por Wilhelm Reich

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Índice

  1. El experimento ORANUR - Observaciones introductorias

  2. Los hechos en orden cronológico

  3. La energía orgónica degenera (DOR) - El "morbo oranúrico"

  4. Reacciones biológicas específicas

  5. La reacción oranúrica en cadena de la atmósfera

  6. Desarrollo de los hechos en Orgonon a partir del 6-2-1951

  7. Resultados del experimento Oranur en los cobayas

  8. Medidas sanitarias y evacuación de los colaboradores enfermos

  9. Uno de nuestros médicos al borde de la muerte

  10. Interrupción del experimento Oranur

  11. Situación a finales de Marzo de 1951 (15 semanas después del comienzo del experimento Oranur)

  12. Morbo oranúrico y efectos de los Rayos X

  13. Del diario: 12 abril - 30 abril 1951

  14. El problema había sido sustancialmente resuelto

  15. Prospectivas

  16. Una sincera discusión

 

 

 

 



 

 

 

 

 

 

 


 


TEORÍA DEL ORGASMO Y OTROS ESCRITOS

ED. CERICI - MILAN.

EL EXPERIMENTO ORANUR

Nota: La traducción es bastante deficiente en algunos pasajes y faltan tablas de datos.
 

  • Energía Orgónica (OR)

  • Contra energía nuclear (NR)

  • ORANUR (Diciembre 1950-Mayo 1951)

 

 

Observaciones introductivas

Quien quiera que posea alguna experiencia en el campo de la búsqueda científica sabe bien que se puede emprender una actividad investigadora con el intento de resolver un determinado problema y encontrarse después empujado en una dirección del todo distinta e inesperada del desarrollo objetivo de la misma investigación.

 

Un control estricto no separado de un completo rechazo a las ideas preconcebidas puede en estos casos conducir a resultados importantes y también inesperados.

 

El descubrimiento de la radioactividad en la plebenda se hizo precisamente de este modo y lo mismo se puede decir de muchos otros importantes descubrimientos. Este maravilloso raciocinio típico de la investigación naturalística auténtica ha sido también puesto en obra en la serie de experimentos ORANUR iniciados hacia el final de 1950.

 

Como se indica en el primer informe Oranur (ver Orgone Energy Emergency Boletín nº l, Diciembre 1950) el experimento preciso y auténtico tenía como objetivo principal "la investigación de eventuales efecto" antinucleares de la energía orgónica atmosférica (OR); en otras palabras los experimentos Oranur fueron preparados en el intento de encontrar un poderoso antídoto contra las radiopatías nucleares (NR), basándose en años y mas años de experimentación y observación se había formado la hipótesis de que potentes fuerzas........


El auténtico experimento Oranur ha dejado demasiados problemas abiertos para que se pueda deducir un cuadro preciso de todos los relativos procesos. Esto se deduce en la presentación del experimento, que es menos sintética y sistemática que los tres precedentes informes sobre experimentos preparatorios del proyecto Oranur se espera que, con el tiempo el cuerpo central del experimento Oranur pueda alcanzar el mismo grado de claridad y coherencia. La dramática urgencia del argumento ha hecho indispensable una publicación si no prematura menos elaborada.


Antes de enfrentarse con el tema fundamental quisiera manifestar la más profunda estimación y el agradecimiento más profundo a mis asistentes que han contribuido a llevar a cabo el peligroso trabajo de cinco meses de experimentaciones con Oranur. Ellos demostraron una plena dedicación a sus propias misiones.

 

Algunas veces han aceptado críticas severas con la actitud de hombres y mujeres que saben perfectamente lo que significa. desarrollar un trabajo responsable se han expuesto sin dudas a peligros incluso mortales; algunas veces han trabajado sin interrupción día y noche; en fin, lo que quizás más cuenta, han llevado a término su trabajo como buenos amigos, de un mismo equipo.

 

Les estoy muy agradecido y quisiera expresar cuanto siento el haberles e expuesto, aunque sea involuntariamente, a estos "experimentos" con el consiguiente peligro para su salud y para su vida.

 

 


Premisas fundamentales del proyecto Oranur


El proyecto Oranur fue iniciado sobre la base de algunos asuntos bien conocidos y comúnmente aceptados.


Estos son:

  1. La energía atómica (es decir energía nuclear NR) es una energía cósmica que se libera de la materia a través de la desintegración del átomo, el cual a su vez es el elemento fundamental del universo según la física clásica y cuántica. La energía atómica, en suma, es la energía que permanece después de la materia. La energía orgónica (OR) por el contrario, representa la energía cósmica anterior a la materia, es decir la energía que no se ha transformado en materia sólida o no ha sido "capturada" por esta última. Que está universalmente presente, penetra en cada cosa, rodea, bajo forma de la llamada envoltura de energía orgónica, nuestro planeta, y con toda probabilidad, la de cualquier otro cuerpo celeste (piénsese: por ejemplo en la corona solar, el anillo de Saturno, etc...).


    La energía OR cósmica que se mueve libremente en el organismo viviente ha sido bautizada bio-energía, o energía OR organísmica.
     

  2. De innumerables observaciones desarrolladas a lo largo de un período de quince años se dedujo que la energía OR y la energía NR son antagonistas entre ellas. La energía NR según las opiniones corrientes, perjudica la función vital bajo formas de "radiopatías", con consecuencias que en los casos más graves son letales; en términos orgonómicos, en cambio, la energía NR influencia en algún modo a la biología volviéndola en mayor o menor medida incapaz de funcionar".


    Por otra parte, se supone que la energía OR adecuada por concentración y potencia, serviría de antídoto contra la radiación de la energía nuclear. Parecía muy probable que la curación espontánea debiese ser atribuida a la victoria de la energía orgónica del organismo libre la energía nuclear.
     

  3. Con el fin de convertir esta interacción de la energía atómica y de la energía orgónica más fácilmente comprensible para nosotros y para los demás, muchos años atrás fue trazado un paralelo de carácter psicológico, con las antiguas concepciones de la mente humana, y en particular con las funciones antagonísticas del bien y del mal, o bien lo que es lo mismo, de Dios y del demonio (véase a propósito Ether, God and Devil,1949).

La energía vital física fue descubierta en un coherente estudio de lo que se define "amor” en la totalidad del reino animal. La mente humana ha pensado siempre sobre el amor como de una fuerza capaz de contratar el odio y la destrucción. Ha estado siempre claro por otro lado, que el odio puede también matar al amor y que el amor en su lucha contra el mal puede ser transformado en odio por la pura y simple frustración.


Para nosotros experimentadores del proyecto Oranur la antitesis entre energía OR y energía NR se fundía ágilmente con nuestro conocimiento psiquiátrico de las funciones emocionales que son, en un sentido biofísico profundo, verdaderas y propias funciones físicas.


La energía OR no había mostrado nunca la producción de efectos dañinos de cualquier género sobre organismos vivientes; al contrario, se demostró capaz de curar ciertas enfermedades, como por ejemplo la degeneración de los tejidos y de la sangre, convirtiendo al organismo a una alta carga bioenergética. Sobre la base de estas experiencias médicas, se hipotizó que la energía OR, o energía vital representase en términos estrechamente físicos lo que para el profano se llama "Dios" o el "Bien".

 

Además, había sido comprobado y afirmado como noción segura el hecho de que los biones, es decir las burbujas de energía OR que constituyen la sustancia viviente, se presentaban también de formas antagonistas: biones PA y bacilos T, los primeros capaces de matar a los segundos, o bacilos de la muerte. Pero es también verdad que los bacilos de la muerte o bacilos T, en cantidades muy concentradas y activas en tejidos bio-enérgicamente debilitados, destruyen los tejidos sanos; esto fue comprobado con el estudio de la biopatía contractiva cancerosa. (Véase Reich, The Cancer Biopathy, pp. II - 63).


Nuestro plan operativo pues, presentaba dos series de funciones antagonistas entre ellas y ampliamente representadas en la ideología humana, en las observaciones microscópicas y en las funciones físicas.

 

He aquí una lista sinóptica:

 

 

Bien

Mal

Ética     

Dios

Diablo

Religión

Vida

Muerte

Biología

Biones PA

Biones T

Bio-energética

Energía Orgónica (OR)

Energía nuclear (NR)

Física

Energía cósmica

anterior a la materia 

Energía cósmica

después de la materia

Astrofísica, Cosmología

 

 


Aun cuando solo constituya un útil esquema del pensamiento, esta coordinación ofrecía una óptima base operativa y una dirección segura para orientarse en las oscuras regiones de un mundo desconocido y amenazador. La postura científica y humana en general parecía suficientemente amplia y segura para poder ofrecer una visión paciente por las cosas que el porvenir reservaba.


Además, un extenso trabajo llevado por los problemas del cáncer durante quince años nos había proporcionado una rica cosecha de datos referentes a las funciones vitales y sus contrapartidas, es decir las fuerzas del mal y de la destrucción. Una base segura había sido establecida con la diagnosis de los del decaimiento y de la degeneración de los sistemas vitales, con varios métodos como por ejemplo los exámenes hematológicos Reich y el cultivo y la observación microscópica de los señaladores de la muerte: los bacilos T (véase The cáncer Biophaty).


Nuestro primer informe contiene las líneas generales del experimento; ahora, por tanto, nos ocuparemos de los hechos reales tal y como empezaron a desarrollarse aproximadamente entre la mitad de Diciembre de 1950 y finales de Mayo de 1951. Estos hechos -en honor a la verdad- constituyeron un duro golpe en muchos sentidos: sea por las funciones físicas de nuestros organismos sea por la esencial profundidad del experimento en concreto, sea en particular por el proyecto Oranur.


Todos los participantes de estas primeras fases del proyecto Oranur fueron atacados en varios grados por el morbo oranúrico; los cobayas experimentales murieron, el edificio de los experimentos fue puesto fuera de uso por muchos meses y quizás para siempre; todos los planes que fueron cuidadosamente preparados para efectuar el experimento debieron ser abandonados y reelaborados. Varios conceptos fundamentales de la física vacilaron.

 

Sólo la mente abierta, libre, verdaderamente científica llegara a seguir este relato sin prejuicio ni temor.
 

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Los hechos en orden cronológico


El 30 Agosto de1930, durante la asamblea anual de la Dirección de la "Fundación Wilhelm Reich" presenté un informe sobre las posibilidades antinucleares de la energía orgónica (véase Orgone Energy Bulletin, 3l Enero 1951, pp. 59-60). Durante la primera semana de Diciembre de 1950 comenzamos a pasar a la acción concreta.

 

Los médicos orgonomistas de Nueva York fueron advertidos por nuestro secretario didáctico, Dr. Elsworth F. Baker, para que estuvieran preparados después de haber recibido la información del hecho sobre nuestros planes. Aclaramos bien, sobre todo, que la medicina no conoce actualmente ningún remedio contra la declinación de funcionalidad del organismo, excepción hecha para la energía OR en sus aplicaciones contra la biopatía cancerosa. Esto, obviamente, constituía una grave responsabilidad que recaía enteramente sobre nuestras espaldas.

 

Solo nosotros podíamos aceptar si la energía OR ofrecía o no alguna esperanza para la cura de la radiopatía atómica. Los Estados Unidos se encontraban en una situación peligrosa, en los primeros días de Diciembre de 1950, a causa del desastre coreano:

  • el cínico ataque de los comunistas chinos

  • los Estados Unidos con las manos atadas por el empeño en no bombardear la retaguardia necesitada

  • los aliados ingleses que insistían en traficar con los dictadores rojos

  • la impotencia ante la táctica de los fascistas rojos, tanto más hábiles en el empeño de todos los instrumentos más refinados de la peste emocional

  • la horrible experiencia de los agresores chinos que podían a sus anchas continuar su propaganda en el corazón de los Estados Unidos mientras sus fuerzas marchaban sobre Corea

Los Estados Unidos se quedaron solos, al descubierto.


Recuerdo estos sucesos mundiales para hacer comprender cómo yo me había sentido en el deber de salir de mi reserva habitual y hacer algo crucial. Era aquel el momento de correr en ayuda del país con todos los medios a nuestra disposición. Era aquella, también, la primera vez que empezábamos un experimento teniendo en mente un objeto preciso y practico para realizar.


Fueron cumplidos los siguientes pasos:

  1. El 15 de Diciembre fue expedida una petición para la concesión de veinte de fósforo P-32 (un isótopo radiactivo del fósforo). En una carta acompañatoria a la Sección de Isótopos de la Comisión Americana Para la Energía Atómica (AEC) de Oak Ridge, venía subrayado que no pretendíamos desarrollar ninguno de los experimentos comúnmente efectuados con el material radiactivo (por ejemplo, búsquedas sobre isótopos rastreados o sobre la terapia radiactiva), pero si controlar los efectos de la energía orgónica sobre ratones inyectados con P-32.

     

    Un prospecto adjunto exponía con detalles el plan de tratamiento de ochenta topos, La pregunta principal por resolver era la siguiente: ¿Puede ser curada, o prevenida, con la energía OR la radiopatía producida artificialmente?
     

  2. Se hicieron en Orgonon los preparativos para el depósito y la utilización del material radiactivo P-32, en la medida de 4 cada dos semanas. El material debía ser conservado en una pequeña cabina de madera a una distancia de quince metros del edificio principal del laboratorio Ya que Orgonon se encontraba a varias millas de distancia de cualquier zona habitada (el pueblo mas cercano, Ramgeley, distaba cuatro millas), no parecía haber ningún peligro de contaminación de las zonas habitadas, de los recursos hídricos, etc.

     

    Nos propusimos enterrar las jaulas de los animales usados en el experimento a muchos pies de profundidad y a cerca de quinientos metros de distancia del laboratorio y de los otros edificios de Orgonon. La inoculación y la disección de los ratones habría tenido que ser cumplida en un pequeño edificio separado de los otros y donde, salvo que en el momento de las operaciones susodichas, no hubiese estado jamás nadie. Los aparatos protectores que habíamos podido, los delantales de plomo de que disponíamos, los guantes de plomo y el empleo de fuertes acumuladores de energía OH parecían en aquel momento medidas suficientes para garantizar la seguridad del personal.

     

    Tal persuasión coincidía con todo aquello que se sabía en aquella época sobre la protección de la radiación. No teníamos la mínima idea de lo que nos esperaba. En Diciembre de 1950, antes del inicio del experimento no hubiéramos podido suponer razonablemente que todas estas medidas fueron inútiles. Por otro lado como acertamos enseguida, ninguna defensa es posible en experimentos que utilicen la energía OR contra la energía NR.
     

  3. Uno de nuestros médicos de Nueva York ofreció un servicio para entrar en contacto con las diversas instituciones competentes y descubrir todo lo posible sobre los diversos materiales radioactivos que poseíamos y sobre las normas de seguridad para su tratamiento. Habíamos oído decir que leí Comisión Americana para la Energía Atómica imponía normas de seguridad particularmente severas en el tratamiento de. los isótopos, y esta severidad no era compartida por muchos laboratorios comerciales y científicos.

     

    De una cierta organización, por ejemplo, aprendimos que no era necesaria ninguna defensa con "delantales de plomo" para el tratamiento de 1 ó dos de radioactividad. Hoy, después de muchos años de trabajo en los confines entre la física orgónica y la física clásica, hemos aprendido también que muchas cosas no son de hecho exactas ni universalmente reconocidas como pretendían los constructores de la certeza de las "Ciencias Exactas"; y que es imposible encontrar respuestas en los conocidos manuales de física a algunas de las interrogantes mas elementales: saber, por ejemplo, cual es el conteo preciso al minuto (CPM) de la radiactividad de un miligramo de radium puro.

     

    Es importante precisar estos hechos; aunque si bien entendido la precisión no se dirige de hecho a criticar o devaluar los esfuerzos cumplidos por nuestros colegas en otros sectores científicos.
     

  4. mientras eran efectuados estos contactos y eran transmitidos los módulos de preguntas, me dediqué a recapitular algunas viejas observaciones realizadas por mi entre 7 y 12 años antes sobre la relación entre la radiación NR y la energía OR. Comencé además a predisponer mi base operativa. Antes que nada, necesitaba controlar la radiactividad natural de todos los lugares donde debían desenvolverse loe futuros experimentos y necesitaba preparar y calibrar los instrumentos para aplicar en el experimento principal.

     

    He aquí algunos resultados de aquellas revelaciones preliminares desarrolladas del 15 al 27 de Diciembre de 1950:

     

    Poner aquí cuadro pág. 423.

Estas afirmaciones preliminares sobre la situación de partida pueden bastar.

 

La defensa con plomo no reducía apreciablemente la actividad. Los cálculos de fondo subían cuando el material radiactivo era puesto en un acumulador de energía OR. A este hecho no se le presto ninguna atención en cuanto sabíamos que los efectos de la energía orgónica sobre el contador Geiger son muy variables.


La radiactividad de fondo en los locales del laboratorio, donde el experimento principal debería haber sido realizado seguidamente, variaba de 40 a 60 CPM. Las medidas fueron hechas con un SU-5 Survey Meter y un tubo tipo "Serial" Nº G-632, tipo 605, Tracerlab, Inc. (espesor de la pared: 30 miligramos/cm2).
Estos ejemplos son suministrados para dar una idea de las funciones fundamentales y no para presentar un recuento exhaustivo de la investigación; el alto cálculo de fondo de 40-70 CPM fue observado constantemente en la atmósfera y alta concentración de energía OR.


Pedimos a la "Tracerlab" una muestra de cobalto radiactivo (CO-60) con el objetivo de calibrar los instrumentos. Los cálculos indicados para este material son muy variables y habrían tenido que ser precisados en nuestro laboratorio. Habíamos esperado siempre obtener el cálculo por la "Tracerlab" en cuanto supiéramos que la radiactividad hubiese cambiado y convertida en más variable, en cuanto su fuente fuese puesta en contacto con la atmósfera intensamente orgonizada de Orgonon. 2,2 6 x 105 milicurios de CO-60, con un periodo fraccionado de 5,3 años, llegaron a Orgonon el 28 Diciembre de 1950.

 

Se evitó que la fuente radiactiva estuviese en contacto con la atmósfera a elevada carga orgónica del laboratorio, transportándola a toda prisa en un punto del observatorio de la energía OR donde ningún efecto relevante OR era predecible racionalmente por el breve periodo de exposición de solo pocos minutos. A las ocho de la noche de aquel mismo día el cálculo de fondo era aún de 40-50 CPM apenas, esto es normal para los edificios de Orgonon. La fuente radiactiva fue dejada en su recipiente de latón y presentó al "Survey-Meter SU-5 70 CPM y 0,016 MR/H (es decir miliroetgens a la hora).

 

El efecto ionizante sobre la hoja de aluminio calibrado del electroscopio se manifestó rápidamente en el giro de pocos segundos, sobre las diez divisiones (determinando una flexión de 90°). La velocidad de descarga "espontánea" calculada en tiempo ORG, fue durante todo aquel periodo de cerca de 1 división cada ciento ochenta segundos. El efecto ionizante, por tanto, se manifestó muy claramente.


Con el objeto de proteger la fuente radiactiva fue envuelta en hojas de plomo del espesor de alrededor de 12mm. En este punto viene la primera sorpresa: tres horas y media después, esto es a las 23’30, controlé de nuevo la fuente radiactiva. Esta vez, aun encontrándose muy lejana de cualquier concentración de OR y fuera de las paredes de cemento del observatorio, la fuente presento un cálculo de 150 CPM, sin que el conteo de MR/H se quitase de 0,016.

 

El efecto ionizante sin embargo desapareció.

"La fuente radiactiva no tenía ningún efecto sobre el electroscopio cargado que fuese más allá de su tasa de descarga orgónica espontánea".

En vista de que la fuente radiactiva no había sido expuesta a OR, más bien fue tenida cuidadosamente alejada de cualquier acumulador de OR, este resultado sorprendente podía ser explicado sólo con,

"la actividad orgónica de las hojas protegidas con plomo: estas hojas, de hecho, se encontraban en el laboratorio de energía orgónica hacía muchos años, y, si bien no presentaron puntuaciones de especie, habían con toda probabilidad eliminado el efecto ionizante".

El efecto ionizante no se volvió a presentar durante las sucesivas tres semanas ni siquiera cuando la fuente radiactiva fue extraída de su recipiente de latón y puesta al desnudo sobre el plato del electroscopio. Era esto, por tanto, un primer resultado relevante en dirección del efecto previsto antinuclear de la energía orgónica.

 

El día después, 29 Dic., la velocidad de descarga electroscópica NR era de hecho más lenta que la velocidad de descarga orgónica: 300 segundos por cada división frente a los 180 seg. por división de la descarga orgónica. El 2 de Enero de 1951 el CPM de la fuente radiactiva protegida por su cápsula de latón subió a 200, según el "Survey Meter y el autoscaler" de la "Tracerlab". Esto presentaba grandes variaciones de una medida a otra; oscilaba de 150 a 250 CPM antes de quedarse estable, como al inicio, sobre 170 CPM. También la puntuación de MR/H subió del inicial 0,016 a 0,02 y 0,04 al día siguiente.


Esto permaneció a este nivel durante muchos días, habiendo más que redoblado la propia producción de la energía. También las puntuaciones de fondo subieron lentamente de 60 CPM en el segundo día, a 100 en el tercero. Todo esto debe ser aún estudiado de manera mas detallada.


El aumento de las puntuaciones de fondo no nos preocupó ya que hacía cuatro años que yo trabajaba en una atmósfera que presentaba puntuaciones de fondo de 40-70 CPM y en medio de una actividad de OR que en algunos casos alcanzaba puntuaciones de 20.000 al segundo en alto vacío; por otro lado, era perfectamente claro como, al determinar el aumento del nivel energético de la atmósfera, no fuese la minúscula y bien protegida cantidad de material radiactivo, pero sí la reacción OR.

 

Si bien la fuente radiactiva fue tratada con las tenazas y con el uso de guantes y delantales de plomo (precauciones superiores a las exigencias de seguridad comúnmente aceptadas} ya en aquélla primera fase no había ningún medio para protegerse de la evidente intensa actividad OR, dada,

"la capacidad de la energía orgónica . de penetrar cada cosa: del plomo, al cemento a los ladrillos, al metal de cualquier espesor".

Debía avanzar, esperando que las otras cargas de OR continuasen al demostrarse inocuas.


El CO-60 fue puesto en el "pozo de descarga" e inserto en un pequeño "cañón" orgónico a 5 múltiplos para irradiar ulteriormente con OR la fuente radiactiva. El 4 de Enero de.1951 extraje la fuente radiactiva de su recipiente y de su protección y la medí desnuda con dos contadores Geiger.

 

El "autoscaler" presentó una puntuación de 5-6 mil CPM y a un cm. de la ventana de mica. La puntuación "en el interior" del recipiente era de 200-250 CPM y de 0,04 MR/H, según el " Survey Meter SU5. Tales puntuaciones comenzaron a cambiar notablemente con el pasar de los días. La radiactividad de la fuente desnuda era de 7 mil CPM 1, 8 enero, de 3 mil CPM el 12 y de casi 5 mil CPM el 15.


Las puntuaciones por unidad de tiempo no eran por tanto constantes: estas variaban por tanto en medida tan vistosa que se presentó el problema de acertar en qué medida fuesen constantes las otras radiactividades. El problema cuantitativo de la radiactividad nuclear no había nunca ocupado mucho espacio en el cuadro de las investigaciones orgonómicas (excepción hecha para las observaciones mas elementales: resplandores, medidas de pequeños cuantitativos de radiactividad para la calibración de los instrumentos, ionización, etc.).

 

Pero, ahora que el problema de influenciar la energía nuclear con la energía orgónica había saltado a un primer plano se hacía vitalmente importante determinar la constancia de la radiactividad nuclear. Desafortunadamente fue imposible encontrar una respuesta precisa a esta interrogación en cualquier libro sobre la radiactividad disponible entonces.


Una ampolla de materia luminiscente radiactiva (sulfato de zinc) yacía desde hace muchos años en un pequeño acumulador OR. Esta había perdido hacía mucho tiempo el propio efecto ionizante producido por la influencia de la energía orgónica. Su luminosidad aún era muy fuerte. Medí la radiactividad con el "autoscaler" (escala 4096). Durante muchos días consecutivos el resultado fue una puntuación casi constante de 245.760 CPM con subidas ocasionales a 307.200 CPM. Me pareció una puntuación elevada para un cuantitativo de radium inferior al microgramo, en contraste a los 500 CPM de 2,26 microgramos de CO-60 (cobalto radiactivo).


El cuadrante radiactivo de mi reloj de pulsera, que desde muchos años absorbía energía orgónica, presentó una puntuación casi constante de 40.000-45.000 CPM. Llevaba este reloj durante años sin haber jamás observado efectos dañinos sobre mi pulso. De todas maneras la puntuación parecía enorme por los cuantitativos mínimos de radium presentes en un cuadrante de reloj.

 

Fue muy pronto adivinado que la influencia de la energía orgónica era verdaderamente sustancial. Los cuadrantes radiactivos de los relojes que fueron comprados hacía poco y no habían estado en contacto durante un tiempo apreciable con la atmósfera orgonizada presentaban una puntuación de 3-5 mil CPM solamente. Debíamos presumir, por no poder asegurarlo, que los cuantitativos de radium presentes en los cuadrantes del reloj fuesen más o menos iguales. A pesar de esto el cuadrante de mi reloj presentaba una puntuación décuplo de aquella de un reloj comprado recientemente. Esto era sorprendente.


El cuadrante del reloj de pulsera de otro científico del laboratorio, que había estado en contacto bastante menor con altas concentraciones de OR, señalaba de 5.500 a 8.000 CPM.


Todas las medidas fueron cumplidas con el mismo "autoscaler" 4096, con el mismo contador Geiger y a la misma distancia, esto es un cm. En tanto extraños, también estos resultados revelaban una fuerte influencia de la energía orgónica sobre la radiactividad nuclear.

 

Como en tantas otras ocasiones debimos darnos cuenta que debíamos estudiar el fenómeno desde un principio, partiendo de cero,

 

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La energía orgónica degenera (DOR): el "morbo oranúrico"

 

Para ahorrar tiempo, decidimos pedir 2 miligramos de radium puro e irradiar algunos de nuestros ratones con el radium en vez de inyectarlos con radioisótopos fluidos.


El radium, en 2 unidades de 1 miligramo (teniendo cada una una actividad de 8,3 R/H) protegidas en dos distintos recipientes de plomo de un espesor de 13 mm, llegaron el 5 de Enero de 1951. Las fuentes radiactivas fueron medidas inmediatamente, y desnudas y a un centímetro de distancia presentaron una puntuación de 245.766. CPM (1). Se decidió no tratar uno de los dos miligramos de radium reservándolo a los controles; el otro fue tratado con energía orgónica.

 

(1) Al comienzo de la primavera de 1951 hicimos medir en Nueva York un tercer miligramo de radium antes de transportarlo a Orgonon. La puntuación del radium desnudo en Nueva York resultó de 16.000 CPM y de 7.000 CPM en el interior de una protección de 13 milímetros. Obviamente esto no lo sabíamos en Enero de 1951.
Aquí figura Pág. 429.

 

La primera muestra, que llamaremos nº 1, fue puesto en el garaje, situado sobre la colina cercana al observatorio; el otro, que llamaremos nº 2 fue puesto en un pequeño acumulador de energía orgónica el 5 Enero de 1951, a las 11,30 de la mañana. El acumulador fue puesto a su vez en un acumulador de energía orgónica a 20 múltiplos, situado en una sala acumuladora de OR que mide 6 metros de lado y esta forrada de láminas de acero. El muro del laboratorio, que mide cerca de 21 metros de largo por 18 de ancho, circundaba a su vez, como se indica en el dibujo, la sala acumuladora de energía OR donde estaba contenida la fuente radiactiva.


La puntuación de fondo, inmediatamente antes de la introducción de la aguja de radium en el acumulador era siempre de 40-50 CPM, es decir normal para aquel edificio.


En este punto cometimos nuestro primer grave error, al cual, a pesar de todo, se debió los inmensos resultados que obtuvimos en aquel mismo día: “no medí personalmente la puntuación de fondo después de la introducción de la aguja de radium en el acumulador”. Si lo hubiese hecho habría percibido en la sala del laboratorio una puntuación altísima; hubiera entonces extraído inmediatamente la aguja de radium del acumulador y la habría alejado de la sala, perdiendo la ocasión de observar el efecto completo Oranur.

 

No medí personalmente la puntuación de fondo inmediatamente después del inicio del experimento porque había medido un poco antes la actividad del radium con el "autoscaler" y el contador (con ventana en mica de un espesor de 2,3 miligramos por cm2), dando una puntuación de apenas 2457 CPM para la aguja desnuda a un metro de distancia. El acumulador a 20 múltiplos en el que pusimos el pequeño acumulador que contenía la aguja de radium en una base de cerca de 1,5 m2. La distancia entre las paredes exteriores del acumulador a 20 múltiplos y las paredes recubiertas en metal de la sala acumuladora de energía orgónica aportaba otros 180-210 cm de cada lado.

 

Esto significa que la aguja de radium se encontraba entre dos lados a una distancia de 3m y entre un tercer lado a una distancia de cerca de 5 m de las paredes de la sala de acumulación orgónica. Pensábamos, además, que la cubierta metálica de la misma sala habría asegurado .una cierta protección ulterior. Fuera de ésta, a una distancia de al menos l0 m de la aguja de radium protegido se encontraban trabajando algunos de mis colaboradores.

 

Sintiéndonos tranquilos por la distancia del radium de la pared externa del laboratorio cometimos un segundo error: dejamos la aguja de radium en el acumulador hasta las 16,30 del mediodía del 5 de Enero. Por otro lado, pretendíamos tener "continuamente" el radium en un receptáculo protegido. No teníamos la mínima sospecha de los sucesos que narraré.


La puntuación de fondo había sido medida a las 13 horas por un asistente técnico; resultó alta (de 70 a 80 CPM en la sala externa del laboratorio) pero el asistente omitió este hecho. A las 16.30 cuando entré en el laboratorio, el aire era denso y pesado; la puntuación de fondo subía a 80 CPM, a 15m de distancia de la aguja de radium y saltaba a muchas centenas de CPM sobre las paredes externas de la sala de acumulación orgónica. Se dio inmediatamente orden a todo el personal de dejar el laboratorio.

 

El interior de la sala de acumulación orgónica estaba cargado de manera insoportable. A una distancia de 3-5 m de la aguja de radium las paredes parecían "radiantes". El contador Geiger portátil se "gripó" cuando me acerqué al acumulador a 20 múltiplos; parecía absurdo, por tanto, continuar observando el CPM. Lo primero que había que hacer era extraer la aguja de radium del acumulador con el fin de calmar la reacción OR.

 

Una avería en su batería no podía ser lo que había provocado el "agripamiento". Me acordaba de haber constatado fenómenos análogos trabajando con contadores Geiger intensamente cargados, durante los primeros experimentos con el Geiger, aún en 1947. Si el contador Geiger hubiese funcionado de nuevo después de haber estado expuesto durante un cierto tiempo al aire libre, su "agripamiento" habría sido atribuido sin duda al bloqueo derivado de una intensísima actividad de la energía orgónica.


El contador Geiger volvió efectivamente a funcionar sin necesidad de reparación alguna después de pocos minutos de exposición al aire libre, donde registro la puntuación normal de fondo de 30-50 CPM. El radium, encerrado en el pequeño acumulador orgónico, fue depositado en el garaje que distaba alrededor de 50m de la habitación metálica de acumulación orgónica. Dimos rápidamente aire al edificio esperando que esto hubiese eliminado rápidamente la alta carga orgónica, pero no dio resultado. Esto es hoy (Mayo de 1951) “activo”.


El radium mismo no produjo ninguno de los efectos descritos anteriormente cuando fue llevado fuera del edificio y depositado en el garaje. Mientras que en el interior del edificio de acumulación orgónica cada uno de nosotros advertía enseguida la pesadez del aire, una sensación de opresión, náusea, dolor de cabeza, y dolores difusos en todo el cuerpo, ninguna sensación parecida se experimentaba en el exterior del edificio, ni siquiera a 30 cm de distancia del radium. Es más, con gran estupor, la ventilación no parecía que eliminase el pesado aire del edificio del laboratorio.

 

Después de una hora de ventilación aún era imposible entrar en la sala de acumulación orgónica, si bien el radium no había sido cambiado hacía mucho tiempo. Esto era un hecho nuevo. Normalmente, el aire fresco bastaba para eliminar cualquier sobrecarga orgonótica. Sin embargo la alta puntuación de fondo en el atrio del edificio había bajado casi a lo normal después de la remoción de la aguja de radium: después de media hora de ventilación esta había bajado a 60 CPM.


Es indispensable familiarizar de manera más completa al lector con las sensaciones subjetivas que todos nosotros experimentamos durante mucho tiempo después de la remoción del radium; tales sensaciones reafloraron intensamente y específicamente, es más hasta más intensamente con el pasar de los días, siempre que nos acercábamos al laboratorio de energía orgónica, y sobre todo a la sala de acumulación orgónica, que de hecho no contenía ya ningún material activo.

 

Un indispensable requisito profesional del investigador orgónico es que sus percepciones estén libres de bloqueos. Él confía en gran medida en sus impresiones y reacciones sensoriales considerándolas puntos de orientación para la exploración de cada nuevo territorio, sin por otro lado omitir, obviamente, controlar con métodos objetivos todo lo que se consigue descubrir con tal método, sea la experiencia objetiva sea la subjetiva. De todos modos, son indispensables y deben de proceder en concierto.


Un investigador emocionalmente bloqueado o "muerto" hubiera sido absolutamente inutilizable para las investigaciones orgónicas. El, por otro lado, no hubiese hecho más que ponerse en peligro a sí mismo y a los demás.


Un penetrante sabor salado, que tendía ligeramente al amargo y al ácido, si la lengua se exponía al aire, fue sentido por todas las personas presentes en el edificio, y hasta el exterior de él a una distancia de alrededor de 15m. Con el proceder de los experimentos, esta sensación desagradable se hizo más intensa y fue vuelta a sentir en mayor medida aún en el exterior del edificio del laboratorio, al aire abierto.


Todos los participantes en las observaciones desarrollaron una forma más o menos grave de conjuntivitis después de pocos minutos de permanecer en el edificio.


Además todos los observadores lamentaron, el uno independientemente del otro, un fuerte sordo dolor en el hueso cigomático y precisamente en el punto en el que del mismo hueso florece el segundo hato del nervio trigémino.


La mayor parte de los investigadores experimentaron nauseas crónicas, perdieron el apetito y se volvieron débiles, algunos hasta el punto de perder el control y el equilibrio.


Muchos observadores se lamentaron casi de inmediato de un círculo oprimente en la cabeza, alrededor de la frente y en la región occipital.


El segmento diafragmático parecía particularmente sensible: opresión, dolor o una fuerte sensación de tracción notaron en la zona del epigastrio.


Algunos participantes palidecieron después de haber estado aunque sólo pocos minutos en la sala del laboratorio. Escalofríos se alternaban con olas de calor, indicando una grave perturbación del equilibrio vago-simpático.


En algunos casos, la piel se magulló, sobre todo sobre la palma de la mano. Estas señas sintomatológicas podrán bastar hasta no se tengan mayores informaciones sobre los sucesos siguientes.

"La energía orgónica misma parecía haberse transformado en una fuerza peligrosa, letal”.

Terminamos por llamar “DOR” (Iniciales de la palabra inglesa Deadly Orgone: orgón letal - N.d.T.) el resultado de esta transformación.


Cada actividad debió ser inmediatamente interrumpida en el edificio. No se autorizó a entrar a nadie. Aunque los que debían desarrollar alguna labor, corno por ejemplo limpiar los locales, rellenar la caldera con nafta o cuidar a los ratones que habían sido dejados en la sala de los experimentos, tuvieron la orden de trabajar en el edificio sólo durante dos o tres minutos por vez como máximo, saliendo después a tomar aire por al menos 10 minutos.

 

A los investigadores que habían presentado una particular sensibilidad a la tempestuosa reacción de la energía orgónica se les recomendó mantenerse lejos del edificio. Exámenes hematológicos Reich se realizaban cada semana sobre todos los investigadores, excepción hecha para los dos agregados a la manutención que, por particulares motivos personales, rechazaron el examen de sangre. A uno de los dos le fue prohibido trabajar en la sala de experimentación y al otro le fue ordenado no entretenerse más de dos o tres minutos a la vez.


Los resultados de los exámenes hematológicos serán reportados separadamente. Ellos han estado cargados de gran valor teórico y práctico y han abierto nuevos horizontes sobre la naturaleza de las funciones comunes al "morbo oranúrico" y a la leucemia.


Entre el 5 y el 12 de. Enero repetimos diariamente, durante una hora el mismo experimento. El viernes 12 de Enero iniciamos el último de esta serie de experimentos Oranur cotidianos. "El miligramo de radium experimental nº 1" fue introducido en el acumulador orgónico a 20 múltiplos y fue dejado solamente media hora. Los resultados de este último experimento fueran tan dramáticos que merecen ser referidos detalladamente.


Tres participantes en el experimento se quedaron fuera del edificio del laboratorio a una distancia de cerca de 100 m. Uno de los asistentes transportó corriendo el cuantitativo experimental de radium en la sala de acumulación orgónica y lo introdujo en el acumulador a 20 múltiplos. Renunciamos a las medidas con el contador Geiger, esta vez, para evitar una inútil y ulterior exposición a las radiaciones. Pocos minutos después vimos claramente a través de los grandes cristales del laboratorio, que la atmósfera de la sala de los experimentos se había "anieblado" ésta se movía visiblemente y brillaba en un color variante entre el azul y el violeta.

 

Mientras caminaba arriba y abajo a una distancia de 30-70 m del edificio del laboratorio los tres observadores, entre los que yo estaba, tuvimos la misma experiencia, aunque ninguno, en un primer momento, osó decírselo a los otros. Yo experimenté una fuerte náusea, una ligera sensación de falta, de pérdida del equilibrio y de obnubilación de la conciencia y debí hacer un esfuerzo para seguir en pie. Vi al profesor S. Tropp, que se encontraba conmigo volverse muy pálido. No me había dicho nada y no la había dicho lo que yo experimentaba.

 

Le pregunte entonces cómo se sentía, para ver si también él experimentaba lo que yo. Admitió enseguida sentirse muy mal y estar a punto de desmayarse, con una sensación de debilidad extrema, de cerco en la cabeza de náusea y de calambre en el estómago. Confirmé entonces sus impresiones, mencionando mis idénticas reacciones. Habíamos entre ambos dudado de comunicarnos aquellas sensaciones, dado que nos encontrábamos a gran distancia de la. sala de los experimentos y además al aire libre, claro y seco de una tarde de invierno.


Interrumpimos inmediatamente el experimento y repusimos nuevamente la aguja de radium a una distancia de 800 m del laboratorio, en una zona deshabitada de 130 hectáreas.


De todo cuanto hablamos experimentado se deducía claramente que el campo de energía orgónica del laboratorio se había extendido bastante, excitándose en una medida peligrosa aunque a gran distancia de las paredes externas del edificio. Ya que no existe en ningún lugar ningún limite neto al funcionamiento de la energía orgónica, la reacción Oranur parecía no solo persistir aun cuando ningún cuantitativo de radium era repuesto en el acumulador, sino además extenderse rápidamente. Comenzamos a preguntarnos con preocupación hasta dónde esta difusión de la reacción Oranur habría llegado y al sentirnos responsables de todo lo que hubiera podido suceder a la población situada a 7km de distancia. El edificio habitado más próximo se encontraba a 2 Km. y medio.


Nos preguntamos además qué habría podido pasar si hubiésemos continuado el experimento Oranur; si se hubiese desvanecido toda esperanza de descubrir los efectos anti-nucleares de la energía orgónica, si se podía producir una explosión cada vez que una alta concentración de energía orgónica se hubiese encontrado operando sobre un cuantitativo aun indeterminable de material radiactivo si no nos habríamos recuperado nunca del malestar que sufríamos y si este último habría dejado en nosotros efectos de algún tipo.


Los ojos nos quemaban y la conjuntivitis estaba muy inflamada. Fuimos rápidamente en un automóvil al edificio del observatorio, situado a 500 m de distancia sobre la colina, bebimos algo fuerte y comenzamos, cada uno por su cuenta, a escribir nuestras experiencias físicas y emocionales. Estos apuntes fueron firmados, protocolados, y depositados en los archivos.

 

Todas nuestras descripciones tenían en común los siguientes síntomas:

  • gran debilidad

  • náusea

  • sensación de presión en la zona nasal y en los bulbos oculares

  • cambios alternativos de oleadas de calor a escalofríos

  • parestesia

  • sensación de pérdida del equilibrio

  • dolores en las piernas

  • debilidad en los brazos y sobre todo en la región del cúbito

  • cefalea

  • tensión en la faringe

A la mañana de este mismo día habíamos diseccionado dos ratones del experimento Oranur, y precisamente, dos ratones sanos que habían sido expuestos a la atmósfera oranurizada, ambos estaban muy enfermos, moribundos.

 

Ambos presentaban hemorragias evidentes y difusas en el tejido subcutáneo, una transpiración de tipo fibroso en la pleura, modificaciones de forma y de carga en los eritrocitos en sentido leucémico (como será ilustrado en un informe particular), además de un aumento de glóbulos blancos.

 

Los cultivos hematológicos de ambos ratones fueron al día siguiente T-positivo. Habíamos encontrado la unión entre el morbo oranúrico y la leucemia, sea en el cuadro hematológico general sea en la situación particular de los corpúsculos T.


Mis colaboradores dejaron el edificio del observatorio después de un reposo de cerca de dos horas. Me fui a la cama temprano, cansado y agotado y me dormí inmediatamente, aún tenia náuseas.


Habíamos sido afectados por "el morbo oranúrico". Dormí alrededor de 5 horas de sueño pesado y sano. A media noche me desperté sintiéndome mejor. Experimentaba una sensación singular: una perfecta, cristalina claridad de visión y un nítido conocimiento de las cosas que me circundaban como si mi campo de energía orgónica se hubiese convertido particularmente amplio y activo. Mis ojos eran claros y brillantes; las conjuntivas, por otro lado, estaban aún ligeramente inyectadas.


Las cosas me parecían ahora un poco mas rosas. Había pasado por una experiencia similar, pero menos intensa, 12 años antes en Enero de 1939, cuando por primera vea me había encontrado casualmente en la radiación orgónica de los biones SAPA en mi laboratorio de Oslo. También entonces había tenido en un primer momento miedo, náusea e inflamación en los ojos, también entonces había intentado inútilmente "protegerme", había telefoneado a un físico de Amsterdam pidiendo ayuda, y me pregunto, espantado, que me podría pasar.

 

También entonces, sin embargo, después de pocos días las cosas habían comenzado a parecer menos peligrosas. Había experimentado una cristalina claridad mental, me descubrí bronceado todo el cuerpo (si bien siempre había ido vestido y estábamos en el corazón del invierno nórdico) y, también entonces, había perdido todo temor hacia los riesgos de mis investigaciones comenzando a confiar en la protección que me aseguraba mi bioenergía.


Estas experiencias fueron expuestas con bastante detalle en mi libro "The Cáncer Biopathy" (la biopatía cancerosa) esta vez sin embargo todas las reacciones parecían centuplicadas. La energía orgónica parecía estar enloquecida, quizás hasta el punto de producir una reacción en cadena en la atmósfera aunque a gran distancia del edificio o del laboratorio. Era imperativo ser cauteloso al máximo. En 1939, trabajé solo. Esta vez una docena de colaboradores trabajaban en Orgonon y muchos otros estaban en contacto con nosotros, en la zona de Nueva York.


A la una de la noche encendí la radio de mi biblioteca, no se oía transmisión alguna salvo un sonido de distorsión parecido al emitido por el contador Geiger cuando señala una intensa actividad orgónica atmosférica. Pensé que se habría creado algún contacto en el aparato. Moví por tanto el enchufe en la toma del muro, pero el rumor seguía. Encendí otro aparato de radio, y después un tercero, pero siempre con el mismo resultado. No podía tratarse de una coincidencia insignificante. Me acordé entonces de haber transferido dos microgramos de cobalto radiactivo en la torre que dominaba el techo del edificio del observatorio.

 

Dicha torre se apoya en una base de cemento de un espesor de 15 cm. Parecía por tanto improbable que el cobalto radiactivo pudiera operar a través del estrato cementoso que, además, se encontraba a una distancia de 18 m del tercer aparato "interferido". De repente la reacción me pareció comprensible: la torre donde estaba situado el cobalto radiactivo (puesto en un pequeño acumulador orgónico a 10 múltiplos) hospedaba también a la antena de todo el edificio, de la cual salían dos hilos que, bajo pista, alcanzaban las tomas del muro del observatorio.

 

La "interferencia" de los aparatos de radio parecía ahora explicable del modo siguiente. Si la energía orgónica atmosférica es excitada por la actividad nuclear y "enloquece" se producen innumerables descargas que provocan un rumor análogo al de la electricidad "estática" de un temporal o de una bobina secundaria en función.

 

Me propuse transferir a la mañana siguiente el cobalto radiactivo, y el acumulador orgónico que lo contenía, de la torre del observatorio al garaje distante unos 30 m de las paredes norte del edificio. Si la interferencia del aparato de radio entonces, fuese cesada, la interpretación habría podido considerarse justa. Lo era, de hecho; el ruido cesó a la mañana siguiente y las tres radios se pusieron a funcionar regularmente. Como era indispensable, si procedéis, a modo de control, a la repetición de la observación. Los efectos Oranur se revelaron también en el modo siguiente.


El edificio del observatorio alberga muchos contadores Geiger uno de los cuales esta destinado a registrar la actividad orgónica atmosférica y organísmica. Esta última es transmitida mediante una bobina de l,80 m de largo y de diámetro de 7,5 cm, al interruptor del amplificador del aparato Geiger. Esta puede ser excluida o incluida a placer, mediante una simple manivela. La reacción orgónica organísmica aparece bajo forma de una secuencia continua de impulsos y de parpadeos de luz sobre el indicador al neon apenas alguien toca la bobina con la mano.

 

Los organismos bio-energéticamente vigorosos provocan la reacción sobre el indicador, si la jornada es soleada y seca, acercando la palma de la mano a la bobina de transmisión también sin tocarla a una distancia de 2,5 o como máximo de 5 cm. Sin embargo, esta reacción a distancia sin tocar la bobina es muy rara y, como ha sido dicho, se produce solo en días muy secos y soleados. Las palmas de mis manos la provocan sólo cuando me siento particularmente bien. Aquel día me acerqué al aparato Geiger con el fin de controlar el campo orgónico de mis manos.

 

Me quedé estupefacto cuando la reacción sobre el indicador se verificó hasta cuando mis manos se encontraban a una distancia de 60 cm de la bobina de transmisión. Controlé y volví a controlar, no había ninguna duda el campo orgónico de mis palmas se había extendido considerablemente en la medida de 70 cm. Estaba, por tanto, muy sobrecargado, o por lo menos me encontraba en un estado de actividad bio-energética anormalmente alta.


Refiero estos hechos como se produjeron durante aquellas jornadas dramáticas, sin pretender entender ni explicar nada. Muchos de estos hechos concordaban con cuanto yo sabia en base a la experiencia de cerca de 15 años de estudio y tratamiento de la energía orgónica. Otros, como la peste de los ratones (v.p 480), no eran aún explicables; no podía haber ninguna duda de que aquella reacción letal fuese debida, como ya he sostenido, a los efectos de la energía orgónica y no a aquellos de las radiaciones nucleares. Sin embargo, si bien teníamos aún mínimas dudas en este argumento, éstas fueron completamente eliminadas por lo que sucedió al día siguiente.


El pequeño cuantitativo de cobalto radiactivo (2,2 micro-curias) que a través de la antena de radio habían provocado los susodichos difusos disturbios atmosféricos, había sido depositado cerrado en un pequeño acumulador, en el garaje del observatorio, situado a 50m de distancia del observador mismo.
Aquel día, tres médicos habían venido de Nueva York para participar en una reunión de estudio en Orgonon. Para ilustrar a los recién llegados sobre el efecto Oranur, pedí a un asistente que trajera a la habitación el pequeño acumulador después de haber extraído el cobalto radiactivo.

 

EL acumulador vacío había quedado sobre la mesa poco más de un minuto, cuando todos nosotros empezamos a sentirnos mal, como si tuviéramos el mal de mar. Sentíamos náuseas, una opresión en la cabeza y en los ojos, calambres en varias partes del cuerpo. El acumulador fue inmediatamente quitado, pero los efectos relativos permanecieron, si bien procedimos a una amplia ventilación del local y bebimos todos algo fuerte.

 

Los médicos de Nueva York se convencieron de la seriedad de nuestro primer experimento Oranur. Propuse, además que quien, por cualquier razón, rechaza reconocer la validez de las bien mediadas funciones orgonómicas se exponga a la atmósfera que emana de un acumulador vacío de este género durante 20 minutos, o a aquella atmósfera de una sala de acumulación orgónica, donde esté presente una pequeña cantidad de radiación nuclear.


Similares y eficaces métodos de discusión científica son plenamente justificables ante las objeciones irracionales movidas contra la orgonomía. En la ciencia no las opiniones, pero sí sobre las experiencias deciden realmente un debate en un sentido u otro.

 

La única manera de hacerse una opinión válida sobre la energía orgonómica es el TUBO de un acumulador orgónico de manera regular y por un periodo notable de tiempo.

 

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Reacciones biológicas específicas


Se hace cada vez mas evidente que los investigadores que tuvieron contacto con los efectos Oranur reaccionaban de una manera extremadamente específica. Parecía que la altísima carga de la atmósfera agredía a cada persona en SU punto mas débil.


Un colaborador que había sufrido de una inflamación al hígado hacía muchos años, experimentando hinchazón y tensión en la cavidad abdominal, lamentó de hecho durante el experimento hinchazones en el vientre y dolores en el hígado.


Un segundo colaborador había padecido durante muchos años de hipersensibilidad epidérmica. Cualquier forma de irritación le producía una eritodermia. Durante el experimento Oranur, volvió a sufrir inflamaciones cutáneas después de haber sido inmune durante muchos años.


Una tercera colaboradora había padecido en un pasado, en estados de tensión emocional, tendencia a hacerse obesa y a tener un aspecto "tumefacto". Durante el experimento Oranur ésta tuvo un aspecto enfermo, tumefacto y obeso como si sufriera de alguna disfunción glandular.


Una cuarta colaboradora a menudo sufría de sinusitis y de síntomas de basedown, con esporádicas protuberancias en los bulbos oculares. Durante todo el periodo del experimento Oranur, ella sufría gravemente de estos mismos síntomas, hasta el punto que tuvo que guardar cama.


Una quinta colaboradora había sufrido durante un tiempo de problemas en la cistifelea. Y también ésta durante el experimento sintió dolores y problemas en la región cistifelar.


Un sexto colaborador había sufrido varios años antes de ligeros dolores en la región superior del epigastrio. Aquel síntoma se le agravó durante el experimento Oranur.


Un séptimo colaborador, que conocía bastante y al que había tratado orgonómicamente, había sufrido de cansancio biopático. En el experimento reaccionó con graves malestares, estados de debilidad y hasta cuadros hematológicos correspondientes. Tuvo que ser, por tanto, completamente excluido de toda participación en el experimento Oranur.


Todos los otros investigadores reaccionaron a la acción oranúrica sólo de manera genérica: es decir con malestar, cefaleas, y estados pasajeros de debilidad,
Todos estos síntomas, de todos modos, no tenían ninguna relación aparente con la pequeña cantidad de material radiactivo (un miligramo) con el que los sujetos habían tenido contacto.

 

En ausencia de cualquier notable fuente Radiactiva, estos debían ser por tanto atribuidos a la presencia de una actividad orgónica que había entrado en contacto con cuantitativos aunque minúsculos materiales radiactivos. Habíamos aprendido, de muchos años de familiaridad con la energía orgónica, que, en los casos de cáncer, la energía orgónica es usual para influenciar la zona o el órgano enfermo. Esto constituye por sí mismo una cuestión bio-energética de primera importancia, al contrario que de fácil respuesta.


La importancia de estas observaciones, de todas formas, es obvia. Esta excluyen la prospectiva de posibles empleos terapéuticos futuros de la energía orgónica: La energía orgónica podría de hecho ser de hecho empujada a intensas actividades por radiaciones nucleares suministradas en cantidades regulables según el tipo y la gravedad de los síntomas a tratar. Ha resultado ésta, una directriz fundamental con la que proceder en los ulteriores experimentos con Oranur. La elaboración de las dosis oportunas as el problema principal.

 

Pocas dudas de todas maneras, se pueden sostener sobre las promesas terapéuticas de Oranur, a pesar de las graves reacciones por todos nosotros lamentadas. Todos los científicos, de hecho, no solo volvieron a la salud después de pocas semanas, sino que después de la interrupción del experimento Oranur, se sintieron todos particularmente bien, activos y vigorosos. Teníamos todos la misma impresión de que aquellos que habían participado más de cerca en el experimento habían desarrollado una cierta inmunidad, por así decirlo, a los efectos oranúricos.


Estos, de hecho, no presentaban ya las graves reacciones de la primera vez, si el miligramo de radium era llevado a la atmósfera sobrecargada del laboratorio para ser medido con el contador Geiger.


Ahora conseguíamos eliminar el malestar "tomando aire en el exterior". Sus reacciones eran menos graves y no persistían como habían hecho en un principio.
Durante las dos semanas inmediatamente sucesivas al 5 de Enero de 1951 se hicieron comunes entre casi todos nosotros reacciones del tipo "de shock" con repetidos cambios de la palidez a los "escalofríos calientes" y viceversa, mientras que inmediatamente después adquiríamos todos un buen aspecto; las personas que de común tendían a la palidez se volvieron rosáceas o bronceadas; los ojos que normalmente estaban apagados se volvieron lucientes y brillantes.

 

Por mi parte, yo que había atravesado una análoga tempestad bioenergética en 1939 cuando fueron descubiertas las radiaciones de biones SAPA y estaba por tanto más familiarizado con las particularidades de actitud y de aspecto de estos procesos bio-energéticos, me sentía más vigoroso; tenia necesidad de menos sueño, trabajaba mucho, sin esfuerzo y con mayor provecho y sentía un singular placer al mover los miembros.

 

Comencé además a desarrollar la capacidad de trabajar con material radiactivo en una atmósfera a una alta carga orgónica sin de hecho advertir reacciones particularmente desagradables, mientras apenas dos semanas antes el mismo minúsculo cuantitativo de material radiactivo puesto en una atmósfera a alta carga orgónica consiguió volverme un trapo y provocarme graves disturbios.


Por tanto, la idea de una inmunización (por así decirlo) hacia los efectos de la radiación nuclear no era tan extraña ni en contraste con nuestra experiencia real; parecía que nuestros organismos no sólo se hubiesen adaptado a las violentas reacciones de la energía orgónica, sino que se hubiesen convertido en grado de soportar mucho mejor que antes pruebas tanto mas duras.


La gran diferencia creada después de nuestro estado bio-energético al inicio del experimento y aquel de después de tres semanas fue claramente demostrado, por contraste, cuando algunos médicos llegados poco antes de Nueva York reaccionaron con un grave malestar y también, en un caso, con la pérdida del equilibrio, a la presencia de un minúsculo cuantitativo (un microgramo) de material radiactivo en una atmósfera de alta carga orgónica. Nosotros que, sin embargo, nos habíamos ya adaptado al efecto Oranúrico, trabajamos con facilidad y eficiencia mientras los nuevos llegados casi se desvanecían.


Estos médicos entendieron inmediatamente de qué cosa estábamos hablando; éstos sugirieron exponer a la misma experiencia a quien por sistema dudase de la fundada objetividad de la orgonomía. Estuvimos todos de acuerdo en que, si fuese posible, esta sería una óptima demostración.


Los experimentos de super-irradiación están todavía en curso con los ratones y se continuarán hasta que no se alcance la misma claridad acerca de los posibles efectos inmunizantes y los peligros relativos.


Sobre la base de cuanto ha sido expuesto hace poco, propongo que se examine cuidadosamente la siguiente posibilidad.


Cuando los experimentos ulteriores corroboren mis observaciones acerca de lo que he definido "inmunización de Oranur" contra los efectos de las radiaciones nucleares, habremos obtenido así un arma potentísima contra las radiopatías. Llevando el concepto a sus últimas consecuencias, sería quizás posible inmunizar a la población entera contra los efectos de las radiaciones nucleares del modo siguiente.


Con un proceso cauto y gradual sería posible desarrollar y generalizar la inmunización Oranúrica dejando que la gente use acumuladores orgónicos que hayan sido llevados a altos niveles energéticos por pequeños cuantitativos (pocos microgramos) de cualquier tipo de material radiactivo: radium, uranio, radioisótopos, etc.


Mediante una cauta y dosificada progresión de las bajas a las altas cargas oranúricas se podría alcanzar un nivel bastante más elevado de funcionalidad bioenergética y una explosión atómica podría quizás no tener sobre la población aquellos efectos nocivos que actualmente amenazan tener.


Naturalmente era ésta, entonces, sólo una hipótesis basada en pocas observaciones, que hubiese podido ser irrealizable. Nosotros no nos dábamos aún cuenta de las propiedades letales de Oranur, es decir, de los efectos que hoy llamamos DOR, y que de todo cuanto hemos aprendido de nuestros cobayas, parecen operar hacia la desintegración hemática a través de la , la deformación de los glóbulos rojos.


Aún queda por estudiar y por precisar sobre bases amplias y seguras casi todo esto. Este informe indica sólo algunas directrices de investigación; no pretenden presentar resultados definitivos. Sin embargo, no debe ser olvidada la mínima esperanza de un progreso positivo. Ésta de hecho puede conseguir algún remedio a la amenaza de la guerra atómica. Porque si se permanece dispuestos y preparados a controlar rigurosamente nuestros actos y nuestras opiniones, nada podrá ser dañino.


En este punto, se pueden sacar con certeza las siguientes conclusiones sumarias:

  1. Las radiaciones nucleares excitan la energía OR a una intensísima actividad. Esto concuerda con cuanto habíamos podido observar en el curso de muchos años: es decir que toda energía electromagnética es diferente de la energía orgónica y es antagonista a ésta.
     

  2. Los sistemas bio-energéticos (es decir orgonóticos) de los investigadores que habían tenido estrecho contacto con el área de los experimentos fueron gravemente influenciados por la intensa excitación orgonótica de la atmósfera.
     

  3. La super-irradiación con Oranur puede provocar graves disturbios en el sistema nervioso autónomo y del sistema sanguíneo hasta resultados mortales.
     

  4. La medida en que la radiación nuclear, en medidas mínimas, irrita a la energía orgónica, aparece de manera exorbitante. La energía orgónica, por así decirlo, enloquece. El efecto ejercido por las radiaciones nucleares sobre la energía orgónica tiene los estigmas de la muerte entre sus aspectos subjetivos. La energía orgónica del organismo se revela ante las radiaciones nucleares como harían las radiaciones: es decir en forma letal. Parece que la energía orgónica, generalmente benigna, desate de sí misma una rama letal (DOR), así como el esplendor orgonótico de una jornada de sol puede desarrollar un rayo en cielo sereno.
     

  5. Ya que es el proceso oranúrico de la atmósfera y no la radiación nuclear lo que determina el "morbo oranúrico", es imposible defenderse de este último porque, ya sea la energía orgónica o la oranúrica, penetran todas las cosas y no son desviadas por ninguna masa de ladrillos de plomo, de camisas o de máscaras.
     

  6. Los efectos mortales de la energía orgónica (DOR) operan en una forma que es observable también en la leucemia: destrucción de los sistemas productores de los glóbulos rojos, del tejido óseo y del medular.
     

  7. El, proyecto Oranur en toda su complejidad parecía destinado al fracaso si en la reacción del encuentro entre las radiaciones nucleares y la energía orgónica (NR+OR) no se hubiese formado otra cosa que una transformación letal de la energía orgónica.

     

    Viceversa en la formula NR+OR están recogidas otras posibilidades de gran importancia:

     

    1. Las propiedades saludables de Oranur se pueden obtener solo mediante una dosis cuidadosa. Quien descubriese el agua, por primera vez en su vida, mientras se encontrara expuesto a una sed mortal en el desierto, se llenaría el estomago inmediatamente de litros y litros de agua, y moriría ciertamente en manos del elemento que, en otras circunstancias le hubiese salvado la vida. De ahora en adelante la energía orgónica podría ser estimulada a cualquier grado deseable de benéfica actividad oranúrica sólo regulando cuidadosamente la dosis de radiación nuclear puesta en el acumulador orgónico durante el tiempo suficiente para estimular a la energía orgónica hasta su reacción oranúrica.

       

    2. Debe existir para cada organismo una línea fronteriza entre el estado benéfico y el estado nocivo de excitación de la energía orgónica.

       

  8. La hipótesis teórica que en la explosión atómica la energía orgónica atmosférica desarrolle una función importante, no puede ser del todo descartada. La "pila" atómica, construida como es en material metálico (plutonio) y no metálico (grafito), representa probablemente un tipo especial de acumulación orgónica. La reacción en cadena podría ser así debida, al menos en parte, a la actividad orgónica provocada por la influencia del uranio. Éstas quieren ser solamente interrogaciones teóricas para ulteriores experimentos, simples hipótesis dotadas de una cierta probabilidad.
     

  9. La cuidadosa clarificación de todas las funciones observadas hasta ahora han demostrado nítidamente cómo la forma mortal en que se ha revelado drásticamente la energía orgónica atolondrando a los investigadores de la fundación Wilhelm Reich, se ajustan a muchos fenómenos bioenergéticos, notados hace tiempo:

     

    1. Los saludables biones PA resultaban excitados y asumían una fuerte luminiscencia cuando entraban en contacto con los mortales bacilos T. Los biones PA conseguían matar a los bacilos T, pero en el curso de tales procesos algunos de los biones PA perdían el propio poder sanador y degeneraban en patógenos corpúsculos T.

    2. Los glóbulos rojos muy cargados son capaces de agredir al tejido canceroso, de inmovilizar las células cancerosas y de provocar su desintegración en corpúsculos T. En el curso de este proceso, sin embargo, los mismos glóbulos rojos sanadores pierden su propia carga bio-energética y se desintegran en corpúsculos T.

    3. Es un hecho común y bien notorio que un hombre sano, recto y honesto, combatiendo el mal y la muerte, puede transformarse él mismo y desarrollar la propiedad de aquel mal que esta combatiendo con todas sus fuerzas. Y es también notorio que el amor, seguido de la frustración, se transforma fácilmente en su opuesto, esto es en el odio mas descarnado.

Hay algo muy conmovedor en estas identidades funcionales de esferas tan diversas y distantes de la naturaleza.

 

Es imposible no ser alcanzado por esta fundamental unidad que rige como única ley toda la realidad: combatiendo el odio, el amor degenera en odio, propio como los biones PA, combatiendo a los bacilos T, degeneran ellos mismos en corpúsculos T, como la vitalizarte energía orgónica de la atmósfera se transforma en el fulgor exterminador y como, en fin, la misma energía orgónica se transforma en DOR combatiendo a las radiaciones nucleares.


Las potencialidades creativas de estas funciones antitéticas son infinitas. Estas merecen toda la atención de una humanidad que quiera aprender los medios más apropiados para empeñar al bien contra el mal sin transformar el mal al bien mismo.

 

Aunque las implicaciones morales y sociales del primer experimento Oranur son bastante importantes para justificar los graves riesgos asumidos por la actuación del experimento mismo.
 

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La reacción oranúrica en cadena de la atmósfera


La necesidad de adoptar las consabidas y completas medidas protectivas del tratamiento de los radioisótopos líquidos eran por fin superadas: no había de hecho ningún medio para defenderse de una energía atmosférica empujada al “amok" por la irritación ejercitada sobre ésta por la energía nuclear.

 

Habíamos presentado ya a los laboratorios de Oak Ridge la petición de admitir a uno de nuestros médicos a un curso sobre las técnicas de protección de las radiaciones nucleares.

 

La petición fue retirada y una segunda petición, ya preparada para ser expedida fue también retirada.


Mientras se desarrollaban estos advenimientos no sabíamos nada de las explosiones atómicas experimentales que habrían de haber sido efectuadas en Nevada hacia algún tiempo. Ni habría podido humanamente prever un aumento de la puntuación de fondo en todos los Estados Unidos orientales y en el Canadá, Una idea tal ni siquiera habría podido pasarme por la cabeza en relación al experimento Oranur.

 

Pero fui sorprendido cuando el 3 de Febrero, es decir tres semanas después del experimento, el New York Times informó que durante la última semana de Enero una puntuación de fondo excepcionalmente alta había sido tomada en una zona que se extendía desde Rochester (del Estado de Nueva York) al Canadá. Muchos de mis colaboradores que habían participado en el experimento Oranur en Orgonon tuvieron la misma idea unos independientemente de los otros: la alta puntuación de fondo registrada en los Estados Unidos orientales ¿habría sido quizás determinada por nuestro experimento Oranur?.


Para acercarnos a la solución de esta cuestión, es indispensable esclarecer diversos puntos:

  1. La puntuación de fondo en Orgonon había sido alta durante todo el experimento Oranur: 60-90 CPM, es decir el triple de lo normal (20-30 CPM). Ésta se volvió normal solamente después del desmantelamiento, en todos los edificios implicados en las investigaciones, de todo aparato para la concentración de la energía orgónica.

     

    Esta ascendía inmediatamente a niveles elevados (50-70 CPM) si se reconstruía aunque sólo fuese un pequeño acumulador de 30 cm de lado, sin que ninguna fuente de radiación nuclear estuviese presente. Apenas el acumulador era desplazado la puntuación volvía a bajar. Además, algunos acumuladores orgónicos que habían estado puramente cercanos a un acumulador orgónico implicado en el experimento Oranur desarrollaron una intensa radiactividad oranúrica.
     

  2. Algunos físicos de la comisión Americana para la Energía Atómica (AEC) habían adelantado la hipótesis de que los altos conteos de fondo registrados en los Estados Unidos orientales fuesen atribuidos a las explosiones atómicas efectuadas en Nevada entre el 27 de Enero y el 3 de Febrero de 1951. Por muy simple que pueda parecer una explicación de este género nos pareció muy dudosa. Mucho antes que se verificasen las explosiones atómicas habíamos temido eventuales reacciones en cadena de la energía orgónica atmosférica en torno a Orgonon. Apenas constatada la gravedad y la extensión de la reacción oranúrica en puntos muy distantes del edificio del laboratorio, nos habíamos preocupado de lo que hubiese podido suceder en la población situada a 7 Km. de distancia.
     

    El área en la que había sido señalada aquella puntuación de base excepcionalmente alta formaba a groso modo un disco que tenía un diámetro variable entre los 500 y los l000 Km. y un centro situable más o menos en los alrededores, de Orgonon. Ninguno podía decir si la radiactividad se había extendido como mucho en el Océano Atlántico, ésta sin embargo había llegado según nuestras valoraciones hasta unos 1000 Km. en dirección sudoeste, y mucho mas allá en la región del Canadá oriental.

     

    El aumento de la puntuación de fondo había sido señalado el 3 de Febrero de 1951 es decir tres semanas después de que se hubiera producido la reacción más fuerte oranúrica. Si presumimos que los efectos oranúricos se hubiesen extendido en 21 días de 1000 1150 hacia el oeste, es decir en un sentido contrario a la dirección general oeste-este de la involucración de la energía orgónica, la velocidad de esparcimiento habría estado alrededor de 50-55 Km. al día, es decir cerca de 2 Km. a la hora.

     

    Esto entraba perfectamente en los límites de las posibilidades reales.

Viceversa, si se presume que la más alta puntuación de fondo registrada en los Estados Unidos orientales no fuese debida al experimento Oranur, pero sí a las explosiones atómicas de Nevada, nos encontrarnos ante las siguientes contradicciones:

  1. Las primeras explosiones atómicas se habían producido una semana antes de la alta puntuación que se detectó en la parte oriental de los Estados Unidos. Tal puntuación, sin embargo, había sido observada muchos días antes del 3 de Febrero de 1951, es decir apenas dos o tres días de la primera explosión.
     

  2. El crecimiento de la radioactividad atmosférica fue detectado en Rochester, en el Estado de Nueva York, en la nieve que había caído recientemente. Ésta fue de hecho detectada después de que la nieve se disolviese. La radioactividad, por tanto, tendría que haber recorrido los 3.900 Km. (!) que separan la zona de las Vegas, en Nevada, de los Estados Unidos orientales, en 2 o 3 días, es decir a la velocidad de casi 2.000 Km. al día, de alrededor de 8o Km. a la hora; una velocidad superior a la media de los huracanes (15-20 Km.), la velocidad de un tornado ¡y además en días serenos y sin viento!
    Según los boletines meteorológicos que poseíamos la última semana de Enero fue serena y soleada, sin temporales importantes.

     

    Por oscuros que puedan parecer estos problemas y por cuanto abiertas a la duda puedan estar nuestras suposiciones, no se debe dejar de lado el intento de determinar si la alta radioactividad registrada en la atmósfera de los Estados Unidos occidentales durante la semana del 26 de Enero de 1951 se debió a la explosión atómica del Nevada o al experimento Oranur realizado en Maine e iniciado en 195o el 28 de Diciembre.
     

  3. El aumento de la radioactividad atmosférica se observó solamente en la parte oriental de los Estados Unidos. Desde Rochester (Nueva York) a las Vegas (Nevada), salvo para las cercanías inmediatas de esta última localidad, no se observó nada insólito. ¿Es admisible que la nube radioactiva se haya trasladado a la velocidad de un gigantesco huracán durante 3.900 Km. sin dejar traza alguna hasta que alcanzó a los Estados orientales del confín del Canadá y entonces, y sólo entonces, se manifestase con elevadas puntuaciones de fondo? Creo que tal interpretación sea bastante menos aceptable que la anterior, es decir, que el crecimiento radioactivo atmosférico haya sido determinado por la reacción oranúrica.
     

  4. Todas las informaciones accesibles hasta ahora en materia de explosiones nucleares subrayan el hecho de que la alta radioactividad dura sólo pocos segundos y se extiende sólo unas pocas millas más allá del punto cero; nunca he oído hablar de un efecto radioactivo que alcance una distancia de 3900 Km. dejando un área incontaminada de 2.700 Km. entre el lugar de la explosión y el lugar donde se verificó el crecimiento de la radioactividad. Por otro lado, se ha tenido noticia de que en Bikini los organismos vivos permanecieron intensamente radioactivos por varios años después de aquellas famosas explosiones.
     

  5. Finalmente, he aquí un dato esencial que es necesario tomar en consideración y al que debemos habituarnos de manera sistemática: El alcance de la energía orgónica, ya sea por intensidad que por extensión, es al alcance de la energía atómica de una y hasta de diez libras de material desintegrable, como la proporción en que el infinito es a un grano de arena.

Se pierde ciertamente esta especial visión de conjunto si no se destaca de la hipótesis atómica y electrónica de la constitución del universo al menos cuando se compara la energía orgónica con la radiación nuclear (?).

 

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Desarrollo de los hechos en Orgonon a partir del 6 febrero 1.951


El 6 febrero de 1.951, en diversos y bien distanciados puntos dentro y en torno a Orgonon, se efectuó un control escrupuloso. Se constató así que el edificio del observatorio era intensamente radioactivo con una puntuación de fondo que, en la sala de los experimentos, era del orden de 80-120 CPM, así como 2 x l02 MR/H, y si bien ningún cuantitativo de material radioactivo estuviese presente en la misma sala.

 

El minúsculo cuantitativo de material radioactivo puesto y medido el 3 febrero a la hora 13 fue de hecho confinado en un punto situado a bastantes centenares de metros de distancia de cualquier edificio y lugar habitado.

 

Numerosos exámenes hematológicos orgonómicos efectuados en aquél mismo día revelaron un alto grado de superirradiación tanto en mí como en un médico que había experimentado con cobayas, como también, otro médico que dos semanas antes había dejado de trabajar en Orgonon habiendo presentado gravas síntomas de morbo oranúrico. El único material radioactivo que permaneció entre el edificio del observatorio fue un "sointilloscopio", perfectamente protegido, para la observación de las partículas alfa, pero ésto contenía un cuantitativo de radium no superior a una fracción de microgramo.

 

Éste estaba situado en un acumulador orgónico de 30 cm de lado, forrado de láminas metálicas. En aquél momento no había ningún otro cuantitativo de material radioactivo en ningún acumulador orgónico, ni se encontraba a menos de 60 m. de otro acumulador. Los dos miligramos de radium envueltos en las hojas de plomo estaban aún puestos en un punto situado a casi un Km. de distancia de cualquier edificio; el miligramo experimental de radium había sido extraído del pequeño acumulador a 10 "múltiplos".

 

El "sointilloscopio" había sido cambiado de la sala de los experimentos y transportado a un pórtico inutilizado, situado en el segundo piso y que se encontraba fuera de las paredes de piedra y cemento de los observatorios, de 60 cm. de espesor.


El control de la puntuación de fondo dio el 6 febrero los resultados siguientes:

 

(Poner aquí cuadro pagina 453.)


La totalidad del experimento Oranur fue voluntariamente interrumpido por un periodo de varias semanas con el fin de efectuar todos los exámenes hematológicos necesarios. Se dispuso nuevamente que los investigadores dejasen de trabajar en el laboratorio científico donde habían sido realizados a partir del 5 enero los primeros experimentos Oranur. Todos esperábamos que la atmósfera del laboratorio se sanease.

 

Una parte del trabajo se transfirió en el atrio del observatorio.


No queríamos siquiera discutir la posibilidad de interrumpir del todo el experimento. Por otro lado era imposible continuarlo dadas las graves reacciones bio-energéticas manifestadas por los participantes. Nos encontrábamos por tanto en un difícil dilema.


El experimento más seductivo era poner dos microgramos de cobalto radioactivo (CO-60) en un acumulador de nueva construcción y colocado en un lugar remoto. Las consideraciones de los posibles efectos sobre la atmósfera no se pudieron comprobar; ya que ninguna explosión atómica se produjo, sin embarco, un experimento tal habría podido decididamente e irrevocablemente establecer si las altas puntuaciones de fondo registradas en los Estados Unidos orientales y en el Canadá hubiesen sido o no provocadas por la explosión de Nevada a 3.900 Km. de distancia.


Durante la tarde del 6 febrero 1951 la puntuación de fondo en al atrio del observatorio bajó de nuevo a 30-40 CPM y permaneció baja.

 

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Resultado del experimento Oranur en los cobayas


Poco antes de empezar el experimento Oranur habíamos empezado a estudiar la leucemia. Simultáneamente teníamos en el laboratorio, por motivos diversos, varios tipos de cobayas. Cuando empezó el experimento Oranur los cobayas que no debían ser puestos al proceso oranúrico fueron trasferidos en una pequeña cabina de madera situada a 30 m. del edificio principal del laboratorio.

 

Los cobayas que debían ser tratados con energía orgónica fueron transferidos al baño del mismo edificio. El cuarto de baño estaba separado de la sala principal del laboratorio por una pared de hojas de cemento, de un lado, y de una habitación vacía, por el otro. Los dos lados restantes de la habitación estaban dirigidos al exterior del edificio y, por tanto, al descubierto.


Para el experimento Oranur habíamos preparado un grupo de 40 cobayas sanos, ordenados cuidadosamente en el . Todos fueron tratados con energía orgónica durante varias semanas antes del inicio del experimento con la radiación nuclear, y esto conforme a nuestra originarla intención de controlar el efecto de las radiaciones atómicas en los cobayas tratados con energía orgónica. Todos estos programas cuidadosamente estudiados fueron sin embargo completamente trastornados por el curso real de los sucesos.

 

No inyectamos a los cobayas ningún tipo de isótopo radioactivo fluido. Expusimos por el contrario un primer grupo experimental de cuatro cobayas, durante media hora consecutiva, durante tres veces seguidas, a las radiaciones de una aguja de radium desnudo. Dos de estos cobayas habían sido tratados con anterioridad con energía orgónica y los restantes cuatro lo fueron después de ser expuestos a las radiaciones atómicas.


Todos estos minuciosos y elaborados particulares resultaron sin embargo insignificantes ante la pavorosa violencia del experimento Oranur. No importó de hecho que hubiésemos o no tratado profilácticamente a estos cobayas; ni importó que los tratásemos a continuación con energía orgónica pura por un periodo de media hora o de una hora.

 

Debimos rápidamente darnos cuenta que nuestros precedentes sistemas de cuidadosa dosificación (en minutos) del tiempo de exposición a la irradiación orgónica, habían perdido cualquier significado propio como lo habían perdido las elaboradas técnicas de protección utilizadas en los experimentos con la energía nuclear.

 

Nuestras precedentes apreciaciones eran a los efectos del proceso oranúrico como el divertirse con las chispas de una pequeña bobina de inducción es a un rayo durante un huracán. Las diferencias entre lo que estábamos habituados y aquello que estábamos atravesando eran verdaderamente pavorosas. Ninguno de los participantes en el experimento Oranur pudo evitar el sentir miedo.


Con los cobayas estábamos realizando también una serie paralela de experimentos sobre el cáncer, así como observando varios grupos experimentales de biones y de productos del Experimento XX. Abreviando, todas las diferenciaciones clínicas y experimentales de aquellos estudios se vinieron abajo y no sirvió para nada el grupo particular al cual pertenecía el singular cobaya. Los efectos oranur eran por tanto idénticos y todos los cobayas presentaban los mismos síntomas a su fallecimiento.


No pareció importar que los diversos grupos de cobayas hubiesen sido conservados en el cuarto de baño del laboratorio o en la cabina de madera situada a treinta metros de distancia del edificio. El efecto Oranur se había propagado durante el experimento a muchos centenares de metros hacia el exterior del laboratorio. Por el aspecto de los cobayas, sin embargo, aparece claramente cómo aquellos que habían oído puestos contiguamente a la sala experimental durante el experimento Oranur hubiesen sufrido más gravemente. Los síntomas comunes del "morbo oranúrico" eran los siguientes.


Parálisis en varios grados; piel Hispida; sudoración fría; contracción corporal total; cola, nariz, labios y lóbulos auriculares cianóticos; prurito e inquietudes extremas antes de la afloración de la parálisis: fuerte sed (que corresponde a los resultados de la biopsia: tejidos áridos y sangre deshidratada). Parecía significativo que los pequeños cobayas hubiesen muerto antes y más rápidamente que los ejemplares adultos.


Parecía además importante que los organismos originariamente debilitados desde el punto de vista bioenergético, como por ejemplo la prole de topos cancerosos, morían más rápidamente que los ratones sanos. En conjunto, todos los cobayas que estaban cercanos al experimento Oranur tenían grandes trastornos. En algunos el tratamiento con energía orgónica pura pareció ayudar; aunque en algunos organismos humanos la aplicación de energía orgónica, pareció atenuar los sintonías morbosos. Por otro lado, casi todos los investigadores que habían participado de manera integral en el experimento Oranur atravesaron un periodo de patente antipatía hacia el uso del acumulador orgónico.


Era impresionante como esta intolerancia se extendía hasta los más pequeños aparatos de acumulación, como por ejemplo una simple caja forrada de metal o un acumulador de 20 cm. de lado.


El domingo 11 febrero 1951.


Un asistente que aquél día tenía el encargo de ocuparse de los cobayas experimentales salió por la mañana del laboratorio con cerca de 30 cobayas muertos en las últimas 12 horas, es decir desde cuando, el día anterior, había sido realizada la última observación. Entre estos cobayas habían algunos que habían permanecido en la sala de los experimentos durante todo el experimento Oranur, otros cobayas leucémicos que habían sido puestos en el cuarto de baño durante aquél mismo periodo, muchos cobayas cancerosos que habían sido tratados con energía orgónica, y varios cobayas sanos que habían sido transportados en la pequeña cabina de madera situada a unos 30 m. de distancia del laboratorio científico.


Aquella mortalidad fue para todos nosotros un shock terrible. Estos cobayas habían muerto indudablemente en masa después del experimento Oranur. Y nosotros no conseguíamos entender cómo habían muerto tantos en el mismo día.


La autopsia de estos cobayas (todos trabajamos durante la entera jornada dominical) reveló un único e idéntico cuadro patológico, independientemente del hecho que cada cobaya perteneciera a cualquier grupo utilizado para el experimento Oranur, ya sea aquel de la leucemia o aquel del cáncer.

 

Los síntomas comunes a todos los cobayas eran los siguientes:

  1. Pulmonía en el estado hemorrágico u organizativo.

  2. Grave exudación fibrosa integralmente en la cavidad pleúrica en cada uno de los cobayas y, en algunos, hasta la cavidad abdominal y en dirección a la pelvis. El tejido subcutáneo pélvico y los genitales, así como el perineo, habían sido atacados en todos los cobayas. Este tipo de exudación había sido bastante notable en otras muchas procedentes autopsias de cobayas muertos a continuación de fuertes inyecciones de Bacilos T.

  3. Decoloración cadavérica y verdosa, de corpúsculos T, en el tejido subcutáneo.

  4. Venas fuertemente dilatadas (sobre todo la vena aorta y la vena cava, pero también. la carótida ). "Orejitas" cardíacas fuertemente dilatadas, sangre negruzca en las venas.

  5. Coloración purpúrea de los órganos genitales, con grave dilatación de las vesículas seminales o de los tubos ováricos.

  6. En todos los cobayas, cola grisácea o cianótica, endurecida y con forma un poco enroscada.

  7. Lóbulos auriculares, extremos de las patas y labios, cianóticos.

  8. En el cuadro hematológico de todos los cobayas muertos o sacrificados recientemente, indiferentemente a su grupo de pertenencia, fueron descubiertos lóbulos rojos en el mismo estado de aquellos descubiertos en los cobayas leucémicos en nuestras investigaciones sobre leucemia a primeros de diciembre. En algunos cobayas, pero no en todos, la puntuación de leucocitos resultó bastante elevada.

  9. Positivos los cultivos de bacilos T.

  10. En algunos cobayas del grupo Oranur fue descubierto un bazo bastante hinchado (hasta cuatro veces más del tamaño normal).

  11. Impresionante aridez del peritoneo y evidente carencia de los fluidos en el sistema sanguíneo. (Durante el experimento Oranur habíamos sufrido de dolores y de sequedad en la garganta).

Omito aquí otros resultados atípicos. Era indispensable limitar este informe a los caracteres más generales: La elaboración detallada y paciente de las observaciones nos dará sin duda otros datos esenciales

 

¿Como podíamos entonces continuar estas investigaciones fundamentales si los mismos investigadores parecían amenazados por las condiciones de trabajo impuestas por el experimento?


Informe sobre los cobayas afectados por el proceso oranúrico (26 marzo 1951)

  1. Cuarenta cobayas sanos conseguidos en diciembre de 1950 y destinados a inyecciones de isótopos P32 fueron tratados diariamente, preliminarmente, con irradiaciones de energía orgónica prolongadas hasta el 5 de Enero de 1951. Estos cobayas permanecían en el interior de la sala experimental del laboratorio, 14 de ellos morían durante el experimento Oranur; los 26 restantes están vivos actualmente pero gravemente afectados por "el morbo oranúrico" .

  2. Número de cobayas presentes en el inicio del experimento Oranur: 286, 57 de estos 286 cobayas han muerto durante el experimento Oranur de "morbo oranúrico". 12 gravemente enfermos fueron sacrificados con el fin de obtener material fresco para la autopsia. Los restantes 217 cobayas han sido gravemente afectados por "el morbo oranúrico" y han enfermado todos con diversa gravedad.

  3. La descendencia de los cobayas cancerosos ha sido particularmente afectada por los efectos oranúricos. De los 23 cobayas de este grupo ninguno parecía afectado durante los primeros días del experimento. A continuación, sin embargo, la totalidad de los 23 cobayas fallecieron espontáneamente con los síntomas típicos del "morbo oranúrico".

  4. Al contrario, de los cuarenta cobayas tratados por el doctor S. Tropp con super-irradiaciones abundantes durante los 2 ó 3 meses precedentes al experimento Oranur, ninguno ha muerto durante o después del experimento hasta esta fecha (mayo 1951). Hemos tenido la impresión que la super-irradiación continua con energía orgónica en cantidades soportables hubiera provocado una adaptación del organismo a mayores niveles energéticos y por tanto, quizás, hubiese consentido la supervivencia.

  5. De los 42 cobayas leucémicos que habían sido tratados con energía orgónica, 16 han muerto espontáneamente y 2 han sido sacrificados, antes de que muriesen, con el fin de la autopsia. Los 26 cobayas restantes han enfermado de "morbo oranúrico" . De los 34 cobayas no tratados orgónicamente pertenecientes al grupo de control para las investigaciones sobre la leucemia, 30 están aún vivos pero enfermos.

¿Por qué murieron docenas de cobayas con los mismos síntomas aquel domingo siniestro?.

 

Para descubrirlo trabajamos todo el día en la mesa de autopsia y en el microscopio. Resumimos las observaciones relativas y que pueden dar una solución a la cuestión.

  1. Todos los cobayas muertos pertenecían a los grupos experimentales que tenían en común un bajo nivel bio-energético. Conclusión: el bajo nivel bio-energético favorece la muerte por "morbo oranúrico".

  2. Altos niveles de Energía vital aseguran la intervención de adecuadas cantidades suplementarias de energía orgónica cuando las radiaciones nucleares habían agotado las reservas disponibles del organismo. Una intensa carga orgónica profiláctica de los organismos reducirá por tanto los efectos del " morbo oranúrico" en modo más eficaz que la simple aplicación de energía orgónica después del inicio de la radiopatía.

  3. El 11 de febrero tuvimos una noche y un día muy opresivos y nublosos, aunque no muy húmedos (humedad relativa 40-50 %). Esto había disminuido y por tanto debilitado el nivel de energía orgónica atmosférica; había, por tanto, una reducida disponibilidad de nueva energía orgónica atmosférica; los animales tuvieron que sacar energía de las cargas de sus tejidos y esto a su vez había acentuado la muerte. Análogamente, en el resfriado el mal tiempo reduce la tensión orgónica de la atmósfera y con ello la disponibilidad bio-energética de los organismos vivientes.

  4. La evasividad intrínseca a la naturaleza humana se desembaraza con ligereza de los problemas importantes. ¿Por qué no explicar simplemente la mortandad de los cobayas como consecuencia de una pulmonía contraída en su estancia en la cabina de madera en un periodo de mal tiempo o de temperaturas bajo cero?.

Yo mismo había pensado en esta posibilidad.

 

Sin embargo los hechos no consentían su huida así fácilmente a nuestra grave responsabilidad; otros cobayas habían muerto durante el experimento Oranur, antes y después del 11 de febrero, en días tibios y soleados. Los cobayas, además, habían permanecido anteriormente en aquella misma cabina de madera, caldeada a una temperatura de l6-20o centígrados, sin morir, si bien en el exterior la temperatura era de 25° bajo cero.

 

Una investigación especial estableció que el encargado había vigilado escrupulosamente la estufa de la cabina en aquella noche fría. Por tanto los síntomas descubiertos en los cobayas muertos iban más allá de aquellos de los de una simple pulmonía. La pulmonía era una de las causas finales de la muerte y solamente en algunos de los cobayas, no en todos.

 

Además todos habíamos padecido de tanto en tanto de sintomatología oranúrica en mayor o menor medida y aún con el tiempo más sereno. Era por tanto imposible rehuir la conclusión de que los organismos debilitados de los cobayas hubiesen sido vencidos por un ulterior ataque.

 

Con el conocimiento y la demostración de la existencia, ya sea en los organismos vivientes que en la atmósfera, de una energía vital concreta, mesurable y utilizable, ciertas declaraciones superficiales y evasivas, según las cuales éste o aquel sujeto hubiesen muerto por la acción de los "gérmenes atmosféricos" o de los "virus X"; jamás vistos, jamás demostrados, y jamás tratados, ya no son aceptables. Existe en el organismo viviente "algo" sobre el que operan los "gérmenes atmosféricos" o los "virus X"; este "algo" reacciona a las influencias nocivas.

 

Existen hechos, como por ejemplo una mayor intensa producción de leucocitos (¿Vienen del aire?) una congestión hacia la región enferma (¿qué provoca el movimiento, los iones, las sales, las sustancias químicas?), temperaturas variables que aquí se aumentan y allá se bajan (¿qué es la temperatura del organismo?), convulsiones, fibrosis fasciculares y (observadas personalmente por mí durante el experimento) fibrosidades del peritoneo aún después de que el corazón haya cesado de latir.

 

Este "algo" que afluye de manera congestionante hacia la parte enferma del cuerpo, que produce calor y lo mantiene en un nivel constantemente más elevado de aquel de la temperatura ambiental, que se cambia en el interior del organismo de un punto a otro, independientemente de cualquier nervio o de cualquier involución membranosa, o que, como sucede en el orgasmo, se contrae y se extiende convulsivamente, es de hecho la energía orgónica organísmica: la energía Vital.

 

Las correlaciones objetivas han resultado demasiado numerosas y demasiado evidentes pura poder ser ulteriormente descuidadas. Sin el concreto conocimiento de esta energía vital, ni un solo aspecto de los procesos oranúricos es comprensible. Con el conocimiento de ésta, por tanto, podemos seguir todos los acontecimientos de la manera más sistemática y fructuosa.


Nos hemos asombrado, de la lógica con que viejas observaciones, funciones entre ellas e incluso hipótesis provisorias lleguen a ser con la energía orgónica plenamente explicables y hagan comprensibles las funciones más pequeñas. Así, por ejemplo se hacía comprensible cómo los glóbulos rojos super-irradiados con energía orgónica apareciesen primero claros y lucientes en el microscopio, para convertirse minutos después de un azul oscuro; éstos de hecho habían vuelto, perdiendo gradualmente energía, al nivel energético fisiológico (un fenómeno éste que resulta incomprensible para cualquier tendencia científica diversa a la orgonómica).

 

Del mismo modo se explica otro fenómeno, esto es que en un más alto grado de deterioro los glóbulos rojos asumieron formas exactamente correspondientes a aquellas reveladas en los cobayas leucémicos muchas semanas antes de que empezara el experimento Oranur. Esto a su vez unía inteligiblemente la radiopatía a la leucemia. Esto consentía también entender como la leucemia, fuese, entre los niños y los adolescentes, más difundida que los lentos procesos de degradación cancerosa: la leucemia, de hecho, parecía tener también sus orígenes en una carga excesiva del sistema eritrocítico. Todo esto debía ser elaborado en sus particulares sobre una amplia base de observaciones y experimentos aún por concluir.


Vastos horizontes se cerraban, para las investigaciones sobre la predisposición a la enfermedad. No obstante, en medio de tantas perspectivas prometedoras, existían serios motivos de preocupación. Después del desalojo de todo el material radioactivo permaneció en el observatorio, como se dijo, solamente un "sointilloscopio" para la observación de las partículas alfa; este contenía un cuantitativo de material radioactivo desdeñable que, en su estuche, en condiciones normales podría haber sido tranquilamente transportado en un bolsillo..

 

Pero hasta aquel minúsculo cuantitativo ara suficiente para provocar una reacción DOR tan fuerte en todo el edificio que mi mujer y mi hijo (niño de 7 años) manifestaron graves síntomas de desintegración sanguínea por lo que debieron ser alejados. La sintomatología sanguínea merece ser tratada extensamente y aparte. Aquí, solamente subrayaremos cómo cada cuadro hematológico que presentaba manifestaciones degenerativas tales para provocar graves preocupaciones tuviese algo en común con la leucemia.


Durante años estábamos habituados a observar de 1 a 3 glóbulos blancos por campo examinando la sangre en soluciones salinas a 300-400 aumentos. En los cuadros hematológicos deteriorados del experimento Oranur podíamos observar bastantes más de 4 a 8 leucocitos por campo.


En la leucemia habíamos observado además una delicada estructura granular en el interior de los glóbulos rojos en campos oscuros. Ahora, podíamos observar en los glóbulos rojos la misma granulación que, a nuestro juicio, significaba una degeneración del tipo "corpúsculos T", es decir, con otras palabras, una forma de decaimiento putrefacto. Algunos de los cultivos sanguíneos positivos confirmaron este juicio como siempre lo habían hecho en los casos de biopatía cancerosa avanzados.


En la mayor parte de los cobayas leucémicos habíamos observado, entre las otras señas de super-irradiación orgonótica, el hecho que en los eritrocitos se desarrollaban círculos rojos (es más, de color azul brillante) mucho antes de la irrupción de la forma leucémica declarada con participación del aparato glandular.

 

Esta misma situación era ahora claramente observable en el cuadro hematológico de todos los investigadores que habían participado en el experimento Oranur.
 

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Medidas sanitarias y evacuación de los colaboradores enfermos


En el ápice de los efectos del experimento Oranur pareció imposible tomar medidas para proteger a cuantos habían participado en el experimento de la furia desencadenada de sus efectos incontrolables. La mayor parte de mis colaboradores acostumbraban a abandonar Orgonon hacia las cinco de la tarde y no volvían hasta la mañana del día siguiente.

 

Ellos disponían así de unas 16 horas de descanso para reponerse de los persistentes efectos oranúricos. Otros, entre los que estaba yo mismo, mi familia y el guardián residente en Orgonon, no teníamos la posibilidad de tener una recuperación de este tipo. Resultó entonces que los organismos originariamente fuertes no presentaron graves reacciones, mientras los organismos que por una razón o por otra, estaban ya debilitados antes del inicio del experimento Oranur desarrollaron fuertes reacciones aún viviendo lejos de Orgonon.

 

Por mi parte no sentía nunca la necesidad de reposar en cama aún estando frecuentemente cansado. Mi hijo sin embargo había enfermado gravemente a continuación de un común resfriado por haberse mojado los pies jugando en la nieve. Si bien había guardado todo el material radioactivo que ejercía de estimulador de las reacciones oranúricas, el aire del observatorio siguió siendo pesado y opresivo, con subidas de la puntuación de base basta de 60-70 CPM, si las ventanas estaban cerradas por más de 15-30 minutos. Y por otro lado el tener continuamente abiertas las ventanas con una temperatura exterior alrededor de 0o era bastante imposible.


El niño sufrió complicaciones, empezó a tener una ligera debilidad en las piernas, dolores imprevistos y repentinos, y tendencia a la inmovilidad en la actividad respiratoria. Normalmente era fácil eliminar estos síntomas utilizando las susodichas "mantas orgonizantes" que habíamos predispuesto en el cuadro de los preparativos para el "servicio de socorro" del experimento Oranur. Poro ahora, estas mismas mantas orgonizantes actuaban como factores estimulantes de las reacciones oranúricas. Era ésta una posibilidad que habíamos descuidado durante los preparativos.

 

Mi hijo se agravó; estaba pálido e incluso a veces lívido; las palmas estaban húmedas por la transpiración fría: una señal inconfundible de contracción simpaticotónica; estaba inquieto y experimentaba continuamente una sensación de malestar sin que nosotros pudiésemos aparentemente ofrecerle ayuda. Ya que la aireación del edificio no removía los efectos oranúricos no podíamos afrontar la situación con estas simples medidas de ventilación.

 

Él fue transferido a otra parte del edificio donde los efectos DOR parecían menos fuertes; esto pareció sanarlo pero no lo suficiente. Los exámenes hematológicos revelaron una grave super-irradiación de los glóbulos rojos, un aumento de los glóbulos blancos y, con nuestro pesar, algunos síntomas de degeneración leucémica de los corpúsculos sanguíneos.


El doctor Simeón J. Tropp, que como dije vivía en Rangeley, se prestó a transferir a su casa al muchacho. Había llegado a proponer una medida así porque no estaba seguro de que un organismo una vez atacado por el "morbo oranúrico", no pudiese influenciar negativamente a los otros organismos. También los cobayas que habían muerto en masa tenían un olor pésimo y presentaban fuertes signos de super-irradiaoión; por otro lado, mis mismas manos habían acrecentado bastantes veces la propia actividad bio-energética. Por tanto, consentí finalmente. El niño mejoró ligeramente, a las pocas horas de encontrarse en casa del doctor Tropp, pero al día siguiente sufría aún de ataques de debilidad.


También la madre del niño, Ilse Ollendorff, había desarrollado el morbo oranúrico en su forma grave, como había demostrado por un cuadro hematológico bastante sospechoso. También ella estaba pálida y ligeramente lívida en su rostro. Fue alejada de Orgonon al día siguiente y empezó a recuperarse poco después. Llegado a este punto se le ordenó a todas las demás personas estar lejos de Orgonon.


Pero esta era una solución insatisfactoria de nuestro problema. El asistente que había interrumpido su participación en el experimento Oranur durante la segunda semana de actividad, sufría aún de "morbo oranúrico" si bien no había vuelto a Orgonon ni una sola vez. Desde hacía semanas el morbo oranúrico lo afligía: de tanto en tanto caía en la postración más completa para salir después lentamente. Su cuadro hematológico, sin embargo, mejoraba de manera evidente.

 

Los "círculos" rojos desaparecían de los eritrocitos; el tipo de desintegración volvió en medidas siempre mayores a la normal forma biónica, el sujeto no sólo no estaba pálido sino que se había bronceado; él no fue sin embargo readmitido en el experimento Oranur, en base a consideraciones médicas. No podíamos poner en peligro la vida del prójimo hasta quo no hubiésemos conocido la evolución final del "morbo oranúrico".


Durante todo aquel tiempo, estando continuamente en contacto con el experimento Oranur y con los investigadores que habían colaborado nos dimos cuenta que había sucedido algo importante en relación un “arma” futura para la medicina: Esperábamos con impaciencia los desarrollos futuros.


Pocos días después un incidente nos dio la clara percepción de la ferocidad de la fuerza que teníamos delante.

 

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Uno de nuestros médicos al borde de la muerte


Poco a poco empezamos a entender las reacciones especificas de los investigadores en los efectos oranúricos y, con el pasar del tiempo, aprendimos a distinguir mejor los síntomas. Nuestros conocimientos, sin embargo, no tenían un fundamento lo bastante sólido para consentirnos el individualizar anticipadamente el peligro corrido por uno de nuestros médicos en particular.

 

Se trataba de una doctora que había sufrido desde la pubertad, a continuación de una grave tempestad atravesada por ella, de una bradicardia que había disminuido su pulso alrededor de 50 pulsaciones por minuto. Después de 2 años de tratamiento psiquiátrico orgónico la bradicardia se había atenuado bastante y el pulso había subido a 70 pulsaciones al minuto. Durante muchos años ella había sufrido de una verdadera imposibilidad de llorar completamente. La "deglución" de la emoción del llanto era de hecho uno de sus principales síntomas biopáticos.


Me había dado cuenta de la posibilidad de una correlación entre la bradicardia y este bloqueo emocional. El llanto es de hecho realmente "tragado" mediante procesos de deglución del esófago: a continuación de una constante "retracción" de los órganos inferiores de la boca y de la garganta se produce una presión sobre el diafragma y sobre los órganos del tórax.

 

Ya que el nervio vago, que opera sobre el corazón en sentido "depresivo", partiendo de la base del cerebro baja a lo largo de la "médula oblongada", el esófago y la tráquea, la presión constante ejercitada sobre estos órganos había con toda probabilidad influenciado indirectamente el nervio vago provocando la bradicardia crónica. Por consiguiente, este doctor había sufrido de tanto en tanto de accesos de debilidad (del tipo vagotónico) y durante su tratamiento orgono-terapéutico, en dos o tres ocasiones se había sentido "imposibilitada para moverse".

 

Todo esto había sido notado también por otro médico orgonomista con quien ella había estado en tratamiento. Pero por una razón o por otra, con la prisa del experimento Oranur y a causa de la asombrosa incredibilidad de cuanto sucedía no pensamos en la relación del efecto oranúrico específico con la estructura biopática particular de aquella doctora y dejamos que el sujeto, una persona profesionalmente y científicamente competente, continuase ocupándose de los cobayas y trabajando en el reparto bacteriológico. La paciente, sin embargo, no presentó ninguna grave reacción hasta el día en que se desmayó, peligrando de muerte. Así es como fueron las cosas.


El 19 febrero 1951, hacia las 11, mientras trabajábamos en la biblioteca, la doctora en cuestión entró en el local palidísima y vacilando ligeramente, con una aureola lívida alrededor de la boca y la barbilla.


Estaba visiblemente en un estado de schock, asustada y con un profundo malestar. Me contó que poco antes estaba vaciando un acumulador del laboratorio; para extraer el contenido, debía meter profundamente los brazos dentro del acumulador. Habiendo advertido un olor similar a aquel de la reacción oranúrica y para cerciorarse de esto, había introducido la cabeza en el acumulador. Inmediatamente el efecto oranúrico la había "golpeado como una maza".

 

También aquí, en la biblioteca no podía estar en equilibrio y debió ser transportada en automóvil al observatorio por otro doctor. La llevé debajo de un pórtico del observatorio para hacerle tomar aire fresco. Pero se volvió más pálida y empezó a lamentar la pérdida de la vista y del oído. Simultáneamente podía observar en sus ojos los cambios típicos de este estado. Su pulso era apenas palpable y había descendido a 46 pulsaciones al minuto. La paciente se iba volviendo cada vez más pálida. La acostamos y comenzamos a aplicarle estimulantes.

 

El pulso cardíaco disminuyó y simultáneamente se debilitó de forma extremadamente amenazadora. Su palidez inicial no pareció ceder, pero después de 30 minutos comenzó a. alternarse con vaporadas calientes. Durante todo este tiempo la animamos a continuar hablando. A veces después de una expansión fortísima, visible en el enrojecer de las mejillas, surgía una contracción aún más grave que con no poca frecuencia se acompañó de cianosis de los labios y palidez en las mejillas y en los brazos.

 

Continué estimulándola con coñac y café cargado, hablando y bromeando con ella. Muchas veces sus ojos se nublaban y se volvían hacia arriba. En aquel momento un estímulo enérgico o la reiterada petición de mirarme impedía el cese de la función visual. Durante una hora entera fue difícil encontrarle el pulso, permanecimos cerca de ella y tuvimos que gritarle continuamente que continuara respirando, se podía ver claramente cuándo amenazaba con empeorar y cuándo volvía a expandirse.


Los brazos, las manos y los pies de la paciente estaban inertes y fríos. Las sensaciones táctiles eran nulas o bastante disminuidas. Le pusimos una bolsa de agua caliente sobre la zona del plexo solar. No osamos hacerle aplicaciones con energía orgónica, como habría indudablemente hecho en una situación diversa. Además todos los aparatos orgono-terapéuticos habían sido alejados del edificio. Durante dos horas continuamos frotándole las mejillas, el cuello, la región cardiaca y los brazos con toallas heladas. Esto pareció mejorarla bastante.


En un cierto momento pareció que no fuese capaz de hablar. Era indudable que la "médula oblonga" y la región talámica estuviesen entre ellas implicadas. La alternancia entre el grave encogimiento y la sucesiva expansión del aparato vitral continuó con una gradual y lenta predominancia de las regiones expansivas.
Finalmente, después de casi dos horas, la paciente empezó a recuperarse, readquiriendo el equilibrio de las funcione autónomas.

 

Poco después dictó personalmente el siguiente protocolo.

 

19 febrero 1951,

horas 12 y 30.


Protocolo sobre la doctora...

 

“La mañana de hoy, 19 de febrero del 1951, estaba perfectamente bien. Me entretuve 20 minutos en el laboratorio científico, y, advirtiendo la opresión debida a los múltiples acumuladores presentes en el local, abrí todas las puertas y las ventanas. Después busqué otras eventuales fuentes de OR o acumuladores que no hubiesen sido desmontados y efectivamente encontré un viejo acumulador y una multiplicadora en la parte posterior del laboratorio donde habían sido puestos los artículos de vidrio. Aquel acumulador no había sido abierto, durante las últimas 5 semanas, salvo en una o dos ocasiones y por breves instantes. El acumulador estaba apoyado en la pared externa de la sala de acumulación orgónica.

 

Transferí rápidamente sobre una repisa todo el contenido del acumulador, introduciendo en él sólo el brazo, pero cuando terminé, examiné el acumulador con la cabeza, que es mi zona más sensible; introduje por tanto la cabeza durante un instante pero tuve enseguida la sensación de haber sido golpeada por un martillo. Experimenté una grave sensación de presión y de vértigo y entendí que debía salir inmediatamente. En los cinco minutos siguientes hubo un sucesivo aumento de los síntomas siguientes: la sensación de vértigo se acentuó aún más y todo mi cuerpo se debilitó. Tenía la impresión de no estar dentro de mí, de no conseguir sentir si mis piernas se movían o no y si yo podía controlarlo. Mover las piernas y los brazos era para mí un esfuerzo tremendo.

 

Tenía la sensación de que todos mis movimientos eran lentos y yo debiera defenderme de la gravedad. Me sentía muy pesada. Cuando llegué al observatorio tenía la impresión de un desdoblamiento de personalidad como en la amnesia, y debía decirme repetidamente las cosas que debía hacer, por ejemplo quitarme las chanclas. Comencé a tener miedo y el miedo aumentó hasta convertirse en la más grave angustia de muerte que haya jamás experimentado. Esto era provocado por las siguientes sensaciones.


Una sensación de paro total, localizada en el cerebro y que asumía, en torno a los bulbos oculares y a los brazos el carácter de un tornillo metálico; me sentía además débil y como disociada del resto del cuerpo. Estaba semi-consciente, no conseguía ver con claridad, mi oído estaba confuso y las orejas me zumbaban. Conseguía engullir sólo con dificultad y tenía un pulso débil y lento (45-48 pulsaciones). Respirar me era dificultoso y tenía una tal sensación de vértigo que tenía que apoyarme en las paredes.

 

En aquel momento tenía el típico aspecto del shock: piel lívida y expresión angustiada, especialmente en los ojos, tenía la sensación de estar a punto de morir, de detenerme pura y simplemente. Recuerdo sólo vagamente algunas cosas que sucedieron cuando estaba en el observatorio y cuando estaba acostada. No me había desmayado nunca como a lo largo de mi vida. No experimentaba nauseas. Me pusieron en cama, airearon la habitación y me frotaron la cabeza y las extremidades con toallas frías. La recuperación duró casi una hora y se produjo a intervalos. Experimenté estados de angustia tres veces, pero la angustia desaparecía cuando me aseguraba, y cuando me daba cuenta de estar mejor no tuve más miedo de morir.


Mi pulso era débil y permaneció entre 48 y 50 pulsaciones durante una hora. Después se hizo más vigoroso. Los brazos eran pesados y los movimientos lentos, las sensaciones táctiles disminuidas e irregulares. Una recaída me produjo una sensación de grave presión en la cabeza y de entorpecimiento a lo largo del cuello, con dificultad de respiración o insensibilidad en la lengua. Cuando la crisis pasó me quedó una sensación de opresión en la cabeza.

 

Después mi rostro empezó a hormiguear y a iluminarse, mientras sentía una especie de ondas en la base del cerebro.


Dos horas después experimentaba aún una sensación de vértigo, sentándome en posición erecta. La detención de la función orgónica había sido sustituida por una viva sensación de calor, de hormigueo y de claridad. Entretanto el ritmo cardíaco había vuelto a 60-64.


A la edad de 5 años había tenido una grave difteria con síntomas bulbares y parálisis de las piernas".

Dos horas después de la primera crisis el pulso había vuelto a 64 y la actividad cardíaca se había normalizado. ¿qué había pasado? Evidentemente esto: cuando la doctora había introducido la cabeza en el acumulador no ventilado, la energía orgónica letal (DOR) la había golpeado duramente en su punto más débil de manera "específica, influenciando así el vago y el centro respiratorio de la "médula oblonga".

 

Este punto débil se había creado en ella por primera vez 21 años antes cuando había sufrido dé difteria con leves parálisis de los brazos y de las piernas y leves alteraciones de la funcionalidad bulbar. Un síndrome de síntomas mortales había por tanto permanecido de manera latente en ella durante 20 años hasta que la energía orgónica letal (DOR) la había reactivado de un modo tan peligroso.


La energía orgónica, en suma, había atacado como de costumbre su punto más débil de una manera específica. Estoy convencido que aquí está la respuesta a una gran esperanza para futuras y eficaces terapias de grandes enfermedades. Podemos confiadamente presumir que mediante ulteriores particularizados experimentos Oranur será posible apuntar la acción sanadora de la energía orgónica sobre cualquier punto débil de todas las funciones del organismo con la certeza de que la energía orgónica encontrará por sí misma el camino para llegar al órgano o al síntoma enfermo. El carácter peligroso de alguna de estas reacciones no debería asustarnos.

 

Aplicando la quimioterapia o la schockterapia, como el resto de la anestesia y en las operaciones más graves, ponemos en peligro en mayor medida la vida del paciente, sin estar por otro lado en grado de digerir en el organismo la acción del agente terapéutico. Ahora, por otro lado, el poder específico, autónomo y selectivo, de la energía orgónica combinada con una dosis bien estudiada y cuidadosamente aplicada nos permitiría alcanzar terapéuticamente cada punto del organismo, y, con toda probabilidad, en cualquier enfermedad.


Esta última afirmación exige sin embargo un examen cuidadoso de lo que significa realmente la expresión "fondo de la enfermedad" o "predisposición". No puede haber duda alguna, ya que henos adquirido una vasta experiencia en el tratamiento de la energía vital (bio-energía), sobre el hecho de que la predisposición a la enfermedad se está revelando como un fenómeno palpable y concreto, y precisamente como un conjunto de determinadas funciones y disfunciones orgonóticas bien definibles y controlables.

 

Me reservo el intentar una primera discusión teórica sobre estas implicaciones en una próxima exposición. El experimento Oranur de hecho ha producido una cosecha "demasiado rica" en datos de este punto de vista para que se pueda discutir inmediatamente.

 

Se necesitará tiempo para recoger sobre el campo experimental y para ordenar todo lo que valga la pena salvar para estudios y aplicaciones futuras.

 

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Interrupción del Experimento Oranur


Durante la segunda parte de febrero 1951, los investigadoras de Orgonón vivieron en un estado de suspense que se hizo insoportable cuando el grave ataque oranúrico ya descrito casi truncó la vida de la doctora encargada de los cobayas. Nos encontramos en un dilema que imponía contrastar inmediatas decisiones y que provocó una cierta confusión.

 

Debíamos advertir a la autoridad sanitaria de los Estados Unidos del peligro que parecía amenazarnos a nosotros y, quizás, a otras amplias zonas de los Estados Unidos orientales siempre que hubiésemos continuado el experimento Oranur en una escala más vasta. Advertimos por tanto a la autoridad sanitaria americana que, dado el peligro, habíamos decidido interrumpir el experimento Oranur.


Resumimos aquí brevemente las medidas adoptadas en esta fase:

  1. A nadie le fue consentido trabajar más de 5 minutos consecutivos en las proximidades de la fuente de la actividad oranúrica.

  2. Todos los aparatos de acumulación orgónica fueron completamente desmontados y sus paneles fueron repuestos para evitar que ni siquiera dos paneles se volviesen a encontrar cara a cara. La disposición paralela de dos paneles, de hecho, es suficiente para crear un fuerte campo energético OR.

  3. La sala metálica de acumulación orgónica fue completamente desmontada. La lámina metálica fue arrancada de las paredes, del techo y del suelo y conducida al exterior.

  4. Ya que el agua absorbe la energía orgónica, se aceptó la posibilidad de que absorbiese también a la energía oranúrica; las paredes de la sala del laboratorio y los acumuladores fueron por tanto lavados abundantemente con agua y jabón.

  5. Ya que la ventilación aligeraba los efectos oranúricos, la ventilación frecuente e intensa fue empleada siempre y cuando dichos efectos se manifestasen con mayor violencia.

  6. A todos los colaboradores se les aconsejó que desmontasen momentáneamente sus acumuladores orgónicos, permanecer bastante en el exterior y dormir con las ventanas completamente abiertas.

  7. Varios investigadores y un niño fueron alejados del observatorio durante muchos días y retornaron algunos días después del desmantelamiento de todos los aparatos de acumulación orgónica.

  8. Todo el material radioactivo fue encerrado en una caja fuerte con paredes de acero y cemento, de un espesor de l0 cm. y transportado a casi un Km. de distancia. Todo esto no se hizo porque el material radioactivo fuese en sí mismo peligroso, sino porque éste empujaba a la energía orgónica a la reacción oranúrica.

    En base a muchas observaciones subjetivas y objetivas debíamos presumir que la entera superficie de Orgonón (cerca de 130 hectáreas) tuviese continuamente un nivel de energía orgónica bastante más alto del de cualquier otra zona, dada la actividad orgónica que se había realizado ininterrumpidamente durante muchos años. También la presencia de muchos acumuladores orgónicos y de una sala de acumulación orgónica intensamente cargada debía ser tomada muy en serio.

  9. En fin, se decidió suspender por muchos meses cualquier experimento: esto era indispensable ya sea para ordenar los datos y las observaciones sin la presión continua de la afluencia de "nuevos" datos, ya sea para consentir que el organismo de todos los investigadores se recuperase. La Comisión Americana para la Energía Atómica (AEC) fue informada de nuestras decisiones.

  10. Las puntuaciones de fondo del observatorio volvieron a bajar de 50-80 CPM a una media de 30-40 CPM después de la adopción de estas medidas. Sin embargo las paredes de la sala de acumulación orgónica estaban aún "radiantes", a pesar del desmantelamiento de la cubierta metálica en mayo de 1951.

    Un control efectuado en la más completa oscuridad reveló aún el 26 de marzo de 1951 (es decir muchas semanas después de que los acumuladores de energía orgónica hubiesen sido desmontados), que las impresiones visibles ya no eran de un color gris azulado como de costumbre, sino que se difuminaban del rojo al violeta; síntoma indudable de un altísimo nivel de actividad orgónica.

Muchos problemas prácticos debían ser resueltos antes de afrontar las fundamentales implicaciones científicas del experimento Oranur.

 

Uno de los problemas más graves consistía en decidir la manera de explicar todo lo ocurrido a los órganos de seguridad de los Estados Unidos. El proceso oranúrico había revelado un poder letal.

 

Este poder, en manos de hombres malvados y sin escrúpulos habría podido acentuar la confusión de la tensísima atmósfera sociopolítica en que vivíamos. Por otro lado parecía ya imposible mantener el secreto sobre estos resultados. Los rumores sobre los efectos oranúricos estaban ya bastante difundidos. Muchos de nosotros pensábamos que comunicar a todos cada cosa hubiese sido la mejor vía de salvación para el mundo entero. En este caso al menos hubiesen habido también trabajadores "serios y responsables" que hubiesen perfeccionado para el bien de cada uno las facultades terapéuticas de Oranur. Era desagradable que en cualquier caso los efectos terapéuticos pudiesen ser obtenidos sólo con riesgos aún mortales, pero en este punto nadie podía poner algún remedio.


Mientras estos pensamientos tormentosos non ocupaban día y noche, mientras curábamos a nuestros enfermos, mientras pasábamos de un examen hematológico a otro, mientras examinábamos cualquier cosa con el mayor cuidado, preocupados por lo que los criminales políticos habrían podido hacer con el fruto de nuestras fatigas, comenzamos a ver un rayo de sol en aquel horizonte tempestuoso.


Después de pocos días del ataque que había puesto en peligro su vida, la doctora de quién se habló empezó a recuperarse en del modo más esperanzador. Sentía aún vértigos, tenía la impresión "de vagar a la deriva o de perder el equilibrio", se sentía aún "entorpecida" en la base del cerebro, pero sus ojos eran brillantes como nunca lo habían sido, su aspecto era mejor que el que presentaba antes de su crisis y ella presentaba una vitalidad íntegra con un mayor nivel de funcionalidad energética.

 

Un médico que había presentado graves reacciones (palidez y lividez), a los efectos oranúricos estaba ahora bronceado y vigoroso. Otra investigadora que anteriormente había sufrido de pesadez en los ojos, estaba ahora llena de vida y de alegría. Mi hijo que había estado enfermo de manera extraña, después de su vuelta al observatorio gozaba de óptima salud.

 

Yo mismo me sentía más vivo y más activo que nunca. No tenía necesidad de muchas horas de descanso y las ideas nacían y se coordinaban en mi mente con facilidad y sistematicidad. Me sentía vigoroso y lleno de brío.


Se hacía poco a poco cada vez más claro que la energía oranur podía transformarse en manos de gente pacífica, en una de las máximas fuerzas curativas jamás poseídas por la humanidad.


Oportunamente dosificada, bien aplicada y cuidadosamente controlada, esta fuerza habría traído a la superficie aún a las enfermedades latentes, curándolas si fuera posible. La energía oranur hubiese podido también inmunizar a la población de todo el mundo contra los efectos de las radiaciones nucleares, arrancando así de las manos de los malvados al arma exterminadora que controlan actualmente. Esta potencialidad existe indudablemente.

 

Hoy sabemos que Oranur ha realizado lo que la ciencia atómica había tan tenazmente intentado realizar y prometido de manera prematura; la utilización médica de la energía cósmica.


He aquí por tanto nuestra situación; teníamos en la mano la fuerza sanadora más potente que la humanidad hubiese conocido jamás, pero estábamos reducidos a la impotencia por la peste emocional prevaleciente en muchos estratos de la sociedad.

 

Y esta situación se hacía cada vez más complicada y peligrosa, ya sea por la población en general, ya sea por nosotros mismos, operadores responsables del experimento Oranur.

 

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Situación a finales de marzo de 1951- es decir quince semanas después del comienzo del experimento Oranur

  1. E1 laboratorio científico en el cual había sido realizado el experimento Oranur permaneció aún inutilizable, a pesar del desmantelamiento de la sala metálica de acumulación orgónica realizado a comienzos de Marzo. El 26 de marzo, se intentó ponerlo en marcha de manera provisional. El 8 de abril sus paredes estaban aún "radiantes" y el trabajo había sido interrumpido nuevamente en aquellos locales el 14 de abril. (1)


    (1) Hoy (agosto 1951) el laboratorio permanece aún radiante, pero puede ser de nuevo utilizado. La salud de los que trabajan en estos locales es regulada y controlada por exámenes orgónicos semanales. Próximamente se publicará un estudio particular sobre las reacciones oranúricas de carácter biofísico posteriores a abril de 1951.
     

  2. Todos los otros aparatos de acumulación orgónica sin excepción están desmontados y alejados de los edificios habitables. Solamente un nuevo acumulador orgónico dispuesto aisladamente al descubierto permanece todavía montado. Éste no ha estado jamás implicado en la producción de efectos oranúricos, pero contiene a su vez un acumulador con veinte múltiplos influenciado por Oranur.
     

  3. Es aún imposible volver a montar cualquiera de los acumuladores orgónicos que funcionaban antes del 5 de Enero de 1951. Estos son de hecho hoy bastante activos y señalan puntuaciones de fondo de dos a cuatro veces más altas que lo normal (l00 CPM o más ).
     

  4. La mayor parte de los que habíamos participado en el experimento Oranur volvimos a un estado de óptima salud. De tanto en tanto, sin embargo, algunos síntomas (malestar, náuseas, debilidad, y glóbulos rojos super-irradiados) volvían a producirse si los sujetos tenían contactos con aparatos implicados en el experimento Oranur.
     

  5. Algunos investigadores observaron que sus automóviles se hicieron "activos" después de haber sido aparcados, en el garaje cercano a los acumuladores orgónicos desmontados, pero anteriormente influenciados por los efectos oranúricos.
     

  6. Bisemanalmente, se hicieron exámenes hematológicos a los investigadores. La diferencia entre los vivaces cuadros hematológicos de las personas afectadas por la reacción oranúrica y aquellos de los nuevos investigadores son sobresalientes. Ninguna tendencia leucémica ha sido sin embargo descubierta durante las últimas dos o tres semanas en las diversas pruebas sanguíneas.
     

  7. Los edificios de Orgqn6n están todavía oranúricamente activos. La falta de una ventilación adecuada provoca inmediatamente subidas de las puntuaciones de fondo.
     

  8. En general, los investigadores están bien. Algunas personas lamentan la aparición esporádica de síntomas manifestados en ellos en periodos precedentes de su vida. Esto indica la potencialidad diagnóstica de Oranur.
     

  9. Repetir el experimento Oranur está actualmente fuera de discusión por falta de fondos y locales adecuados. También la salud de los investigadores debe ser tomada en consideración. Es dudoso que ellos soportasen otro violento ataque oranúrico. Debemos por tanto esperar hasta que podamos experimentar nuevamente las investigaciones Oranur, esta vez más preparados, más expertos y mejor equipados.
     

  10. Mientras que durante el curso del experimento Oranur todos los colaboradores habían desarrollado una acentuada aversión a utilizar sus propios acumuladores orgónicos, en los últimos tiempos se han recreado en la utilización de las radiaciones orgónicas.
    Algunos investigadores que no habían padecido ni siquiera un resfriado desde hacía muchos años gracias a la utilización regular del acumulador orgónico han vuelto a tener ligeros resfriados cuando el tiempo era malo y han sentido nuevamente la necesidad de las radiaciones orgónicas.
     

  11. Los acumuladores influenciados por Oranur, que deben de ser mantenidos constantemente fuera de cualquier edificio habitado, son particularmente eficaces para combatir las leves enfermedades de resfriamientos cuando se manifiestan localmente en la nariz y en las fosas nasales. Pocos minutos de radiación han bastado para interrumpir la producción y el fluido mucoso.

Todas estas nuevas experiencias naturalmente, deben ser controladas y perfeccionadas sobre una escala más vasta. Esto exigirá muchos años y mucho dinero.

 

Las particularidades y las repercusiones del primer experimento Oranur están obviamente todavía oscuras en su mayor parte. Serían necesarios años de trabajo y abundantes fondos para recoger y ordenar teóricamente los datos sobre loe procesos reales producidos por el choque dramático entre la energía orgónica y la energía atómica. Como se ha dicho repetidamente en ocasiones anteriores, el trabajo con Oranur está lleno de peligros para el personal investigador y no existe protección alguna contra la mortal super-irradiación oranúrica, salvo excepción de cuidadas dosificaciones.

 

Los instrumentos protectores elaborados en relación al tratamiento de la energía atómica no son aplicables dado que tanto la energía orgónica y la reacción oranúrica penetran en cualquier sitio. Esto representa un obstáculo grave, y actualmente irresoluble, en vías de una detallada elaboración de los problemas a resolver.

 

Después de que al inicio de febrero de 1951, el experimento Oranur fue interrumpido y después de que los exámenes hematológicos Reich han demostrado cómo todos los colaboradores retornaron a una funcionalidad normal, se cumplieron diversos intentos para responder a las siguientes preguntas:

  • ¿Había desaparecido el efecto DOR?

  • ¿Éste desaparearía de los instrumentos atacados por Oranur, y, en caso afirmativo, con qué velocidad?

  • ¿O quizás el proceso oranur hubiese continuado indefinidamente?

Responder a estas preguntas ha sido imposible hasta ahora y lo sigue siendo.


Hemos sin embargo intentado esclarecer el estado de los hechos volviendo a llevar al observatorio uno o dos pequeños acumuladores orgónicos, de 30 cm. de lado, que habían sido influenciados por Oranur. Repetimos esta operación muchas veces y cada vez la puntuación de fondo en los locales del observatorio osciló alrededor de 80 CPM y a 0,02 MR/H o más, apenas los instrumentos influenciados por Oranur permanecieron en el mismo local el espacio de una hora. Estas reacciones geiger desaparecían nuevamente apenas el acumulador oranurizado era llevado al exterior: los indicadores bajaban rápidamente a 30 CPM y a 0,008 MR/H.


Una noche, un pequeño irradiador orgónico fue llevado a un dormitorio para curar un corte en un dedo. Éste fue olvidado y durante la noche la persona que dormía en aquella habitación se despertó con la garganta seca, mucha sed y la sensación de que faltaba oxígeno en el aire. El irradiador fue inmediatamente alejado y los síntomas desaparecieron.


Mientras estoy escribiendo, es decir hacia la mitad de abril de 1951, el vasto laboratorio en cuya sala de acumulación orgónica con alta carga y con paredes metálicas había sido realizado el primer experimento Oranur, permanecía todavía inutilizado. Es decir, a pesar del hecho de que la lámina metálica hubiese sido arrancada de las paredes, del techo y del suelo, esto es, a pesar del desmantelamiento del mecanismo de acumulación. Las paredes de cemento están aún ligeramente "radiantes" y algunos investigadores advierten malestares cuando trabajan en la sala de laboratorio. Otros en cambio no se sienten demasiado bien cuando trabajan en la antecámara de la sala de acumulación orgónica.


¿Se podrá utilizar el edificio del laboratorio para sus funciones originarias? Y, en caso afirmativo, ¿cuando será posible?


Se les pidió que trabajasen sólo 1 h. o 2 como máximo de manera continuada y después salir a "tomar aire".


La doctora que había estado a punto de fallecer al introducir la cabeza en el acumulador oranurizado se recuperó totalmente. La "epidemia de gripe" que afectó sobre todo a Nueva England durante este periodo, afectando a casi todos los hogares, dejó intacto a Orgonon. Nadie en Orgonon tuvo síntomas similares a la gripe manifestada en la cercana población, donde la gente había permanecido en cama en su mayoría y durante bastantes semanas.


Exámenes hematológicos se realizaron sobre cada persona participante en el experimento Oranur de manera bisemanal. Los centros rojos de los eritrocitos -síntoma indudable de super-irradiación- habían desaparecido.


Las estructuras orgónicas de los glóbulos rojos tenían aún un aspecto particular al que nosotros llamábamos "nublado" y el cuadro eritrocítico general era aún totalmente diferente de aquél que presentaban las personas que llegaban a Orgonon de Nueva York o de Filadelfia.

 

Estos problemas serán tratados de una manera extensa más adelante; éstos, sin embargo, debían ser mencionados brevemente también aquí.

 

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Morbo oranúrico y efectos de los rayos X


Es necesario distinguir los aspectos medidos del proceso Oranur de los efectos físicos y dedicar un informe particular a este importante argumento. La cosecha de las observaciones médicas era demasiado rica y es todavía demasiado confusa para sor discutida de una manera exhaustiva desde este momento. Sin embargo, parece indispensable mencionar en este informe algunos datos sobre los efectos de los "rayos X" sobre la energía orgónica, a fin de evitar daños inútiles a las personas que trabajan con ésta y con aquellos.


El hecho sobre el que me dispongo a hablar puede servir de una manera óptima para ilustrar esta cuestión.


A finales de abril de 1951, uno de nuestros médicos orgonomistas vino a pedirme ayuda. Él vivía y trabajaba en Nueva York a una distancia de 800 Km. de Orgonon y del experimento Oranur. No había estado jamás en Orgonon salvo durante una breve visita de un sólo día, durante diciembre de 1950. No había estado jamás, por tanto, en contacto con ninguno de los instrumentos o dé los aparatos experimentales que habían sido utilizados en relación al experimento Oranur.

 

Cuando llegó a Orgonon me pareció bastante enfermo a primera vista. El color del rostro lívido, estaba alterado de manera negativa; los ojos estaban inflamados y desde hacía dos meses el paciente experimentaba náuseas. Sus fuerzas parecían menguar, se lamentaba de una continua debilidad, una sed violenta, una sensación de malestar y de debilidad y de una grave presión en el segmento diafragmático.

 

Un cuidadoso examen orgonómico no pudo revelar ninguna causa específica de estos graves síntomas. Conocía a aquel médico bastante bien, ya que había sido instruido por mi varios años antes. Esperaba encontrarme en el segmento diafragmático algún bloqueo "acorazante" que pudiese explicar la gravedad de su estado. No conseguí descubrir ninguna limitación de su motilidad bio-energética. Todo el cuerpo estaba desbloqueado, no se distinguían bloqueos. El caso parecía incomprensible.


De ulteriores investigaciones resultó que él había construido muchas "mantas orgonizantes" dentro de sus medidas preventivas para la defensa civil antinuclear.
Estas mantas orgonizantes no habían estado jamás en Orgonon, y además no habían estado jamás en contacto con ningún material oranurizado. Esto no hacía más que complicar el problema.

 

¿Era posible que aquellas mantas orgonizantes, fabricadas con red metálica en lugar de con láminas metálicas, produjesen un tipo distinto y nocivo de radiación orgónica? El hecho parecía del todo improbable.

 

De una ulterior investigación resultó que, a bastantes locales de distancia de su despacho, en el estudio de otro médico, había un aparato de rayos X. Aquí encontramos la respuesta a nuestro problema. Nuestro orgonomista había sufrido durante todo este tiempo de "morbo oranúrico". Sus síntomas eran idénticos a los que habíamos observado de manera dramática en Orgonon. Se realizó inmediatamente un examen hematológico que corroboró esta conclusión: La sangre del paciente presentaba un aumento de leucocitos, una excesiva carga orgónica en los glóbulos rojos y el cuadro típico de desintegración eritrocítica de carácter leucémico.


Se le aconsejó al paciente retirar inmediatamente, al volver a su sede, todos los aparatos de acumulación orgónica, ventilar abundantemente las habitaciones de su estudio, beber mucha agua y tomar baños frecuentes y prolongados.


Era obvio que los rayos X habían tenido sobre la atmósfera con un alto grado de concentración orgónica de su estudio el mismo efecto que el radium había tenido en Orgonon.


Muchos años antes, en los primeros "anos 40", había atravesado sin darme cuenta de lo que estaba sucediendo una situación análoga. Había tenido en mi estudio de Forest Hills un aparato de rayos X que se usaba sobre todo para estudiar la inmovilización diafragmática de los pacienten y para fotografiar los campos de energía orgónica de diversos organismos.


Durante aquellos años me había sentido débil, con frecuentes náuseas, sediento y en general cansado. El aparato de rayos X fue vendido y ahora entiendo porqué comencé a sentirme mejor después de su alejamiento. El edificio de Forest Hill estaba evidentemente sobrecargado de energía orgónica desde hacía muchos años. Había sufrido de "morbo oranúrico" sin darme cuenta, adquiriendo sin embargo una cierta inmunización contra los efectos del experimento Oranur de 1951: de todos los investigadores presentes en Orgonon, de hecho, era el que había sufrido menos.


Hoy, por tanto, podemos suponer con cierta seguridad que los daños inflingidos notablemente a los pacientes de la Roetgen-terapia sean verdaderos y propios efectos oranúricos iniciales.


Luché siempre en contra de la simultánea aplicación en los pacientes cancerosos de la energía orgónica y de los rayos X. Se trataba de una de esas conjeturas justificadas por la experiencia: Había visto a menudo que los cancerosos tratados con la energía orgónica empeoraban más rápidamente cuando, al mismo tiempo, se les sometía a la Rontgen-terapia, Ahora, de hecho, el resultado era claramente comprensible: la orgonterapia aumenta la carga energética del organismo y la reacción de este último a los rayos X es más fuerte. Los rayos X, por otro lado, dañaban siempre el sistema sanguíneo y producían, de manera independiente a la energía orgónica, una sensación de malestar y un decaimiento físico general.

 

Esto es atribuible al hecho de que la energía orgónica organísmica reacciona con efectos oranúricos a la Roetgen-terapia. Esta conclusión en hoy por hoy bastante segura, aunque esto pueda fastidiar al Roetgen-terapeuta. Los orgonomistas, sin embargo, están desde hace mucho tiempo habituados a perjudicar a mucha gente de diversas maneras, esto es hoy en día inevitable para cualquier tipo de descubrimiento fundamental.

 

Concluyendo este breve informe aconsejaría no usar altas concentraciones de energía orgónica y no habitar bajo atmósferas intensamente orgonizadas si se efectúa en dichos lugares cualquier clase de Roetgen-terapia, de radioterapia o de análogas terapias. Es indispensable que todos los médicos que curan a sus pacientes con la energía orgónica se aseguren de que tal energía no se ponga en contacto con radiaciones nucleares.


Las consecuencias importantes de estas correlaciones con fines a la comprensión de las enfermedades ocasionadas por las explosiones atómicas de Hiroshima, de la particular radioactividad de la vida marina que se descubrió años después de la explosión de Bikini, de los daños sufridos por las personas que trabajaban con energía nuclear en proximidad de depósitos de láminas de acero, etc. deberían ser analizados con atención y realizar estudios ulteriores sobre todas las situaciones análogas a las del experimento Oranur.

 

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Del diario: 12 abril - 30 abril 1951

El doce de abril de 1951 nos llevamos una nueva sorpresa; ésta fue debida a nuestro rechazo a aceptar integralmente y sin excitaciones las consecuencias teóricas de los principios orgonómicos fundamentales. Como había hecho a menudo antes, a pesan de adentrarme en lo desconocido había permanecido anclado a las ideas prevalecientes en las esferas científicas.

 

Por ejemplo durante mucho tiempo después del descubrimiento, llevado a cabo en 1936, de la energía vital en las vesículas energéticas continué presentando las funciones emocionales bio-energéticas de la epidermis en términos de "bio-electricidad" (1937). Este error debía sin embargo ser corregido rápidamente si se querían conseguir ulteriores progresos. Análogamente, me adherí a las nociones comúnmente aceptadas en materia de radiación nuclear, cuando separé las fuentes radioactivas de las concentraciones de energía orgónica.

 

Como recordará el lector, repuse los dos miligramos de radium en una caja fuerte situada en un edificio vacío a casi cuatrocientos metros de distancia del laboratorio científico experimental cerrando cada miligramo de radium en su estuche de plomo, espesor de 12 mm. La caja fuerte que contenía los estuches tenía a su vez, paredes de acero y cemento de un espesor de 10 cm.

 

Según la teoría nuclear de la radiación, un espesor complejo de acero y cemento de unos 12 cm. habría sido perfectamente suficiente para parar la actividad de dos miligramos de radium y pocos microgramos de otras fuentes radioactivas. Así estaban las cosas según los principios aceptados de la radiación nuclear, y yo no me preocupé más del material nuclear puesto en un punto tan lejano y bajo tan pesada protección.

 

Querría subrayar una vez más que una eventual amenaza no debe ser atribuida a estos pequeños cuantitativos de material radioactivo, paro sí a los efectos irritantes que éstos pueden tener sobre la energía orgónica altamente concentrada. Ahora en el chalet de verano no había ningún aparato para la acumulación orgónica, salvo la misma caja fuerte de cemento. Había descuidado este último elemento cometiendo un grave error que en condiciones ligeramente diversas, habría podido ser muy peligroso. La propia caja fuerte contenedora de la fuente radioactiva hacía a su vez de acumulador de energía orgónica.

 

Fue el 12 de abril de 1951, después de que la nieve se disolviera y bajáramos al chalet deshabitado llevando con nosotros el contador Geiser cuando descubrimos que el experimento Oranur había continuado de manera ininterrumpida de febrero en adelante. La tabla siguiente da una idea de los efectos oranúricos que aparecieron aquel mismo día y el día siguiente en los cuadrantes del contador Geiger del tipo "Tracerlab SU-5 Beta Gamma Survey Meter".

 

(Poner aquí cuadro pagina 485.)

Estos resultados eran impresionantes. La puntuación de fondo en la cabaña del guardián, a unos 200 m. de distancia, resultó de unos 10 CPM, es decir algo normal para Orgonon.


Era incomprensible el que la puntuación en la carretera, es decir a una distancia variable entre los 30 y los 200 m., fuese más alta de la del ingreso principal, a 9 m. de distancia de la fuente radioactiva. Por otro lado los 20.000 CPM de las paredes de acero y cemento de la caja fuerte parecían una puntuación desorbitada.
 

Un médico que me acompañaba y yo mismo advertimos súbitamente y de forma intensa los efectos oranúricos: malestar, sensación de opresión, etc. Al día siguiente el médico tenía un mal aspecto. Teníamos miedo de abrir la caja fuerte, sensibilizados por lo sucedido a la doctora quo introdujo la cabeza en el acumulador orgónico oranurizado. Hundir pura y simplemente la caja fuerte en el lago no parecía aconsejable, dado que la actividad oranúrica habría con toda probabilidad contaminado el lago.

 

Enterrarla en el terreno parecía también desaconsejable ya que la energía OR habría continuado, por cuanto sabemos, a operar en el subsuelo. El mismo chalet nos parecía inutilizable. No podíamos asumir toda la responsabilidad de la situación. Era indispensable recurrir a la ayuda de la autoridad federal y del Estado de Maine. A continuación el guardián nos dijo que padeció dolores en el tórax cuando, cuatro semanas antes, fue a abastecer de alimentos el frigorífico situado en el chalet, a unos diez metros de distancia de la fuente radioactiva protegida.


El 13 de abril pusimos cobayas de distintos grupos (cancerosos, leucémicos, sanos y neonatos) en la habitación que hospedaba a la caja fuerte. Los cobayas permanecieron cercanos a la misma caja fuerte; y hasta el 14 de abril su salud resultó óptima. Al día siguiente, 15 de abril (domingo) se efectuó otro cuidadoso control en la zona.

 

Estos son los resultados de las investigaciones:

 

Poner aquí cuadro de la pagina 486.

 

20.000 CPM y 10-20 MR/H en las paredes exteriores de la caja fuerte, hecha de acero y de cemento y de un espesor de 10 cm., parecía una puntuación realmente enorme para dos miligramos de radium situados a 50 cm de distancia dentro de la misma caja fuerte y protegidos a su vez por un espesor de unos 12 mm. de plomo. Igual de alta nos parecía la puntuación de 400 CPM, medidos en el exterior con el contador extraído de su caja y a una distancia de 15-45 m. del chalet.


Pero lo que realmente nos sorprendió fue el hecho de que los cobayas permaneciesen sanos después de haber estado durante 56 h. en las cercanías de la caja fuerte. ¿Tendrían alguna defensa contra la radioactividad nuclear?


¿O quizá la energía orgónica había sido capaz de neutralizar completamente la radioactividad nuclear ? ¿si no, como se explicaría el óptimo estado de los cobayas?.


La idea de haber alcanzado el objetivo originario de nuestro experimento Oranur nos atravesó la mente como un rayo. Quizás... puede....


Si esta hipótesis hubiese superado más adelante los controles más severos, el proceso oranúrico hubiese estado constituido por varias fases.

  • PRIMERA FASE:
    En su inicios las radiaciones nucleares perjudicaban a la energía orgónica de una manera extremadamente grave. La energía orgónica atmosférica y organísmica reacciona al repentino, e inesperado ataque de las radiaciones nucleares reduciéndose a un estado de postración, de decline o, sicológicamente hablando, de desconsuelo.
     

  • SEGUNDA FASE:
    Si consigue superar el primer golpe de las reacciones nucleares, la energía OR contraataca furiosamente. Por así decirlo enloquece, se desencadena: en el intento de destruir las radiaciones nucleares que la irritan se convierte ella misma en exterminadora. En esta lucha la energía orgónica degenera en un enemigo mortal del organismo que ella misma gobierna: es el morbo oranúrico, continuado por la muerte o por cualquier enfermedad crónica destructiva, como por ejemplo la leucemia. Desde este punto de vista, el sistema sanguíneo es la parte más sensible del organismo.
     

  • TERCERA FASE:
    Si la energía orgónica tiene la posibilidad de continuar la lucha contra las radiaciones nucleares, si consigue asegurarse refuerzos de una nueva energía orgónica atmosférica suficiente como para garantizarle el control de la situación, ésta, conseguirá finalmente volver inocuas a las radiaciones nucleares. Ésta sustituye por tanto la actividad secundaria nociva de las radiaciones nucleares penetrando en el material radioactivo y sometiéndolo a su servicio.

     

    En esta tercera fase no tenemos nada que hacer con las radiaciones nucleares, por tanto, pero sí con referencia a la energía orgónica penetrada en el material radioactivo precedentemente activo. Por este motivo la propiedad de material radioactivo transformado presentó todos los signos de la energía orgónica: penetración de todas las protecciones independientemente de su constitución o de su espesor, altas puntuaciones de fondo, pero, al mismo tiempo, ausencia de cualquier aspecto dañino sobre los organismos.

Evidentemente era el fenómeno con el que estuvimos trabajando durante los últimos años, cuando los pequeños cuantitativos de material radioactivo habían inicialmente irritado a la energía orgónica, pero fueron, al final, transformados en material inocuo por tanto "activismo", en material, es decir, que perdió su propiedad de "ionización" y su poder de perjudicar a los tejidos vivientes.

 

Era por esto, es decir, por que nos encontrábamos en esta tercera fase, que estábamos bien aún en las cercanías de una actividad de l0 MR/H; y por lo que los cobayas habían permanecido inmunes y que advirtieron sólo de manera leve los efectos oranúricos.


El 23 de abril de 1951, es decir 12 días después de haber sido puesto en las cercanías de la caja fuerte, todos los cobayas estaban perfectamente bien.
Tal inmunidad al Oranur, sin embargo, exigía en todos los casos la superación preventiva de la peligrosísima primera y segunda fase.

 

El organismo es una unidad funcional extremadamente adaptable, si no es abatido por las primeras dos fases, si se le ha dado alguna posibilidad (con una adecuada cantidad de tiempo y de nueva energía orgónica) de adaptar las propias reacciones orgónicas a la actividad de las radiaciones nucleares, éste finalmente contraataca vigorosamente y deja de ser vulnerable a las radiaciones nucleares o a las radiaciones secundarias.


Esta constatación representaba ahora una sólida base para avanzar ulteriormente hacia el objetivo originario del proyecto Oranur, esto es la inmunización contra los efectos de la bomba atómica. La realización práctica y concreta de este objetivo nos parece aún demasiado lejana; sin embargo el camino a recorrer está claramente indicado y trazado. El principal trabajo exploratorio ha sido realizado; y los principales puntos peligrosos (la primera y la segunda fase oranúrica) han sido individualizados; los síntomas principales de estas fases intermedias han sido determinados.

 

Además de la primera y la segunda fase, está también claramente trazada la tercera fase, es decir la de la derrota de las radiaciones nucleares y de la victoria de la energía orgónica.
 

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El problema había sido sustancialmente resuelto


Su acabado concernía a la población y a sus representantes, a Los entes sanitarios, a la Comisión Americana para la Energía Atómica, al gobierno estadounidense, a las Naciones Unidas, a la medicina y a la física.


Examinamos ahora cuidadosamente cuanto acaeció parangonando algunos resultados, que, tomados separadamente, parecían absurdos, pero yuxtapuestos como las piezas de un rompecabezas revelaban la dinámica secreta de todo el proceso.


El altísimo nivel de radioactividad en las cercanías de la caja fuerte cerrada (diez MR/H y 20-30 mil CPM) provenía aparentemente de una fuente radioactiva formada por dos agujas de radium de un miligramo cada una, protegidas con plomo, y con pocos microgramos de otro material nuclear, todo encerrado entre paredes de acero y cemento de un espesor de 10 cm.

 

Partiendo de esta observación, hubiésemos debido esperar que el material radioactivo, medido al desnudo, es decir sin protección, y a 1 cm. de distancia y con un contador aproximadamente más sensible, presentase niveles de radioactividad más altos.


Abrí yo mismo la caja fuerte, llevando una máscara húmeda sobre la boca y la nariz, y usando pinzas maniobrables a distancia para sacar de la caja fuerte el material radioactivo. Antes de extraer el radium medí la radioactividad del espacio interior de la caja fuerte (40 x 40 x 50 cm.). Lan puntuaciones eran tan altas que la aguja del contador Geiger superó el final de la escala.

 

A una distancia de 40-50 cm. de la fuente radioactiva protegida en el interior de la caja fuerte había bastante más de 20 MR/H y de 100/1000 CPM. Extraje el material radioactivo, lo transporté a muchos metros de distancia y volví a medir el interior de la caja fuerte. La radioactividad bajó casi inmediatamente a un nivel del 50 % apenas superior a la normal puntuación de 30-50 CPM.

 

Cualquier físico escéptico que hubiese presenciado esa operación habría dicho sin duda triunfalmente:

"Te lo dije: tu Oranur es solo una ilusión. Las radiaciones nucleares no pueden ser transformadas de la nada. Olvídalo... El motivo de la alta radioactividad en el exterior de la caja fuerte es el material radioactivo contenido en la misma caja fuerte".

Y al buen sentido común esto le hubiese parecido una actitud justa.

 

Los altos niveles de radioactividad en el interior de la caja fuerte habían efectivamente desaparecido después de la destitución de la fuente radioactiva. Y quizás mi opositor no hubiese podido explicar cómo más allá de una protección de doce milímetros de plomo y de 10 cm. de acero y cemento, los contadores Geiger fuesen aún tan altos (solo la mitad, en MR/H, de los registrados en el interior de la caja fuerte) a 10 cm. de distancia de la custodia de dos agujas de radium de un solo miligramo.


Todo esto que expongo nos debería enseñar que el buen sentido, por sí mismo, no basta; que no se puede juzgar una función tan fundamental como la orgónica, desde el punto de vista de la teoría atómica; y que es necesario decidirse a comenzar a pensar en términos "cósmicos" si se quieren entender los procesos oranúricos.


Transportamos rápidamente en automóvil, al observatorio en la colina el material radioactivo. Éste fue extraído inmediatamente de la protección y medido con el grande "Autoscaler Tracerlab 4096 ", operante en una tensión de 1200 voltios y con un tubo de relevación dotado de una ventana en mica de un espesor de 2,3 mg. por centímetro cuadrado, en lugar del normal contador Geiger SU5 Survey Meter con tubo y ventana en mica de un espesor de 30 mg. por cm2 .

 

He aquí sinópticamente los resultados:

 

Poner aquí cuadro pag. 491-492.
 

Así para alegría de todos los presentes y para descrédito de todas las consagradas teorías sobre la radiación nuclear, la misma fuente radioactiva que debía presumiblemente, a través de la protección de plomo y a 40 cm. de distancia, hacer oscilar al contador Geiger a 100.000 CPM, no conseguía producir más de 30.000 CPM medida desnuda, a 1/40 de la distancia susodicha y con un contador al menos 10 veces más sensible.


Conseguimos nuestro resultado. Éste estaba ahí, delante de nuestros ojos.


Faltaba sin embargo entender que es lo que hacía, si no era la fuente radioactiva, que la puntuación del contador Geiser oscilara tan alta en el interior y al exterior de la caja fuerte. No podía tratarse más que de la energía orgónica atmosférica que rodeaba a la fuente protegida, la caja fuerte, así como el edificio que contenía a ésta, hasta una distancia de l80m, a lo largo del chalet.


Puse todo el material radioactivo en el interior del gran acumulador instalado en el exterior después de haberlo repuesto en el acumulador a 20 múltiplos. Éste fue dejado hasta el día siguiente, cuando fue retirado porque se había producido una nueva y violenta reacción.


Muchos días después los dos miligramos de radium de la protección fueron transportados al observatorio donde se midieron con el "Autoscaler" tanto desnudos como dentro de su protección. Los resultados están reflejados en la tabla a final de la página.


Antes de proceder ulteriormente, ponemos nuevamente en relación los hechos con sus conexiones y no de manera singular:

  • Primero. El material radioactivo desnudo dio una puntuación mucho más baja (alrededor de 1/10 de la que dio el mismo material protegido con plomo.
     

  • Segundo. La puntuación décuplo presentada por la atmósfera que rodeaba al material radioactivo protegido es una función de la lucha de la energía orgónica contra las radiaciones nucleares.
     

  • Tercero. Nada más surge la interrupción de la interacción entre la energía orgónica y la radiación nuclear, la alta actividad orgónica desciende al nivel normal atmosférico.
     

  • Cuarto. La energía orgónica por sí misma no reacciona violentamente, a menos que no sea irritada por la radiación nuclear,
    Poner aquí gráfica página 493.

La reacción Oranur se volvió a presentar de una manera intensa cuando el material radioactivo fue nuevamente introducido en el acumulador grande, sin “la caja fuerte". Las puntuaciones subieron hasta 2.000 CPM "en el exterior" del acumulador. El aire empezó a volverse pesado y sentimos nuevamente los típicos síntomas oranúricos (malestar, náuseas, sensación de opresión) que antes habíamos "experimentado ligeramente" viceversa, estando en las cercanías de la caja fuerte. Esto nos dio un indicio para ulteriores deducciones.

 

Helas aquí.

“Evidentemente, cuando el material radioactivo se encontraba dentro de la pesada caja fuerte de cemento y acero, la energía orgónica (que penetra por todas partes) conseguía entrar ágilmente EN LA caja fuerte, mientras la radioactividad no conseguía salir DE LA caja fuerte".

La suerte de la batalla de la energía orgónica contra la energía nuclear se volvía así a favor de la primera y contra la segunda. Por otro lado, cuando el material radioactivo no estaba lo suficientemente protegido, esto daba por otro lado la posibilidad de irritar y de llevar a la energía orgónica a reacciones del tipo DOR.

 

Este era el motivo por el cual no habíamos experimentado ningún malestar en las cercanías de la caja fuerte, mientras que sí lo sentíamos de manera inmediata y grave en las cercanías del acumulador, aparecía ahora claro cómo, para reducir los efectos DOR, era necesario poner el material radioactivo, pesadamente protegido y por tanto aislado en el acumulador orgónico. La energía orgónica consiguió atacar a las radiaciones nucleares mientras que éstas no pudieron atacar a la energía orgónica.

 

Decidimos inmediatamente construir un recipiente para la caja fuerte, volver a poner e1 material radioactivo en la caja fuerte y poner la caja fuerte contenedora del material radioactivo en las cercanías del acumulador orgónico. Si no nos equivocábamos, esto hubiese garantizado la reproducción del efecto Oranur "sin" el efecto DOR.


La elaboración ulterior de este problema debe esperar hasta que se efectúe la "segunda" serie de experimentos oranur.


Merece la pena que recordemos un experimento de control que dio resultados singulares.


Ordenamos a Nueva York un tercer miligramo de radium, haciendo medir la radioactividad antes de su traslado a Orgonon. Los resultados de la medida realizada en un laboratorio atómico de Nueva York, fue para este miligramo de radium, la siguiente:

  • Desnudo: alrededor de l6.000 CPM.

  • Envuelto en una protección de plomo de 12 mm.: alrededor de 7.000 CPM.

Medimos la misma fuente radioactiva dentro de una pasada protección de plomo "inmediatamente" después de su llegada a Orgonon. El resultado fue de alrededor de 300.000 CPM con el "autoscaler" y de alrededor de l00.000 CPM con el "Survey Meter SU5". ¿El efecto oranur opera por tanto instantáneamente, quintuplicando o hasta ventuplicando las puntuaciones de base?. Ulteriores observaciones contestarán a esta pregunta.


La conclusión sin embargo, parece segura: es la energía orgónica de la atmósfera circundante al material radioactivo la que reacciona en el contador Geiger. Así como es la energía orgónica organísmica del interior de los cuerpos vivientes la que continua reaccionando durante meses y hasta años contra el material radioactivo.

 

De aquí la radioactividad bio-energética, de aquí las radiopatías.
 

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Prospectivas


Todos sentimos haber atravesado una experiencia terrible y mortalmente peligrosa que en su totalidad no conseguimos comprenderla del todo, nos llevó a grandes profundidades, a una esfera hasta ahora inexplorada de la funcionalidad cósmica. No obstante las muchas y evidentes pruebas físicas, observadas y medidas con instrumentos de precisión, a pesar de nuestra profunda antipatía hacia cualquier clase de pensamiento metafísico, no pudimos evitar impresionarnos por las implicaciones "psicológicas" de estas experiencias.

 

Es aún demasiado precoz adentrarnos aquí en estas particularidades; sin embargo queremos explicar al menos en una cierta medida el hecho de que el primer experimento Oranur no sólo había confirmado la antítesis fundamental entre la energía orgónica y la energía nuclear, corno había previsto ya años antes, sino que había sacado a colación muchos asuntos aparentemente insignificantes acerca de las funciones de la energía orgónica cósmica (como por ejemplo, su comportamiento "inteligente", que la distinguía de cualquier función puramente mecánica, como la electricidad o el magnetismo).

 

Nos damos perfectamente cuenta del peligro de que se insinúe, en este punto, cualquier arbitraria interpretación de tipo mistificante. Sin embargo, si millones de personas han creído y vivido durante milenios en el ámbito de creencias metafísicas, creyendo firmemente en un "Prana" o en cualquier cosa similar, en todo esto debe de haber algo de cierto.

 

Y esta verdad parecía querer revelarse ante nosotros de una manera urgente.

"Si el misticismo y la metafísica están basados en una percepción irracional de la energía cósmica que está en el interior y en el exterior del organismo, es lógico esperar que esta energía en sus manifestaciones verdaderamente físicas presente funciones que se asemejen a, o estén en la base de, todas las funciones conectadas a la vida y a las emociones".

Este hecho no era nuevo para mí. Durante muchos años de observación en la esfera de las funciones orgónicas puramente físicas sobre las manifestaciones operativas de las funciones psíquicas, y, encuadrándolas lógicamente en la estructura de nuestro trabajo sobre la Energía Vital, estas analogías continuamente nos habían sorprendido.

 

Se coja, por ejemplo, la contracción de la energía orgónica en el agua biónica en vías de congelamiento. Un animal en vías de congelamiento se comporta exactamente de la misma manera.

 

O se coja por ejemplo el tipo de comportamiento fluido, "funcional", no mecánico de todas - se consideran, todas - las funciones orgónicas:

  • de la descarga espontánea de los electroscopios orgónicamente cargados

  • al comportamiento fluctuante, hasta ordenado, de las diferencias orgonóticas de temperatura en relación a los cambios fluidos y no mecánicos, poro ordenados, del tiempo

  • a la fusión de los biones primordiales, que demuestra tan claramente la base y la naturaleza física de la fusión organísmica durante la cópula

  • a los movimientos casi vivos, "significativos" y "divertidos" de las pequeñas vesículas energéticas observables con un microscopio de gran aumento, y a muchos otros fenómenos análogos que tienen en común una única cosa

  • es decir el ser cualitativamente similares a las más elevadas funciones de los organismos vivientes y de la mente

Es evidente el motivo por el que el observador de estas fundamentales funciones de la naturaleza que no esté adecuadamente preparado para la comprensión de las emociones bio-energéticas, no pueda entender lo que está observando.

 

Viceversa, el observador bio-energéticamente preparado, que por su misma y cotidiana actividad profesional está habituado a ver y a juzgar los movimientos emocionales y la expresión bio-energética, comprendiendo el significado sin que el paciente abra la boca, conseguirá fácilmente y frecuentemente antes de aferrar las funciones físicas, a entender el "significado" de estos microscópicos fenómenos orgonóticos.

 

Para el técnico de la física mecanicista la observación de las funciones físicas de la naturaleza se ha escindido de las manifestaciones emocionales dando lugar a dos categorías: por un lado, "la física ", por el otro "el misticismo" o la "religiosidad". Por el contrario, en el orgonomista bien preparado estas dos maneras de experimentación de la naturaleza, por otro lado de tanto contraste entre ellas, están unidas en un único cuadro.

 

Para él, lo que es "físico" no excluye ni contradice al "significado", como el cuantitativo no excluye ni contradice al cualitativo. Nos damos cuenta que estos problemas son de una profunda importancia naturalista. "Los confines netos entre la física y la susodicha metafísica han sucumbido." La intuición metafísica tiene una base física: "Dios" y "éter" son una "única" cosa.

 

Cuando un orgonomista teóricamente bien preparado (esto es preparado no sólo en el campo "físico", sino en el bioenergético también, lo que es verdaderamente extraño) dispone de muchas tentativas de conciliación entre la concepción física de universo, que gobierna el pensamiento de la civilización occidental, y la concepción mística, "estética" del universo, que gobierna el pensamiento oriental; cuando sigue los esfuerzos por conciliar la objetividad de la ciencia occidental con la subjetividad de las filosofías religiosas orientales, él tiene que tener necesariamente presente el comportamiento de los biones, de una carga electroscópica, de una preparación biónica acuosa congelada con su contraído núcleo amarillo del que derivan los filamentos plasmáticos vivientes, no puede dejar de sentir espanto al pensar en la unidad de la "acción física" y del "significado emocional de los efectos oranúricos".


Nuevaton y Goethe, con sus respectivas concepciones físicas del mundo, no aparecen tan contrarios como fueron considerados en un tiempo. Sus puntos de vista pueden ser conciliados y lo serán, El científico y el artista ya no non, como parecían superficialmente ser, portadores de dos universos extraños e incompatibles. Intelecto e intuición ya no son antítesis inconciliables de la actividad científica. Por otro lado, no lo han sido jamás en la búsqueda natural más profunda.


El lector comprenderá por tanto dónde nos lleva este discurso:

"todas las fronteras entre la ciencia y la religión, ciencia y arte, objetivo y subjetivo, cantidad y calidad, física y psicología, astronomía y religión, Dios y éter, están derrumbándose irrevocablemente, para ser sustituidas por una concepción fundamentalmente unitaria, por un esencial Principio Funcional Común (CFP) de todas las naturalezas, que se extiende a todas las formas de experiencia humana".

Esto no significa, naturalmente, que las distinciones entre estas formas dejen de existir completamente. Al contrario, a la luz de la identidad funcional entre "hombre" y "animal", avidez "orgástica" y avidez "cósmica", Dios y éter, las diferencias específicas emergen aún más netamente y para ventaja de la racionalidad más fecunda.


Hemos extendido nuestro conocimiento utilizando esta forma radicalmente nueva de pensamiento: la orgonomía no es solamente una rama de las ciencias naturales, no es solamente una simple técnica artística, ni pura psicología, ni pura biología. Ésta está en perfecta armonía con el objeto de su investigación, una ciencia que se ocupa de las leyes fundamentales de la naturaleza.


Del océano cósmico de la energía orgónica emergen por variación todas las restantes funciones. Esto hace compatibles entra ellas a la "identidad" y la "variabilidad". Con la destrucción de toda distinción neta y mecánica emerge necesariamente una nueva concepción de nuestra existencia cósmica. Esto es ya cierto desde hoy, aunque podemos hasta ahora ignorar la manera precisa de afrontar la totalidad del problema.


Y volviendo al tema particular de nuestro informe: también las radiaciones nucleares, en cuanto funciones naturales secundarias, emergieron un tiempo por diferenciación de las funciones de la energía orgónica. Nosotros hemos experimentado no sólo la antítesis entre la energía orgónica y la energía nuclear, sino que hemos experimentado también de una manera mortalmente peligrosa, que la misma energía orgónica puede enloquecer de "rabia" (por usar el término con el que nos hemos habituado a definir el fenómeno).

 

Durante el periodo del experimento Oranur, teníamos todos la impresión,

"de haber provocado de una manera o de otra a la energía orgónica, por otro lado benigna, transformándola en una bestia feroz".

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Una sincera discusión


Esta conclusión es muy seria y contiene problemas que interesan a la salud y a la seguridad de la población en general. Es por tanto imperativo hablar francamente y evitar cualquier circunloquio.


Antes de afrontar el problema en cuestión, querría prevenir algunas dudas que pudieran obstaculizar una franca discusión de nuestro trabajo. Mis drásticos enunciados teóricos y prácticos sobre aspectos bio-psiquiátricos de la higiene social no deberían ser obstáculo, ya que están en menor o mayor medida incorporados en las enseñanzas actuales de las ciencias de cada país. Mis anteriores adhesiones al movimiento revolucionario europeo durante 20 años no debe ser ningún obstáculo ya que desde hace 18 años no formo parte de ninguna organización política.

 

Nunca he sido activo en el sentido activo de la palabra, pero he seguido informándome sobre cada aspecto de la peste dictatorial, sea esta negra o roja. He combatido a las dictaduras de cualquier tipo desde los comienzos de mi carrera y en particular he luchado con toda la fuerza y la inteligencia de que soy capaz contra cualquier dictador, sin importar el partido al que perteneciera, desde 1931, es decir muchos años antes de que me diese realmente cuenta de lo que estaba sucediendo y muchos años antes de que el gobierno de los Estados Unidos reconociese al gobierno soviético.

 

No tengo la mínima intención de imponer ninguna de mis convicciones científicas a ningún país ni a ninguna región; hoy por hoy me considero la única persona que "sabe verdaderamente" a quién le incumben los peligros denunciados por el descubrimiento orgonómico. Mi convicción, basada en una amplia experiencia, es que si subsiste alguna esperanza de salir del actual caos social y de reencontrar la gozosa serenidad de la pacífica convivencia social (y a mi parecer no sólo subsiste esta posibilidad si no que además es considerable), esta esperanza está objetivamente y profundamente radicada en las fuerzas vivas y previsoras que están trabajando en el mundo.

 

Sólo poquísimas personas particularmente conscientes se dan cuenta hoy del hecho de que un mundo viejo, cansado y prisionero se está derrumbando y que un mundo nuevo, joven y lleno de esperanza está naciendo lenta y dolorosamente: el núcleo de este nuevo mundo es la moderna "revolución bio-sexual" en curso ya desde hace treinta años.


Esperando haber eliminado un obstáculo prejuicioso para un libre cambio de opiniones, paso al punto principal de esta conclusión: el experimento Oranur, independientemente de, o además en contraste con, nuestras intenciones ha alcanzado proporciones que no sólo amenazan con salirse de nuestro control, sino que, en particular, ponen en peligro la seguridad de los Estados Unidos si el gobierno americano tarda en tomarse en serio estos fenómenos y en utilizarlos para el bien del País.

 

Resumiendo, el experimento Oranur ha tenido hasta ahora graves consecuencias, cuyo alcance y carácter revolucionario no es imputable a la culpa ni a la intención de nadie. La demostración completa y la estructura teórica de los resultados son demasiado complejas para ser expuestas en esta fase.

 

Por razones de seguridad, de hecho, no publico desde hace muchos años, es decir desde 1947, ninguna información sobre el fondo práctico y teórico del proceso Oranur: intuí la posibilidad de que sucediese antes o después lo que ha sucedido realmente.

"Nota inserta en el boceto, el doce de septiembre de 1951":

 

El siguiente sumario reflexiona, sobre los aspectos pesimistas de la grave situación existente hacia abril de 1951, en decir cuando el experimento Oranur estaba aún ejerciendo su influencia terrible sobre los investigadores de Orgonon. Estos sucesos impresionantes fueron en parte debidos al hecho de que habíamos afrontado el experimento de manera no preparada en relación a su alcance y a sus riesgos: una desventaja que de ahora en adelante, será eliminada.

Querría mitigar bastante la impresión pesimista que sobre todo en los puntos 1, 6, 7 y 8 del texto siguiente, podrían suscitar en el lector. Es necesario además eliminar el temor de que un científico haya creado una nueva arma de exterminio y que la potencia mortífera de Oranur supere bastante a sus funciones positivas y benéficas para la vida humana.

 

Durante los 5 meses sucesivos a la conclusión de esta primera redacción (informe) gran parte de las perspectivas amenazadoras han sido confinadas a un segundo plano por nuevas observaciones que no dejan duda alguna sobre los resultados positivos médicos y biológicos de Oranur.

 

Tales resultados aparecen hoy imponentes y su examen cuidadoso exigirá un nuevo y largo periodo de tiempo. Creo poder afirmar que, donde se den condiciones seguras y adecuadas en el tratamiento de Oranur, todos los peligros más abajo mencionados podrán ser eliminados y que hasta ahora se pueden considerar asegurados los efectos positivos de Oranur sobre el hombre, sobre los animales y sobre la vegetación.

 

El motivo por el que no modifico este texto original, redactado en abril de 1951, está en el hecho de querer presentar un cuadro completamente fiel de nuestras reacciones emocionales y biológicas en la primera fase del experimento Oranur: se trata de hecho de reacciones destinadas indudablemente a producirse en todo aquél que piense llevar a cabo por primera vez experimentos con Oranur.

 

Un segundo informe suplementario sobre los efectos prevalentemente positivos de Oranur está ya en preparación.

  1. Introduciendo apenas un miligramo de material radioactivo en una atmósfera con alta concentración orgónica (es decir, por ejemplo, en un acumulador de energía orgónica a 20 múltiplos, o en un cuarto "cargado" por años de trabajo con energía orgónica), se produce en la energía orgónica atmosférica una transformación que sin duda tiene la cualidad de una “lenta pero duradera reacción en cadena". Esta reacción de la energía orgónica a la reacción nuclear es peligrosa para la vida, también humana si trasciende de determinados límites de intensidad y de duración.
     

  2. No existe ningún modo de protección del efecto de la energía orgónica "enloquecida" después de la acción irritativa de la radiación nuclear, ya que la energía orgónica penetra en cualquier materia, comprendido el plomo, los ladrillos, o los muros de piedra de cualquier espesor. Los sistemas de protección actualmente empleados en el estudio y en la aplicación de la energía atómica son ineficaces ante los efectos oranúricos.
     

  3. Una vez que se han producido, los efectos oranúricos se propagan a través de la atmósfera, como si infectaran una zona después de la otra en una especie de reacción en cadena. Aquí en Orgonon se detectó esta contaminación hasta una distancia de 3 Km. del lugar de la reacción originaria. Hasta ahora nos hemos limitado a poner un miligramo de material radioactivo en un acumulador orgónico a 20 múltiplos. Los posibles efectos de 1 miligramo de material radioactivo en un acumulador orgónico a 500 múltiplos son imprevisibles y temo que serían desastrosos.
     

  4. Es muy probable suponer que ciertos materiales comunes, como la roca, el metal, y sobre todo ciertos tipos de construcción, que tienen la capacidad de acumular energía orgónica, continúen siendo activos después de que haya sido desmantelado el material radioactivo que había producido la acción irritativa. Esta actividad oranúrica "asemeja" a la radioactividad "inducida".

     

    Es sin embargo difícil decir actualmente si la roca y los otros materiales se desintegran realmente o no. Estos, de todas maneras, son indudablemente activos y continúan siéndolo. Este efecto se ha producido inesperadamente, e independientemente de nuestras intenciones cuando empezamos a examinar la influencia de la energía orgónica (concentrada de 5 a 10 veces) sobre un miligramo de radium. Por cuanto parece el efecto en cuestión no es sino un brusco aumento de 1a normal y natural radioactividad.
     

  5. Las estructuras capaces de acumular energía orgónica atmosférica (lana de acero, armarios de metal, o simples cajas forradas de metal) se trasforman en activas aunque no hayan sido influenciadas directamente por las radiaciones nucleares; es suficiente de hecho que éstas estén en contacto con un acumulador de energía orgónica directamente influenciado.
     

  6. Un loco que odie a la humanidad, o un enemigo político, si tuviese conocimiento de estos efectos (mientras que los Estados Unidos permaneciesen al margen o no se interesasen en su estudio) podría fácilmente diseminar sobre el territorio americano dispositivos oranurizados, con el simple aspecto de una caja forrada de metal; éstas podrían contaminar una región entera e incluso un continente entero.
     

  7. En base a lo que hemos aprendido durante un periodo de observación y experimentación de apenas 4 meses, la gente enfermaría a continuación de la contaminación oranúrica de la atmósfera. Cada persona atacada reaccionaría conforme a su especial enfermedad o predisposición morbosa. Esto es debido al efecto bio-energéticamente "selectivo" de la energía orgónica, que ataca específicamente la parte enferma de los organismos primero agudizando los síntomas morbosos y después: "curándolos si ha sido aplicada concienzuda y oportunamente".
     

  8. Sin embargo esta contaminación, incontrolada, y sobre todo conducida con intenciones malévolas, indudablemente asesinaría o por lo menos inmovilizaría a muchas personas . Si tan sólo un microgramo de material radioactivo fuese dejado de manera continua en un acumulador de energía orgónica a 50, o quizás a sólo 20 múltiplos, el resultado podría ser catastrófico.
     

  9. Para dar una idea de la intensidad y de los efectos oranúricos en su extensión, bastará decir que los edificios de los que se retiró cualquier material radioactivo y cualquier dispositivo de acumulación orgónica, empujan hoy por hoy las puntuaciones de fondo hasta niveles de 80 o 100 CPM aunque se ventilen los edificios mismos durante medio día. El aire fresco, por otro lado, elimina los efectos oranúricos y reduce la radioactividad a un nivel normal de 25-40 CPM.
     

  10. Pueden subsistir pocas dudas sobre el hecho de que la energía orgónica atmosférica tiene una participación importante, si no decisiva, en la dinámica de la reacción de las pilas atómicas, por lo que se ha revelado hasta ahora en la literatura técnica presentada al público. Un estudio experimental cuidadoso de estas dinámicas, nos parece en la situación socio-política actual de una importancia relevante.
     

  11. Durante el experimento Oranur no trabajé sobre la fusión atómica ni la produje. No es de hecho cierto que la fusión se produzca efectivamente en el material contaminado, pero podría darse. Prefiero por tanto, en interés a las grandes posibilidades terapéuticas de la investigación orgónica, en interés de la población entera y por fines hacia mi propia seguridad personal, referir todas mis observaciones, augurando vivamente que cualquier traba burocrática se evite y que los fenómenos en cuestión sean estudiados en una escala adecuada a su importancia, a sus peligros y a sus promesas.

     

    Es indispensable poner las cartas sobre la mesa con la máxima claridad: si durante el proceso Oranur se produjo la fusión de los elementos materiales comunes, debe quedar claro que este descubrimiento ha sido el resultado accidental de un experimento iniciado con intenciones totalmente diversas.
     

  12. La situación se agravó posteriormente por el hecho de que las funciones oranúricas están destinadas a cambiar muchas convicciones de cara a la física nuclear contemporánea. Si la mayor parte de estos problemas están aún envueltos en la oscuridad, algunos principios generales están ya visibles.

     

    Mencionaré aquí sólo poquísimas de estas consecuencias teóricas del experimento Oranur:

     

    1. La teoría de la "partícula atómica" como estructura fundamental del universo ya no es incuestionable. Existe un océano primordial de energía orgónica (llamado durante un tiempo "éter") que no tiene masa. La masa inerte y pesada surge de la energía privada de masa, a través de algunos procesos funcionales bastante conocidos por la ciencia orgonómica.
       

    2. La teoría funcional de la orgonomía aparece en escena allí donde la teoría atómica se hunde en las susodichas funciones pre-atómicas de la naturaleza, en la esfera de las susodichas "ondas materiales" (expresión equivocada), en la esfera de las "partículas onduladas" (otra expresión desencaminada), en la esfera de los electrones formados solo por ondas, en el reconocimiento de la imposibilidad de determinar al mismo tiempo la posición y la aceleración de un electrón, y en el recurrir a la "ley de la probabilidad puramente estática".

       

      Estos problemas primordiales, y pre-atómicos son inaccesibles a los métodos del pensamiento mecanicista o materialista. Estos lógicamente se hacen inteligibles sólo si son impuestos "funcionalmente”, es decir orgonómicamente. Los datos, las observaciones y las deducciones orgónicas se acumulan desde hace muchos años de una manera bastante clara para justificar el hecho de que la entera teoría electrónica será reemplazada, por lo que respecta a las funciones cósmicas primordiales, por una teoría funcional de las funciones fundamentales del universo.

       

      Son éstos naturalmente, problemas muy serios que exigen afrontarlos con espíritu abierto, valiente y sin prejuicios si se quiere eliminar del camino las muchas teorías aplicadas erróneamente, de la inercia mental, de los prejuicios, etc. No hay que olvidar que están en juego muchas reputaciones personales y muchos sentimientos y resentimientos individuales.
       

    3. Durante muchos años la energía orgónica emite hasta 25.000 impulsos al segundo en el vacío de los tubos Geiger de los que se ha sacado toda suerte de gases hasta una presión de 0,5 micrón. Resulta así por tanto amenazada la teoría de la ionización, que se basa en el "efecto ionizante" ejercitado sobre las partículas "gaseosas" en el tubo del contador Geiger por las "partículas radioactivas" comprimidas. No se necesita ningún medio gaseoso para obtener los efectos orgonóticos Geiger.

       

      La energía orgónica ilumina y actúa de manara netamente cuantística aún en el vacío. Su comportamiento depende sólo de los cambios atmosféricos del tiempo y de las influencias cósmicas como por ejemplo las manchas solares. Cuando la mayor es la frecuencia de la acción orgonótica cuantística, tanto más es sustituida por la acción lineal o de continuidad.
       

  13. Prospectivas médicas: Desde un punto de vista médico al efecto oranur puede ser tan benéfico como peligroso. Éste reviste y lleva a la superficie los típicos caracteres morbosos del individuo. Durante este proceso, si la reacción oranúrica es manejada por un incompetente, el enfermo puede hasta fallecer de manera inmediata. Sin embargo es bastante prometedor el que haya sido descubierto un agente terapéuticamente activo capaz de descubrir el síndrome específico y su localización organísmica. No se debería suministrar Oranur por inyecciones o por otros métodos mecánicos, pero sí exponiendo gradual y cautelosamente el organismo enfermo a la justa dosis de Oranur.
     

  14. Después de que las radiaciones nucleares han excitado a la energía orgónica transformándola en Oranur, los procesos oranúricos continúan en cadena, influenciando otros revestimientos orgónicos: como se dijo, una acción estimulante inicial sería suficiente para formar una cadena de actividad oranúrica.

     

    Será por tanto necesario distinguir a los acumuladores orgónicos oranurizados de aquellos que no han sido excitados por las radiaciones nucleares: estos últimos deberían ser utilizados como en un pasado en irradiaciones orgónicas preventivas y normales, en el tratamiento de las heridas y de las quemaduras. Los instrumentos oranurizados por otro lado, no pueden ser tenidos en ningún edificio habitado y deben ser manejados con el máximo cuidado, ya que, a diferencia de los simples acumuladores orgónicos, éstos son potencialmente peligrosos.

     

    Para prescindir del tratamiento individual con Oranur, se propone ahora la posibilidad de influenciar oranúricamente regiones enteras instalando potentes artilugios oranúricos para combatir de esta manera las epidemias y realizar una terapia preventiva de masas contra la radiación atómica. Esta última posibilidad, obviamente exigiría una detalladísima elaboración técnica y las más rígidas cautelas legales: Obligaciones que trascienden muy por encima de nuestros deberes morales y de nuestra posibilidad financiera.

Hasta aquí la importancia inmediata del proceso Oranur; y sus efectos a largo plazo sobre las reacciones emocionales humanas son de una importancia infinitamente mayor.

 

En este campo, y cómo se presentan las cosas podemos tener grandes esperanzas. Un gobierno o un grupo de gobiernos que quieran abolir la amenaza de la guerra atómica y asegurar la paz mundial para mejorar la salud y la felicidad de los pueblos de todo el mundo podría aportar inmensos beneficios: la energía cósmica podría finalmente ser puesta al servicio de fines beneficiosos, dado que la "lentitud" de las reacciones en cadena y "la eficacia médica" de la influencia de las fuerzas "cósmicas primordiales” han sido supuestamente aceptadas Esfuerzos políticos de éste género exigirían al respeto y la profunda fe de los pueblos de cada país.

 

Evidentemente ningún hombre ni ninguna organización podrían realizar este objetivo por sí mismo.

 

El éxito puede sonreír solamente a una alianza de todas las instituciones sociales: desde las guarderías al instituto de instrucción superior, de las organizaciones profesionales hasta los comandos militares de todo el mundo.

 

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REFERENCIAS A PIE DE PAGINA

Página 10:
(1) Al comienzo de la primavera de 1951 hicimos medir en Nueva York un tercer miligramo de radium antes de transportarlo a Orgonon. La puntuación del radium desnudo en Nueva York resultó de 16.000 CPM y de 7.000 CPM en el interior de una protección de 13 milímetros. Obviamente esto no lo sabíamos en Enero de 1951.
Página 12:
(1) Iniciales de la palabra inglesa Deadly Orgone: orgón letal (N. d. T.)
Página 36:
(1) Hoy (agosto 1951) el laboratorio permanece aún radiante, pero puede ser de nuevo utilizado. La salud de los que trabajan en estos locales es regulada y controlada por exámenes orgónicos semanales. Próximamente se publicará un estudio particular sobre las reacciones oranúricas de carácter biofísico posteriores a abril de 1951.

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