completo de sabiduría originalmente centrado en la Estrella Polar, en el cual la Luna es la imagen primaria de los misterios del nacimiento, la generación y la muerte. Esta es la raíz fundamental de todas las religiones y tradiciones esotéricas que conocemos hoy, así como de todo nuestro aprendizaje más alto.

 

Su difusión anunció el desarrollo de sociedades pacíficas, igualitarias y adoradoras de la Diosa, agrupadas en aldeas y poblados neolíticos alrededor del mundo en donde el principio femenino era dominante y los conflictos poco conocidos [32].





Arkaim y los Dioses del Sol

Los historiadores modernos han encontrado que tres grandes diluvios parecen haber ocurrido en el lapso conocido de la historia humana.

 

Según Stephen Oppenheimer en "Eden in the East", el tercero de éstos, alrededor del quinto milenio a.C., correspondió al de Noé y fue el mayor de los tres, alcanzando su punto máximo durante el cuarto milenio [33].

 

Esto causó inundaciones costeras catastróficas, maremotos y terremotos severos, y también la desertificación del interior de las masas continentales, y la civilización desapareció. Una vez más la especie fue amenazada con una reversión al salvajismo, y una vez más la salvación apareció desde el Asia Interior.

En el tercer milenio a.C. - así nos lo relatan los archivos Celestes chinos - los Hijos del Sol, también conocidos como los Hijos del Cielo, se desplegaron a través del mundo desde su patria en la cordillera de Karakorum, en el extremo occidental de los Trans-Himalayas, llevando con ellos la revelación superior de la religión del Sol [34].

 

Ésta era un sistema de creencias patriarcal y jerárquico que reveló nuevas profundidades de un conocimiento metafísico y tecnológico conducente a la civilización.

 

En todas partes los círculos de piedra cuyo eje central estaba dedicado a la Estrella Polar, como Stonehenge en la antigua Gran Bretaña, evolucionaron durante otros mil años hacia observatorios más sofisticados enfocados ahora en el Sol y sus planetas circunvalantes, y la cultura humana floreció una vez más.

Esta innovación, sin embargo, no ocurrió sin una guerra inter-religiosa, puesto que muchos grupos étnicos, como los pueblos mongoles y turcomanos de las estepas del Este, permanecieron leales al culto de la Estrella Polar.

 

Al mismo tiempo, las pirámides así como las defensivas ciudades tipo-Troya como Arkaim aparecieron en homenaje a los dioses solares, cuya mística fue ocultada cada vez más mientras crecía la enemistad hacia la nueva y poderosa fe.

 

En efecto, Arkaim puede haber sido la sede de una de las religiones solares de misterios de aquel período, y la ígnea catátrofe que destruyó dicho asentamiento después de doscientos años de funcionamiento puede bien haber sido causada por aquel mismo conflicto interno entre el antiguo orden y el nuevo.

La evidencia gráfica contenida en el Enuma Elish muestra que los sumerios entendían muy bien que los Antiguos a quienes ellos tanto reverenciaban eran "de los dioses", no dioses ellos mismos sino seres humanos, aunque de una conciencia mucho más avanzada.

 

Según los murales que ellos nos han dejado, los primeros egipcios también sabían en algún sentido que sus deidades eran realmente altos maestros chamanes, cada uno cubierto con el tocado oficial de su tótem animal.

 

Pero aquel entendimiento iba a ser obstruido por el predominio cada vez más agresivo de la religión solar, cuando una especie de oscuridad de amnesia cayó sobre la conciencia colectiva de nuestra raza. Los sacerdocios solares se retiraron detrás de barricadas, y una división espiritual que nunca había existido antes se abrió en la sociedad.

Como el historiador Giorgio de Santillana ha señalado en "Hamlet's Mill" (1969), a partir de entonces la comprensión profunda que se tenía de nuestros antepasados comenzó a descender hacia la mitología y la superstición mientras pequeños refugios de la sabiduría secreta llamados templos brillaban en un mar de oscuridad, y una mística de los dioses sustituyó al conocimiento cosmológico de las épocas anteriores [35].

 

Mientras grupos de iniciados portadores de la cultura se esparcieron a través del globo para sembrar las semillas de la civilización una vez más, un núcleo de la raza antigua se retiró profundamente en las cordilleras del Asia Alta que rodean el desierto de Takla Makan y cortaron todo el contacto directo con el mundo exterior.

Desde entonces, el centro euroasiático entero, desde los Urales al Gobi e incluyendo el Sur de Siberia, ha llevado el sello de una santidad especial.

 

El Asia Alta en particular ha sido llamada por una sucesión de pueblos y religiones como,

Paradesha, la Tierra Prohibida, la Tierra de los Dioses Vivientes, Thule, Djong, Uttarakuru, Olmolungring, Shambhala, la Tierra Santa y la Tierra de las Aguas Blancas [Bielovodia].

Cualquiera sea su nombre actual, casi todas las tradiciones esotéricas en el Viejo Mundo han relacionado esta vasta y misteriosa región euroasiática interior, tan rica en conocimiento elevado, con la legendaria raza de los Antiguos y la han reverenciado como el hogar de la Sabiduría Antigua para la actual Era del mundo.

De esta manera, la leyenda de los Hijos e Hijas de Dios nunca ha muerto, aunque haya pasado a la clandestinidad.

 

El Asia interior, que se piensa que es la cuna inmemorial del chamanismo así como de todos los sistemas yóguicos y religiosos, es considerada por muchos como todavía espiritualmente eficaz, todavía una tierra santa que, bajo una sola Jerarquía gobernante, alberga con imparcialidad a escuelas y hermandades arcanas perseguidas en otros lugares.

 

Sufíes, budistas, cristianos nestorianos, taoístas, zoroastrianos, neo-platónicos y otros que han estado ocultos del mundo profano por las largas cadenas de la transmisión iniciática, nunca han dejado de encontrar un santuario en aquel protectorado especialmente bendito, donde todo comenzó.

Después de estar escondida en las sombras durante miles de años, hoy la región está siendo iluminada por un foco intenso desde cada ángulo posible.

  • El descubrimiento de Arkaim es sólo uno de tales ángulos

  • La muy publicitada disputa entre China y el Tíbet es otro

  • La siempre peor lucha entre EE.UU. y Rusia por el dominio militar sobre las provincias ricas en petróleo y gas de Asia Central

  • El compromiso creciente de Rusia, China, Irán e India con un bloque geopolítico euroasiático, en tácita oposición a las potencias occidentales

  • Al mismo tiempo el despertar del interés en Occidente por la misteriosa riqueza espiritual que puede ser vislumbrada en el lugar,

...son otros factores que llevan el centro de Asia al centro mismo de la atención mundial.

 

Pero las preguntas que todo ello plantea permanecen sin ser contestadas.

  • ¿Cuál es el secreto de la Tierra Santa?

  • ¿Quiénes eran realmente los Antiguos que nos dieron la civilización?

  • ¿Todavía ellos están dirigiendo nuestra evolución en forma de seres desencarnados?

  • ¿Cuál es el secreto del Eje del Mundo?

  • ¿Seguimos aún entendiendo los principios arquetípicos que dan forma a nuestro planeta?

  • ¿Y por qué sólo comenzamos ahora a hacer tales preguntas?

 

 

 

 

 

Notas

[1. Colin Wilson, Atlantis and the Kingdom of the Neanderthals, Bear & Co., Vermont, 2006].
[2. John Michell, The View Over Atlantis, Sphere Books, Londres, 1975, p. 117].
[3. V.A. Shnirelman, Archaeology and Ethnic Politics: the Discovery of Arkaim, Unesco, 1998].
[4. Alex Sparkey, The Ancient Land of Arkaim, from Spirit of Ma'at: Russia: Land of Living Mysticism, Vol. 3, N°9, 3].
[5. Pravda.ru, An Ancient Aryan Civilisation, 16 de Julio de 2005].
[6. Shnirelman, op. cit., p. 38].
[7. Louis Pauwels y Jacques Bergier, The Morning of the Magicians, Souvenir Press, Londres, 1960, p. 188].
[8. René Guénon, The Lord of the World, Octagon Press, UK, 1983, p. 9].
[9. Victoria LePage, Shambhala, Quest Books, Illinois, 1996, p. 197, citando a Diodoro Sículo, The Library of History, Loeb Classical Library, Londres, 1936, p. 67].
[10. Colin Wilson, op. cit., p. 32].
[11. Ibid., p. 32].
[12. Nicholas Roerich, Shambhala: In Search of the New Era, Inner Traditions International, 1930, p. 221].
[13. Jacob Bryant, A New System or An Analysis of Ancient Mythology, Londres, 1776].
[14. Jurgen Spanuth, Atlantis of the North, Sidgwick & Jackson, 1979, 123 – 24].
[15. Joseph Campbell, The Masks of God, Vol. 1, Penguin, Harmondsworth, 1984, p. 121].
[16. Alan F. Alford, Gods of the New Millennium, Hodder & Stoughton, Londres, 1996, p. 261].
[17. Ibid., p. 261].
[18. Ibid., p. 261].
[19. Frederick Soddy, The Interpretation of Radium and the Structure of the Atom, Putnam, Nueva York, 1922, citado por Colin Wilson, op. cit., p. 292].
[20. Ibid., p. 292].
[21. Colin Wilson, op. cit., p. 2].
[22. Obras de Hesíodo, trad. de R. Lattimore, University of Michigan Press, Ann Arbor, 1959, pp. 172–3].
[23. Lewis Spence, The History of Atlantis, Rider, Londres, 1926; citado por Geoffrey Ashe, Atlantis, Thames & Hudson, Londres, 1992, p. 21].
[24. Eberhard Zangger, The Flood from Heaven, Sidgwick & Jackson, Londres, 1992, p. 66].
[25. Colin Wilson, op. cit., p. 91].
[26. René Guénon, op. cit., p. 56].
[27. Platón, Timeo y Critias, trad. de Desmond Lee, Penguin, Harmondsworth, 1983, p. 145].
[28. René Guénon, op. cit., p. 50].
[29. Ibid, p. 56].
[30. Stephen Oppenheimer, Eden in the East, Weidenfeld & Nicolson, Londres, 1998, pp. 30 y 41].
[31. Anne Baring y Jules Cashford, The Myth of the Goddess, Penguin, 1993].
[32. Ibid., pp. 50–56].
[33. Oppenheimer, op. cit., p. 35].
[34. Andrew Tomas, Shambhala: Oasis of Light, Sphere Books, Londres, 1976, p. 26].
[35. G. Santillana y H. Von Deschend, Hamlet's Mill, Gambit International, Boston, 1969].




 

 

 

Parte 2

2009


Alejándose un poco de la temática específica de Arkaim ya presentada arriba, se nos invita aquí a profundas consideraciones metafísicas y a la apreciación de ciertos autores que van dando cuenta del tejido esotérico que no siempre es dado a conocer masivamente.

 

Toda la abstracción filosófica remata lúcidamente en los párrafos finales, donde la autora anuda el tema y demuestra la coherencia de este ensayo con su primera parte.

 

Es de interés su invitación a considerar a los seres sobrenaturalmente semejantes a la Humanidad actual como siendo todos el Hombre y como provenientes de un quinto reino de la Naturaleza, que aguarda en el futuro a quienes, ejercitando una disciplina, logren viajar hasta él, y que desde el pasado se nos presenta como el mundo y el hogar de seres a quienes se les ha rendido culto porque no se ha sido iluminado espiritualmente.

 

Siempre quien quiera aprender puede obtener enseñanzas de estas aparentemente abstrusas materias.

 

 

 

 

 

La aseveración de René Guénon, entresacada de antiguas fuentes esotéricas, de que en el pasado remoto la primera civilización de la Humanidad surgió en una zona ártica libre de hielo no carece de apoyo geológico.

 

Según el famoso investigador J.S. Gordon,

"no hay ninguna duda científica de que los casquetes polares se han derretido y reformado muchísimas veces y que esto siempre ha afectado a la sociedad humana (además de a las especies animales y vegetales), a menudo catastróficamente" [1].

Él destaca que la gran Época Glacial, que duró aproximadamente dos millones de años, y que finalizó hace aproximadamente doce mil años, estuvo compuesta de treinta y tantas Épocas Glaciales menores, con intervalos cálidos de derretimiento polar entre medio de ellos, cada cual creando períodos de miles de años de condiciones templadas en los polos.

 

Cualquiera de estos intervalos cálidos habría sido hospitalario para una civilización circumpolar.

Charles Hapgood, quien a mediados de los años '60 era profesor de Historia de la Ciencia en la Keene University en New Hampshire, EE.UU., llegó a convencerse de que la Humanidad en efecto disfrutó realmente de una civilización sofisticada hace cien mil años o más, y que debe haber estado al menos en parte en una localización polar.

 

Él derivó su teoría de la investigación cartográfica realizada sobre los antiguos portolanos o mapas marineros, uno de los cuales había estado en posesión de un almirante turco del siglo XVI, Piri Re'is [2].

"Este mapa (y otros también investigados)", comenta Gordon resumiendo las conclusiones de Hapgood, "claramente mostraba... que las regiones polares habían sido cartográficamente catastradas cuando no existía ningún casquete polar" [3],

...y que en el caso del Círculo Antártico los ríos y montañas habían sido trazados en el mapa con tal detalle que dicha tierra debe haber estado habitada, y (trazados) por una gente que entendía la trigonometría esférica.

Otros investigadores, comprobando y reexaminando los datos arqueológicos existentes de los pasados 150 años, han concluido a partir de la evidencia de artefactos humanos y huesos fósiles encontrados bajo capas geológicas profundas, que anatómicamente los humanos modernos con una capacidad intelectual moderna han existido desde el comienzo del período Cuaternario, hace aproximadamente 1,65 millón de años, y que ellos eran más altos que el hombre moderno y con una capacidad cerebral entre un 15 y un 20 por ciento más grande.

En La Doctrina Secreta (The Secret Doctrine), Helena Blavatsky dijo que en tiempos primitivos la Tierra no se había densificado todavía totalmente y era por lo tanto más grande que en la actualidad.

 

Todas las formas corporales habrían sido considerablemente más ligeras en su peso y de una naturaleza más plástica, y los esqueletos todavía no se habían endurecido por entonces, y en consecuencia los seres humanos podrían haber sido menos afectados por la gravedad y como seis metros o más de alto que lo que lo son hoy.

 

Ella creía que a través de larguísimas épocas hubo varios cambios violentos de las condiciones climáticas de la Tierra, con las correspondientes disminuciones de la estatura humana, acompañados por muchas variaciones en la civilización y la cultura [4].

La corriente científica predominante no tiene ninguna real concepción de cuánto tiempo el moderno homo sapiens ha estado existiendo, o bajo qué condiciones físicas, pero ciertamente los arqueólogos son conscientes de que han sido encontrados cráneos de homo sapiens de un tipo completamente moderno que tienen más de cien mil años.

 

El hombre de Swanscombe de Inglaterra tiene una antigüedad de un cuarto de millón de años, mientras que el hombre de Vertesszollos de Hungría, igualmente moderno en tipo, se cifra desde unos increíbles cuatrocientos mil a setecientos mil años [5].

 

Tales fechas dejan un amplio espacio en nuestro registro humano para muchas modificaciones del clima y variaciones en la estatura física, desarrollo cultural y condiciones de vida.

La Biblia hebrea nos dice:

"Había gigantes en la tierra en aquel tiempo, y también después, cuando los Hijos de Dios llegaron a las hijas de los hombres, y ellas les engendraron hijos; estos mismos se convirtieron en los hombres fuertes que hubo de antiguo, los hombres de renombre" (Génesis 6:4).

La información dada en el libro del Génesis en cuanto a los Hijos de Dios, los Antiguos de tamaño gigantesco que alguna vez vivieron en la Tierra - "los hombres fuertes de antaño, los hombres de renombre" - fue sacada por los escribas hebreos de las escrituras de razas circundantes más antiguas, como los textos védicos indios, los Vedas y los Puranas, y la sumeria Epopeya de Gilgamesh (Epic of Gilgamesh).

 

En las ilustraciones sumerias de los hechos de los dioses se puede ver fácilmente que la altura relativa de los Antiguos y la de los humanos corrientes era proporcionalmente como la de un adulto y un niño.

 

En uno de tales casos, un dios sostiene a un humano en su regazo como si amamantara a un bebé. Los egipcios también crearon estatuas de reyes-dioses de enorme altura yuxtapuestas a pequeñas figuras de estatura humana normal; y mientras estos mensajes en piedra pueden haber sido diseñados para ser entendidos simbólicamente, existe la posibilidad alternativa de que se pretendía una interpretación completamente realista, como más de un investigador ha sugerido.

Helena Blavatsky, por ejemplo, sostuvo que no sólo las regiones polares fueron la cuna de la Humanidad hace millones de años, sino que debido a una disminución de la velocidad en la rotación de la Tierra las condiciones en los polos cambiaron, y el tamaño y el peso de todos los organismos vivientes fueron en consecuencia modificados.

"El eje de la Rueda se inclinó...

 

La gente [por vez primera] conoció la nieve, el hielo y las heladas, y los hombres, las plantas y los animales fueron empequeñecidos en su crecimiento.

 

Aquellos que no perecieron, permanecieron como bebés a medio crecer en tamaño e intelecto" [6].

La otra característica sobresaliente atribuida a los Antiguos, a quienes Blavatsky llamaba los Kumaras, eran sus cráneos enormes.

 

Aunque haya menos evidencias en los textos antiguos para apoyar esta leyenda, es un hecho asombroso el que varios cráneos enormes, en relación al tamaño de la cara, han sido desenterrados en Perú: uno está en exhibición en el museo de Lima [7].

 

Según el informe, otros de inmensidad similar han sido encontrados en y alrededor de Egipto y el Tíbet [8].

 

Además, bustos esculpidos de los miembros de la familia perteneciente al faraón egipcio Akenatón de la décimo octava dinastía demuestran el mismo rasgo anómalo, incluyendo orejas igualmente enormes.

 

Encontradas en las ruinas subterráneas del desierto en Tel el-Amarna en Egipto, estatuas poco conocidas de esta extraña familia, que incluía a Nefertiti, esposa de Akenatón, y sus hijas, exhiben otros rasgos inusuales, incluyendo una gran altura corporal.

 

El cuerpo de una estatua de Nefertiti es descrito así:

"Ella no lleva puesta ropa porque ellos no creían en eso entonces.

 

Ella tiene una cabeza enorme, orejas grandes, un cuello largo y delgado y una cintura alta. Ella también tiene una especie de abdomen protuberante.

 

Y... ella tiene piernas flacas y muslos anchos" [9].

Ésta de hecho es una descripción igualmente buena del famoso aspecto extraño de su marido.

 

Las similitudes esculpidas o pintadas de las hijas de Nefertiti, hasta la más joven, una simple bebé, muestran exactamente las mismas características peculiares de enormes cráneos calvos, cinturas altas, pantorrillas flacas y orejas enormes.

  • ¿Pudo esta familia Real egipcia, entonces, haber sido un salto atrás hacia la descendencia ancestral de los Antiguos?

  • Y más pertinentemente, ¿podrían sus rasgos físicos anómalos apoyar la idea de una raza foránea para nosotros, de otro sistema estelar o un ciclo racial anterior?

Estos Antiguos, también conocidos como los beni ha-elohim, los divinos Hijos de Dios o los Hijos de la Niebla de Fuego de quienes los sumerios afirmaban que habían traído la civilización a la Humanidad, son un misterio perenne.

 

George I. Gurdjieff los consideraba como adeptos chamánicos paleolíticos, hombres y mujeres cuya evolución, debido a sus prácticas espirituales superiores, los puso muy por delante de sus compañeros. Pero la tradición ocultista va mucho más allá, sosteniendo que los Antiguos eran una raza sabia y poderosa que vino desde las estrellas, posiblemente, dicen algunos, de la gigantesca estrella Sirius.

 

En la antigua tradición egipcia ellos son llamados los "Vigilantes de Pe" [un pueblo en el Bajo Egipto], inteligencias divinas que vigilan y guían a la Humanidad y su progenie, desde alturas celestiales.

 

O bien,

¿podrían ellos haber sido, como sugiere el célebre teósofo G. de Purucker, el remanente sobrante de una raza humana más antigua que había encarnado en la Tierra que había venido originalmente del sistema de las Pléyades, y que había terminado su ciclo racial quizás hace millones de años?

Si éste fuera el caso,

¿explicaría esto la creencia mundial entre las sociedades tradicionales, repetida ad nauseam en sus escrituras, de que los Antiguos eran diferentes en tipo físico de nuestra especie, gigantes en estatura y con enormes cráneos calvos, rasgos que parecían separarlos completamente de nuestra Humanidad corriente?

Hasta hace poco tales preguntas acerca de los Antiguos no podían ser hechas de manera provechosa salvo en el contexto de una sociedad iniciática cerrada.

 

Más extraño aún, hasta no hace mucho el resto del mundo no estaba ni siquiera consciente de que tales preguntas implicaban un material proscrito por los templos que había estado prohibido para el mundo exterior durante miles de años.

 

Como ya se mencionó en la primera parte de este artículo, René Guénon, uno de los principales esoteristas de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, luchó hasta donde se atrevió contra este embargo de lo oculto, creyendo que se estaba acercando rápidamente el tiempo en que la Humanidad necesitaría un nivel más alto de comprensión antropológica, cosmológica y metafísica que la que era posible en su época [de Guénon].

"Este estudio", él escribió, acerca de la avanzada raza de los Antiguos que según la ciencia teosófica había emigrado desde la zona ártica a Asia Central hace muchos cientos de miles o quizás millones de años, "ha avanzado más profundamente que cualquier otro estudio precedente, invitando a la crítica, quizás, por parte de algunos. Creemos, sin embargo, que no hemos dicho demasiado, ni nada que no debería ser revelado..." [10].

Pero Guénon estaba convencido de que mucho conocimiento considerado como demasiado arcano o demasiado peligroso para la muchedumbre profana pronto tendría que ser liberado en la esfera pública. Y parecería que él tenía razón.

Un nuevo orden está alboreando en esta Era post-milenio en la cual una gran parte del alguna vez proscrito conocimiento sagrado está siendo puesta a disposición para todos.

 

Entre muchos de los secretos subterráneos de ayer que están ahora emergiendo libremente a la luz del día están los secretos de la evolución humana y su relación de equipo con la evolución de la Tierra y del cosmos, y estos secretos tienen una relación directa con los desconocidos Antiguos, los dioses de la mitología antigua.

 

La remoción del embargo de lo oculto, aliado a una explosión de nuevos descubrimientos e hipótesis científicos, hace posible acercarse a dicha materia de una manera completamente nueva.
 

 



El Quinto Reino

La clasificación medieval de la Naturaleza en cuatro reinos universales - mineral, vegetal, animal y humano - ha sido dada por obsoleta por la ciencia moderna, que ha desarrollado inductivamente su propio sistema jerárquico de partículas sub-atómicas, átomos y moléculas en cuanto al reino mineral, y ha combinado al animal y al humano en una sola categoría.

 

Sin embargo, el viejo sistema de cuatro reinos, basado en una visión deductiva intuitiva de la verdad y visto como un ejemplo de la Filosofía Perenne, está todavía firmemente establecido en la mayor parte de las escuelas esotéricas occidentales que han surgido desde los tiempos medievales:

  • la teosofía

  • la antroposofía

  • el rosacrucismo

  • el moderno sufismo

  • varias canalizaciones de la Nueva Era

  • la escuela de Sri Aurobindo,

...y otras.

Los defensores de la clasificación de los cuatro reinos ven la progresión allí como una sucesión natural desde los minerales inertes a la planta que está viva pero no aparentemente consciente, y luego al animal que tiene un limitado poder de razonamiento y que no es consciente de sí mismo, hasta el ser humano que él solo tiene conciencia de sí mismo y libre albedrío consciente; y a estas cuatro clasificaciones una quinta es a veces añadida y designada de maneras diversas, con nombres más bien oscuros e incluso engañosos.

 

Los filósofos medievales incluían esta quinta categoría como la de las jerarquías angelicales, y la Antroposofía (Rudolf Steiner) lo hace igualmente con una claridad algo mayor, llamando a la quinta una categoría trans-humana.

 

Los rosacruces se aferran al formato de cuatro reinos, refiriéndose vagamente a una quinta categoría como el "Espíritu Puro" de voluntad e imaginación.

 

La teosofía llama al quinto reino una etapa post-humana de evolución espiritual; Teilhard de Chardin lo llama Omega, la divinizada etapa trans-humana; y el sabio hindú Sri Aurobindo lo llama la divinizada etapa supra-mental.

El quinto reino tiene otros nombres; pero cualquiera sea su designación, en los círculos esotéricos la diferencia entre la etapa trans-humana y la inferior etapa humana sólo es vagamente delineada y raramente se le da el énfasis o claridad que requiere.

Los antiguos egipcios hicieron el asunto mucho más claro. Ellos ilustraron la transición resurrectiva desde el cuarto al quinto reino con admirable precisión en los cielos de ciertos sepulcros muy antiguos [11].

 

En su descripción de los neters, o dioses, sometiéndose a la resurrección espiritual, ellos muestran una fila de figuras humanas con cabezas de animales que marchan a lo largo de una línea de base horizontal, con un óvalo rojo - el "huevo de la metamorfosis" - encima de cada cabeza, hasta que repentinamente la línea de base gira en 90 grados hacia la vertical, y una figura asciende a lo largo de ella.

 

Logrando "un rápido cambio biológico hacia una forma de vida diferente", él se ha transformado en el regio quinto reino: armado con lo que parece ser el báculo de la autoridad espiritual y careciendo del óvalo sobre su cabeza, que ha sido absorbido en su propio ser, él se ha metamorfoseado en un rey [12].

 

Desde existir como un ser colectivo de un orden inferior, él ha llegado a ser una singularidad Real.

Los egipcios entendieron claramente el objetivo de la evolución humana como una transición o resurrección hacia un estado más alto, un reino natural superior. Antiguos petroglifos de hombres con cabezas de Sol encontrados en varias partes del mundo, pero sobre todo en Asia Central, cuentan la misma historia.

En este artículo en dos partes me gustaría sugerir que, debido al secretismo esotérico que ha cubierto totalmente el asunto del quinto reino durante al menos los pasados 2.000 años, hemos dejado de entender su significado crucial.

 

No hemos comprendido adecuadamente que un quinto reino perfecciona y completa al cuarto, que es nuestro verdadero objetivo evolutivo y nuestra llave para todas aquellas preguntas que nunca hemos sido capaces de contestar.

 

La inclusión de un quinto reino en el orden natural convierte al cuarto reino que nosotros los humanos habitamos actualmente en un mero pasadizo de llegar-a-ser, un episodio de transición en el cual somos impulsados hacia un proceso de transformación desde el estado animal detrás de nosotros a aquel del verdaderamente humano adelante, como en efecto Gautama Buda lo reconoció.

 

La vida, la vida humana, dijo él, es un cambio interminable y es el sufrimiento del cambio - y en efecto lo es si es vista como un viaje de desarrollo incesante de la conciencia en el reino verdaderamente humano, el quinto, en donde sólo se encuentra el reposo bien merecido.

La idea de un potencial quinto reino, un estado de felicidad y reposo espiritual que podemos esperar disfrutar en algún tiempo en el futuro, no es nueva para nosotros.

 

Pero lo que los antiguos templos de misterio a través de maestros esotéricos modernos como Guénon han sido renuentes a revelar, es que el quinto reino no es un futuro potencial sino una realidad actualmente existente, un estado humano supremamente iluminado más allá del nuestro propio, que, como los otros cuatro reinos de la Naturaleza, siempre se ha extendido hacia atrás hasta el pasado inconmensurable y hacia adelante lo hará hacia un futuro igualmente ilimitado, con su propio lugar arquetípico en el cosmos.

En realidad, está esotéricamente reconocido que más allá del quinto reino también existen otros.

 

Gordon habla del cuarto, quinto, sexto y hasta del séptimo reino de nuestra Naturaleza planetaria.

"Todos estos reinos existen juntos (incluso si somos inconscientes de ese hecho), y todos ellos juntos comprenden la naturaleza evolucionaría del Hombre.

 

De aquí que la especie humana sea sólo una expresión parcial del Hombre en general" [13].

Dada tal perspectiva, se abren muchas posibilidades que no eran previamente viables en nuestra filosofía.

Según este punto de vista, los Antiguos de la leyenda acadio-sumeria y los dioses de los babilónicos y los asirios fueron el florecimiento, en un nivel más alto, de un ciclo humano anterior hace muchos millones de años, siendo su privilegio dirigir la evolución del siguiente ciclo, que es el nuestro propio.

 

Liberados, gracias a su avanzado desarrollo, de las condiciones restrictivas de la Humanidad del cuarto nivel de transición, el universo estaba abierto para ellos, pues el quinto reino del espacio-tiempo se dice que posee múltiples dimensiones incomprensibles e inaccesibles para los reinos inferiores.

 

Estos así llamados dioses podían viajar entre las estrellas por medio de corrientes de energía supramundanas desconocidas para nosotros, encarnando en otros cuerpos estelares o en el planeta Tierra, según surgieran las necesidades, y retirándose cuando quisieran hacia dimensiones invisibles para los que estaban a su cargo en la Tierra.

En el escenario mencionado, un orden superior de ser humano, conocido como dios, ángel, semidiós o inteligencia extraterrestre, está inextricablemente entretejido en nuestra propia historia. Pero no sólo nuestro pasado está implicado en esta nueva perspectiva: nuestro futuro está igualmente involucrado.

 

A medida que subimos con rapidez creciente hacia estados más altos de conciencia y de allí a la proximidad con el quinto reino, encontramos a los Superiores en sus diversas apariencias inmateriales descendiendo para reunírsenos. Como una parte del gran orden humano, ellos son nuestro futuro así como nuestro pasado.

Como el tiempo y el espacio son funciones de la conciencia, su valor cambia progresivamente cuando nosotros cambiamos. Encontraremos que la Humanidad está en casa en todas partes en el universo y que trasciende el tiempo lineal. No tiene comienzo ni final; es co-eterna con el cosmos.

Estoy sugiriendo, entonces, que es el tiempo de reunir todas nuestras ideas modernas de alienígenas, extraterrestres, cosmonautas de Sirio y visitantes angelicales junto con su repertorio sobrenatural de vehículos espaciales, OVNIs, círculos de cosecha, esferas, etc., y clasificarlos a todos ellos como miembros de nuestra propia especie humana que, junto con su tecnología avanzada, han llegado hasta nosotros desde el quinto reino.

 

En otras palabras, como con velocidad creciente nos acercamos en nuestra conciencia al umbral del mundo espiritual, es altamente probable que descubramos un quinto dominio no de dioses sino de nuestros propios semejantes ya establecidos en majestad y poder, libres ya, como los reyes-sacerdotes egipcios de antaño, para recorrer los caminos cósmicos a voluntad como Señores del Universo.

¿Cómo, entonces, se logra tal metamorfosis?

 

Las enseñanzas secretas de los sabios más antiguos de los que tenemos conocimiento afirman que toda vida, toda sabiduría y poder creativo son transmitidos al plano terrestre mediante una energía espiritual que fluye desde los planos superiores celestiales, y que es ascendiendo esta corriente sagrada, simbolizada como un Pilar o un Árbol del Mundo que conecta la tierra con el cielo, que la Humanidad llega a su perfección más sublime.

Otro símbolo ocultista tradicional de esta energía divina corriente es el kabalístico Árbol de la Vida, definido astrológicamente.

 

El famoso escritor británico Trevor Ravenscroft compara el Árbol de la Vida con,

"el árbol Yggdrasil de la mitología nórdica, el Fresno del mundo que vincula al cielo, la tierra y el infierno".

La corona del árbol, dice él,

"comprende las doce constelaciones del Zodiaco, las ramas en espiral simbolizan los planetas y las raíces del tronco se arraigan profundamente en los elementos de la tierra" [14].

El Árbol es así propuesto como una metáfora para la estructura arquetípica del cosmos, en el cual cada elemento es parte de un todo funcional viviente, uno en el cual la Humanidad, subiendo el Árbol y uniendo así el plano de la Tierra con el plano celestial, desempeña un papel evolutivo crucial.

El destino del Hombre, por lo tanto, es visto como el retorno final de su alma al reino de las estrellas.

 

Esta idea de volver a casa a la Fuente que está encima, está implícita en todos los sistemas totémicos tribales encontrados en las sociedades chamánicas tempranas alrededor del mundo, pero fue más completamente comprendida en su forma religiosa cuando la idea de la realeza - del gobierno jerárquico desde arriba - se apoderó de las sociedades neolíticas al final de última Era Glacial.

Los estudiosos de tradiciones antiguas alrededor del globo hablan de un anterior período de paz mundial cuando había sólo una cultura, una religión, una Deidad Suprema y un solo lenguaje en el planeta, y cuando todos los humanos eran iguales.

 

Y en efecto la interpretación de Guénon de la prehistoria, como hemos visto, implica que fue mantenido un universal acuerdo igualitario cuando los hiperbóreos emigraron primeramente hacia el Sur, bifurcándose entre Asia Central por una parte y el continente atlántico del Sur por otra.

 

Pero con el tiempo la ideología del Pilar de las dos culturas se desvió cada vez más de su raíz común y como consecuencia se desarrolló un conflicto a nivel planetario.

 

Estos acontecimientos finalmente iban a ser miticizados en la historia bíblica de la Torre de Babel.

El relato de Blavatsky de las grandes migraciones atlantes establece un paralelo cercano con el del historiador del siglo XVIII Jacob Bryant, que concluyó que los troyanos eran antiguos atlantes quienes, expulsados de su patria sumergida en el Atlántico del Sur, se esparcieron hacia el Este y hacia el Norte en el vasto corredor euroasiático.

 

Llevando con ellos su jerárquico culto al Sol con sus dinastías regias, su culto al toro bélico y su urbanismo defensivo y concéntrico, ellos fueron resistidos por la población autóctona.

 

A partir de entonces, la realeza - el gobierno desde arriba - se convirtió en la causa de amargas guerras ideológicas, que en cierto modo todavía no han cesado de romper la paz de nuestro planeta.

Alrededor del quinto milenio a.C. un gran cambio climático en Asia Central, donde la mayor concentración de vida humana establecida, tanto de hiperbóreos como de atlantes, se había congregado, forzó renovadas migraciones a otras partes del mundo.

 

Fue en aquel período, dice Guénon, que las religiones solares de misterio y las sociedades secretas del Sol comenzaron a hacer proselitismo más ampliamente, y el culto del rey-dios sacrificado y resucitado se apoderó de las comunidades en cada tierra.

En el limitado espacio a nuestra disposición no es posible hacer justicia a la complejidad de este asunto.

 

Pero brevemente, se puede decir que, según las enseñanzas solares de la religión del Pilar, la autoridad Real y el poder de gobernar sabiamente yace en la capacidad del iniciado de la realeza de ascender por el axis mundi o Árbol del Mundo hacia el centro divino de la creación en el cenit del cielo.

 

Allí, y sólo allí, él encontrará la deificación; allí él será capaz de tener acceso a los poderes divinos de los cuales emanan todos los impulsos de autoridad, creatividad y sabiduría; allí él llegará a ser divino.

 

John Major Jenkins, un importante investigador de la cosmología antigua, dice:

"El conocimiento sagrado es ganado o conseguido emprendiendo viajes visionarios por el Eje del Mundo hacia el centro cósmico. Un gobernante, habiendo así llegado a fusionarse con la fuente divina y el poder que emana de la vida y la sabiduría, aglutina a los seres y objetos de grados menores" [15].

Tal monarca permanece como mucho más que una figura decorativa ejemplar o un símbolo administrativo en el núcleo de su reino; él ha llegado a ser, en virtud de su conquista del Árbol del Mundo, un indicador del camino hacia un nuevo orden de ser para toda su sociedad.

 

Del mismo modo Jenkins cree que, en ciertos momentos críticos de la historia de la Tierra, esta odisea de la transformación ascendiendo el Pilar cósmico hacia el Centro divino en el cenit es posible para la raza en conjunto, que de esa manera avanza hacia su siguiente objetivo evolutivo: el reino celestial, el quinto.

 

 


Volviendo a visitar la Religión del Pilar

¿Dónde está en el planeta, entonces, el Pilar cósmico o Eje del Mundo que los hebreos llamaban la Escala de Jacob?

 

Aunque fuera natural suponer que es sinónimo del eje de rotación de la Tierra en sentido Norte-Sur, no es éste el caso. Según Guénon, ha habido varias localizaciones sucesivas del Eje del Mundo en la superficie del globo que lo distinguen del eje de rotación Norte-Sur o del eje magnético.

La geografía sagrada, dice él, está basada en un modelo abierto del mundo. Nuestro actual modelo científico del mundo es cerrado: su sistema referente no está abierto a ninguna dimensión más alta que sí mismo, y esto hace su estudio mucho más fácil de abordar.

 

Pero la realidad esotérica, expresada hace mucho en las enseñanzas del Pilar, consiste en que la Tierra incorpora un principio que la conecta en todo tiempo a un mundo espiritual mayor, de la misma manera en que el reflejo de un espejo está intrínsecamente relacionado con la realidad.

 

En virtud de este hecho, la Tierra es hiperdimensional en su estructura - como en efecto el físico David Bohm ha propuesto en su teoría de un implícito orden universal que está detrás del explícito orden físico como su plantilla enérgica - y esto modifica radicalmente todo lo que podemos decir acerca del planeta en el modo en que nosotros podemos medirlo y describirlo.

 

Abriendo la tradición científica secreta, Guénon afirma que básicamente nada menos que un nuevo modelo del mundo es necesario si debemos comprender la verdadera naturaleza del Eje del Mundo.

La religión del Pilar proyectó una cosmovisión muy diferente de la nuestra. El planeta era considerado como un organismo viviente con su propia jerarquía de inteligencias elementales trabajando en la multivariada organización y funcionamiento del todo, que llamamos hoy la obra de la Naturaleza.

 

El Árbol del Mundo, conocido en India como el monte Meru, se creía que estaba en el centro mismo de este gran complejo dinámico, un canal de energía evolutiva, un camino planetario de transformación psico-espiritual del mismo orden que el séptuple camino vertebral de la conciencia en los seres humanos.

En efecto, el nombre Meru está relacionado con la palabra sánscrita merudanda, que significa una columna vertebral, y de aquí que el Árbol del Mundo puede ser calificado en adelante como la columna vertebral del planeta, un sistema de chakras análogo al del sistema espinal humano, con siete o nueve nodos de creciente conciencia psico-espiritual que culmina en el Centro Cósmico en la cumbre.

 

Estos nodos fueron clarividentemente percibidos como una sucesión de entradas al tronco del Árbol que conduce a planos superiores de la existencia, y por lo tanto la entrada final al Centro Cósmico fue llamada la Puerta del Norte.

La tesis neoplatónica de Guénon contiene el concepto de un éter universal, rebautizado como "el fluído cuántico" por la ciencia moderna.

 

La teoría de él declara que detrás del cuerpo físico de la Tierra está su plantilla espiritual, un tejido permanente pre-físico o etérico de fuerzas que delinean la estructura planetaria en su forma esencial.

 

En este interno cuerpo de luz - o, como la cosmología védica lo llama, el cuerpo vajra - está localizado el Eje del Mundo, la fuente etérica y el regulador inteligente de todas las energías del planeta.

 

Al comienzo de cada gran ciclo temporal - y con ello Guénon quiere decir por lo menos una ronda del Zodiaco, un Año Sideral de 25.920 años - los dos cuerpos están en una alineación prácticamente perfecta, pero a medida que el ciclo avanza, ocurre una separación y el cuerpo físico cae cada vez más de la alineación con su plantilla espiritual (un cambio que corresponde a la imagen de Blavatsky de una inclinación del eje de la Rueda del Zodíaco).

Esta falta de alineamiento o inclinación del cuerpo planetario desde su plantilla interior tiene el efecto de crear todas las tensiones terrenales y las vicisitudes del tiempo y el cambio que conocemos tan bien y que es la condición previa necesaria para el crecimiento evolutivo.

 

Los dos cuerpos, el arquetipo espiritual y su reflejo físico, no conseguirán otra vez alinearse hasta el final del ciclo temporal [16].

 

De esta circunstancia proviene todo el sufrimiento del devenir, todo el así llamado mal, de nuestra existencia terrenal.

En una cosmología tan espiritual el universo en conjunto está en reposo. Conteniendo las plantillas esenciales inmutables de la forma - las Formas platónicas o Ideas - está en un estado ideal de armonía y orden, y nunca es perturbado.

 

Pero aunque el mundo espiritual del Ser puro sea invariable, el estado natural de su reflejo, holográficamente proyectado en un plano inferior, incluso en su menor desplazamiento llega a estar fuera de su centro y por lo tanto en un perpetuo movimiento compensador. Esta es la "caída" bíblica de la Humanidad, sin la cual no habría ningún proceso evolutivo.

 

Con la separación del plano físico, el movimiento es creado y comienza el sufrimiento del cambio, ya que el proceso de la creciente diferenciación del cuerpo físico desde su fondo espiritual inflige al planeta y a todas sus formas de vida una perturbación local, la angustia del movimiento, del desequilibrio, del ajuste continuo a nuevas condiciones y nuevas demandas evolutivas, pero también la posibilidad de alcanzar un mayor estado del ser.

Podemos resumir esta cosmología esotérica así: Al comienzo de los grandes ciclos precesionales, el eje Norte-Sur y el eje magnético están en una alineación prácticamente perfecta con el Eje del Mundo y con los demás. Los tres están entonces aparentemente unidos en el verdadero Norte, de modo que el centro espiritual supremo está en una localización literalmente polar; pero cuando los ciclos prosiguen su camino, los polos progresivamente se apartan de su alineación con el Eje del Mundo y se desarrollan los cambios terrestres.

 

Hoy el Eje del Mundo se ha trasladado aparentemente hacia el Sur y está situado en Asia Media, donde ha estado durante muchos miles de años.

En Galactic Alignment John Major Jenkins presenta un cuadro cosmológico similar. Él llama al Eje del Mundo el eje evolutivo, por inferencia un tercer eje terrestre actualmente desconocido para la ciencia.

 

Clarividentemente visible, se piensa que esta gran corriente de energía inteligente psico-espiritual traspasa el planeta entre (aproximadamente) las latitudes 45 a 50 grados Norte, surgiendo al Norte de Cachemira, posiblemente en las montañas Pamir [17].

 

Es en aquellas cercanías, al pie del Árbol del Mundo, que los pueblos de Asia Central han localizado tradicionalmente el reino oculto de los Antiguos conocido como Shambhala, un centro iniciático accesible tanto en un plano físico, como en uno etérico y en uno astral.

La investigación germinal de Jenkins, basada como lo está en la cosmología de antiguas tradiciones de misterio alrededor del mundo, lleva a la conclusión de que una gran parte de la aparente diversidad de formas en el universo es lograda por una sola plantilla estructural (como el axis mundi), siendo dada una forma manifiesta en una multiplicidad enorme de contextos o puntos de vista diferentes, presentando algo como el efecto ilusorio de una sala de espejos.

 

Así la Puerta del Norte, sostiene él, puede ser vista como análoga en un nivel cósmico a la glándula pineal en el sistema humano, que es el centro más interior y creativo en el hombre y,

"el punto desde el cual se dan los regalos espirituales" [18].

Jenkins ve el Centro Cósmico a la cabeza del Eje del Mundo como cumpliendo la misma función en un contexto planetario.

Sin embargo, mientras René Guénon ha postulado un importante cambio desde polar a solar del Centro Cósmico en la adoración del hombre en algún tiempo remoto en la Antigüedad, Jenkins ha argumentado que este cambio sería mejor entendido como uno desde polar a galáctico.

 

Hace miles de años, afirma él, los astrónomos-sacerdotes comprendieron que aproximadamente cada 6.450 años la Puerta del Norte estaba alineada con el centro galáctico, y que tales tiempos ofrecían una oportunidad evolutiva inestimable para la raza entera.

 

Gordon también observa que la Tierra está sujeta a temporadas celestes de aproximadamente 6.480 años,

"que tienen un efecto dramático tanto sobre el clima... y también sobre las muchas y variadas culturas y civilizaciones que existen entonces" [19].

Es un hecho astronómico, dice Jenkins,

"que las alineaciones de los solsticios y equinoccios con el plano de nuestra galaxia de la Vía Láctea ocurren periódicamente durante el ciclo de precesión de 26.000 años. Tales alineaciones, en efecto, ocurren cada 6.450 años.

 

Joseph Campbell señaló que el conocimiento del ciclo precesional está implícito por la importancia dada al número 25.920 en las doctrinas hindúes, nórdicas y babilónicas" [20].

Jenkins compara la evolución espiritual de la Humanidad con esta alineación periódica de la Tierra con el plano galáctico y con el Centro Galáctico. La idea de que esto estimula la conciencia en este planeta es, dice él, "un concepto intrigante y profundo" que encuentra ecos en las cosmologías maya, védica y egipcia.

Jenkins considera al Árbol como un sistema de chakras planetario análogo al de los tantras individuales en la práctica del yoga kundalini.

 

Del mismo modo en que la conciencia yóguica asciende por el sistema espinal, activando así una secuencia jerárquicamente ordenada de siete chakras o vórtices de energía psico-espiritual que cambian de maneras sutiles el espectro entero de la conciencia, así la ascensión del alma racial por el Árbol del Mundo en ciertos intervalos precesionales de unos 6.450 (ó 6.480) años corresponde a la apertura de una sucesión de entradas celestiales.

En cada entrada abierta, la inundación de energías creativas divinas precipita,

  • ciertas modificaciones psicológicas y culturales en la sociedad

  • la tipología del cuerpo humano cambia

  • aparecen nuevas deidades y nuevas costumbres

  • la tecnología material avanza o cambia su base, y una nueva civilización es llevada adelante fundada en verdades recientemente imperativas

Es un momento de importancia evolutiva suprema, una iniciación colectiva quizás mejor comunicada por las enseñanzas de la religión de misterios de Mitra.

Este importante culto greco-romano prosperó hasta el siglo IV d.C., cuando fue extinguido por el cristianismo. Siete esferas planetarias eran abiertas para el buscador por medio de los siete grados de la iniciación mitraica, permitiéndole por último subir hasta el más alto, el Padre (Saturno).

 

Sin embargo, más allá del séptimo nivel era una enseñanza secreta la revelación de un octavo y noveno nivel o "casa" donde el Sol Hipercósmico estaba localizado.

 

Esta luminaria hipercósmica, esta "Estrella de estrellas", como el filósofo del primer siglo d.C. Philo Judaeus de Alejandría la llamó, fue identificada con el Centro Galáctico, al cual se obtenía acceso sólo mediante la octava y la novena "entrada" celeste encima de la de Saturno [21].

 

Este secreto medio de escape de la gravedad de la Tierra hacia la libertad del universo ha sido estrechamente guardado por la tradición oculta, y todavía no es totalmente descubierto a nuestro entendimiento.

La doctrina del Sol Hipercósmico, según Jenkins, es,

"fundamentalmente acerca del paso del alma a través de las entradas galácticas que se abren durante las Eras de alineación galáctica",

...cuando la luz divina del Centro de la Vía Láctea se derrama por las válvulas abiertas del Eje del Mundo e irradia la Tierra y a todos sus habitantes durante un cierto intervalo de tiempo.

 

Es en aquel intervalo crítico que las grandes mutaciones evolutivas tienen lugar, las civilizaciones caen y se reinstauran en formas radicalmente nuevas, y existe el potencial para que el quinto reino sea hecho realidad por al menos algunos miembros de la Humanidad del cuarto reino.

Jenkins es sólo uno de los innumerables observadores que creen que un tiempo histórico tal ha llegado otra vez. En efecto, ya millones de personas miran y esperan la fecha maya del "fin del mundo" de 2012, creyéndola ser el principio de una nueva Era Mundial... una siguiente etapa en el viaje hacia el quinto reino.
 

 



Comprendiendo el Ideal Euroasiático

En Febrero de 1962 los expertos astrológicos anunciaron una importante conjunción planetaria que ocurre sólo una vez en cada 6.500 (ó 6.480) años, habiendo ocurrido la anterior en 4.500 a.C., y la otra anterior en 11.000 a.C., ocasiones todas que fueron proféticas de grandes cambios en la Tierra [22].

 

Recuerdo bien el reporte en los medios de comunicación, porque inmediatamente un clamor de angustia y presentimiento se escuchó por toda la India, porque era sabido por la mayoría de los astrólogos hindúes que este raro acontecimiento estelar, que ocurre sólo cuatro veces en el ciclo precesional de 26.000 años, en efecto presagia realmente grandes inundaciones y cambios climáticos catastróficos.

En respuesta, el naciente movimiento de la Nueva Era predijo el retorno de la raza Antigua, la posibilidad de un cambio de los polos, y el nacimiento de una nueva raza de clarividentes.

 

Para los esoteristas generalmente la conjunción significó una nueva Era Mundial y una iniciación psico-espiritual inminente de la Humanidad colectiva, con todo el tumulto social e ideológico que tal acontecimiento implicaba.

 

Y confirmando por completo la posterior teoría de John Major Jenkins, la conjunción fue vista por algunos astrónomos como el primer signo de una revolución próxima en los asuntos mundiales geopolíticos, con el ascenso de Asia y la declinación de la hegemonía de las potencias occidentales.

En ese entonces, todas estas predicciones fueron consideradas como asombrosas y bastante inverosímiles. Pero casi cincuenta años después, los acontecimientos presagiados en 1962 están cristalizando ahora como la realidad post-milenio.

 

Amenazadoramente, los casquetes polares y los glaciares se están derritiendo, los mares aumentan, los recursos de la Tierra decrecen; el orden mundial anglo-estadounidense, construido sobre corporaciones económicas depredadoras, se está deshaciendo, y el poder asiático inexorablemente está en aumento.

 

Una transformación en la conciencia humana está en marcha, y hay una evidencia creciente de que enormes cambios naturales, socio-políticos y de conciencia que estamos viendo son irreversibles ahora, para bien o para mal.

Quizás el signo más importante de los tiempos debe ser encontrado en la visión creciente de una Eurasia unificada entre las principales naciones asiáticas, como China, Mongolia, India, Irán, así como Kazajstán y muchos otros de los Estados musulmanes de Asia Central.

 

Incluida en este bloque oriental en expansión está Rusia, la cual, desde el colapso del régimen soviético, está alejándose cada vez más de Europa Occidental en dirección a Asia en la búsqueda de su identidad, y redescubriendo así sus raíces eslavas y sus profundas conexiones turco-mongolas.

 

A través de las estepas, donde durante innumerables siglos en un crisol muchos pueblos, religiones e Imperios de todas partes han comerciado y luchado y se han hundido bajo desiertos de arena, un espíritu de renacimiento y de reforma ecuménica se está afianzando.

 

Una fuerza compensatoria que puede ser identificada con el invisible centro espiritual en el núcleo de la Asia Alta se agita a través de toda la región.

 

Musulmanes, budistas, zoroastrianos, cristianos, taoístas y chamanes están encontrando puntos en común en una visión unitiva del futuro. Afirmando ser una respuesta a la militarista colonización anglo-estadounidense que ha dominado durante tanto tiempo, este nuevo clima regional es un buen augurio para el nuevo equilibrio de las fuerzas espirituales, culturales y económicas del globo.

La decisión de convertir el tenue concepto euroasiático en una realidad geopolítica conformada por numerosas naciones independientes pero fuertemente asociadas y comprometidas con la armonía mundial, debe ser considerada como una fuerza para la renovación y para la sanación de la ruptura atlante/hiperbórea que hace mucho tiempo rompió la unidad primordial de la vida del planeta.

 

Esto procura en cambio retomar el antiguo acuerdo ártico y proponer nuevos términos para un futuro viable para la especie humana.

Lo que es realmente notable es que estamos presenciando todo este acontecimiento en Asia Central en un momento de gran significado astrológico, cuando las estrellas otra vez presagian un peligro extremo y una ocasión extrema para la vida de la Tierra.

  • ¿Estamos viendo entonces una vez más una misteriosa intervención desde el Este, una influencia salvífica que está surgiendo en el centro de Asia que intenta sembrar las semillas de un nuevo orden global y un nuevo tipo de civilización ante el cambio geofísico apocalíptico?

  • ¿Puede la raza Antigua estar viniendo en ayuda nuestra una vez más?

 

 

 

Notas

[1. J.S. Gordon, The Rise and Fall of Atlantis, and the Mysterious Origins of Human Civilization, Watkins Publishing, Londres, 2008, p. 131].
[2. Charles Hapgood, Maps of the Ancient Sea Kings, Turnstone Press, Londres, 1979].
[3. Gordon, op. cit., p. 131].
[4. Ibid., p. 159].
[5. William Fix, Lake of Memory Rising, Council Oaks Books, LLC, San Francisco, 2000, p. 203].
[6. H.P. Blavatsky, The Secret Doctrine, Vol. 2., Theosophical Publishing House, Los Angeles, 1947, p. 324].
[7. Drunvalo Melchizedek, The Ancient Secret of the Flower of Life, Light Technology Publishing, Flagstaff, Arizona, 1990 – 8, p. 143].
[8. Ibid., p. 143].
[9. Ibid., p. 139].
[10. René Guénon, The Lord of the World, Coombe Springs Press, R.U., 1983, p. 66].
[11. Melchizedek, op. cit., p. 43].
[12. Ibid., p. 43].
[13. J.S. Gordon, op. cit., p. 85].
[14. Trevor Ravenscroft & T. Wallace-Murphy, The Mark of the Beast, Vol. 3, Sphere Books, R.U., 1990, p. 67].
[15. John Major Jenkins, Galactic Alignment, Bear & Co., Rochester, Vermont, 2002, p. 150].
[16. René Guénon, op. cit.].
[17. Victoria LePage, Shambhala, Quest Books, Illinois, 1996, p. 180].
[18. Jenkins, op. cit., p. 140, citando a Valentinia Straiton, The Celestial Ship of the North, 1927].
[19. J. S. Gordon, op. cit., p. 130].
[20. Ibid., p. 42].
[21. Jenkins, p. 107].
[22. Sky and Telescope Magazine, Diciembre de 1961, p. 320. El 5 de Febrero de 1962, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno estuvieron todos dentro de 13° del Sol eclipsado].